El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 35

Capítulo 35

DALIA

—Ve a tu boutique favorita, Dalia —dijo buscando algo de su cartera—. Compras un vestido elegante y todo lo que te haga volver a ser la Dalia que eras antes de ese viaje.

—Agradezco eso, pero, ¿en qué me ayudará vestirme elegante? —Pregunté desconcertada. Me gané una mirada poco amistosa de ella, luego rodó los ojos y me lanzó su tarjeta de crédito. ¿Qué?

—Sabes muy bien que estamos en inicios de año, ¿cuál es la fiesta que siempre se lleva a cabo en éstas fechas y a la que asisten todos los ejecutivos y dueños de las empresas internacionales de y fuera de Los Ángeles?

—La fiesta de caridad de los Von —dije recordando cómo siempre esquivé esas fiestas por lo aburrida que me resultaba la idea de ir con un montón de personas de negocios.

—¡Exacto! Y tu abuelo estará ahí, todos los años su presencia da algo de qué hablar por lo bueno que es negociando con los demás ejecutivos. Tu oportunidad para acercarte a él.

Ella, Rebekah, era una genio.

Ni siquiera yo pude haber pensado en esto antes, de no ser por ella. De no ser por no haberla conocido con John aquélla noche con John.

Lo que me llevó a uno de mis recuerdos.

—La hija de Von. —Dije recordando que ella le metió cizaña a John en su cabeza la noche que estábamos en el club. Jamás olvidaré el cabello morado neón frente al rostro lleno de confusión de John.

—¿Qué pasa con ella? Ella estará ahí, por supuesto que sí, es la hija de quién da la fiesta.

—Y ese es el problema —dije—, ella y yo no estamos en buenos términos.

Ella adoptó su postura pensativa mientras miraba al techo.

—Y mi madre —dije mirando al techo también—, obviamente ella estará ahí con su pareja, mi tío, si me ve..., no sé, tampoco estoy del todo bien con ella.

Y duele. Tener a tu madre en ésta vida, y no estar en "buenos términos" con ella.

—¿Tienes pareja? —Preguntó mirándome, pero yo seguía viendo el techo—. Con gusto te acompañaría, pero pasaré la fiesta con mis padres. Llevar el apellido Meyerson también implica estar con ellos cuándo algún contrato se firmé. Es parte de mi proceso para seguir sus pasos.

Suspiró.

Espera... ¿Dijo Meyerson?

—¿Meyerson? —Pregunté mirándola.

—Ah sí —dijo—, soy una Meyerson. Rebekah Meyerson.

¿Cómo no me di cuenta antes?

Su familia también tiene influencia en el campo laboral de mis padres, en las relaciones ejecutivas de comercio, en todo, y no había reparado en ese pequeño detalle que había olvidado mencionar.

—Vaya —dije con sorpresa.

—¿Entonces? —Preguntó.

—¿Uh? —Pregunté porqué al saber su apellido olvidé lo que hablábamos.

—Dalia distraída —dijo lanzándome una almohada—, qué si tienes pareja, pregunté. Así no irás sola, y no podrá pasarte algo fuera de lo normal en caso que tu madre, la hija de Von o cualquier persona que te tenga cómo enemigo lo intenté.

—Hay un chico —dije y ella abrió sus labios en una "O"—, pero él no es de éste mundo de fiestas elegantes que sólo sirven para sellar alianzas económicas.

Suspiré.

—¿Y no puede hacer un intento de acompañarte, éste chico misterioso?

Me encogí de hombros.

—¿Cuánto llevan juntos? —Preguntó.

Pues, verás, fuimos el primer crush de la otra persona cuándo eramos unos niños en 5to. curso, y éste accidente con mi familia hizo que volviéramos a reproducir lo que había quedado pausado. De estar atrapados en el bosque, a una cabaña, a un pueblo, a Los Ángeles... no es mucho tiempo pero muchas cosas para un par de meses nada más.

—¿Dalia? —Movió una mano frente a mí, sacándome de mi trance.

—No mucho tiempo —dije para no especificar en más—, pero creo que John sí iría conmigo sin necesidad de darle muchas explicaciones.

—¿John? —Preguntó y la curiosidad que antes me divertía, ahora era una curiosidad ácida. Amarga.

—Sí... —dije y ella se levantó del sofá, tomó las tazas vacías de la segunda ronda de chocolate que habíamos tenido y fue a la cocina. Me levanté siguiéndola.

—¿Todo bien?

—Sí, es sólo que...—pauso y me miró—. No importa que lo sepas, yo aún sigo sin superar a un chico que también se llamaba John. Me desilusionó hace un par de meses atrás y para variar ya no está más.

—¿Ya no está más?... Lo siento mucho, tuvo que ser duro no querer despedirse. —Ni siquiera sé que dije, pero no creo que haya funcionado para bien.

Ella me miró, confundida.

—¿Despedirse? —Ella rió sin humor—. Ni siquiera tuvo el valor de hacerlo, sabía de mis sentimientos, a él no le importó. Cometió un error y lo mejor que pudo hacer fue huir de las consecuencias.

—¿No murió?

Ella negó. —Ni en ésta vida, ni en mi corazón —dice con cierta aura triste que está intentando evadir a toda costa con una sonrisa fina en sus labios—, él aún sigue con vida y mis sentimientos también.

—Lo siento mucho —dije sin saber qué más decir.

—Naa, está bien, al menos me alegra saber que tú John es diferente al que yo tuve.

Una corta sonrisa apareció.

—Pero no hablábamos de mí, ve a comprar y te preparas cómo la anterior Dalia lo habría hecho. A las 7 de la noche, ya la fiesta está desarrollada, créeme...

—Lo sé —la interrumpí y ella sonrío—. A esa hora el pastel ya está listo para que sólo se le coloque la cereza.

Ella levantó su mano sonriendo, entendí el gesto, era para que la chocará.




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