El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 38

Capítulo 38

DALIA

La puerta se cerró y un suspiro salió. Seguido de esto, el sonido seco de objetos moverse se hizo presente.

¿Acaso...?

¿Era una de las de limpieza la que había entrado?

No reconocí la voz femenina. Y, en base a mi experiencia, la fiesta está en pleno desarrollo. Nadie se alejaría de la fiesta cuándo la oportunidad que los beneficiará económicamente está allá.

A pesar de que pueda ser una chica de limpieza, el dolor en mi vientre bajo y el miedo corriendo libre en mis venas estaban comiéndome viva desde mis adentros. Hice puños con mis manos, necesitaba aguantar un poco más. No podía delatarnos.

—Hey —John susurró con su cálido aliento en contra de mis labios, que no sabían que estaban temblando. Tomó mi rostro entre sus manos y sus pulgares estaban acariciando mis pómulos—. Tranquila ¿sí? Shh, tranquila. Aquí estoy. Shh.

Después de unos segundos que se sintieron cómo horas eternas golpeándome, el ruido seco de la puerta abrirse se hizó paso en el silencio del lugar. Luego el ruido de ésta cerrarse.

Esperamos un par de segundos más, John fue el primero en salir del pequeño espacio bajo el escritorio. Asomo su cabeza y vi el alivio reflejado en su rostro, salió completamente y una vez de pie me tendió sus manos para ayudarme a levantarme.

—¿Todo bien, cierto? —Preguntó. Asentí, apenas sonriendo.

—¿Qué quieres hacer ahora? —Preguntó. Fruncí el ceño—. ¿Aún quieres ir a buscar a tu abuelo o irte de aquí? Hagas lo que hagas, te acompañaré.

—Quiero ir a buscar a mi abuelo —dije en un sólo hilo. Él me sonríe, y comienza a caminar a la estancia de la puerta con mi mano entrelazada con la suya.

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—Ahí está —dije lo más disimulada posible—, el señor canoso que ríe con el rubio, el que tiene la copa de champagne.

No exagero cuándo sentí un enorme alivio y seguridad al ver a mi abuelo a tan sólo unos metros de mí. Si por mí fuera, correría a sus brazos y le diría lo mucho que lo quiero y lo he extrañado. Le contaría todo sin dejar de abrazarlo en ningún segundo. Pero no puedo.

Y apesta no poder abrazarlo. Realmente apesta.

—Acerquémonos —dijo John en un susurro detrás de mí—, por detrás. Cuándo él se dirija a la mesa de bebidas y bocadillos tienes tu oportunidad.

Asentí.

Mi cabeza no es capaz de pensar en estos momentos. Qué John esté conmigo en verdad es lo mejor que pudo pasarme después del accidente.

Hicimos lo que él propuso. Caminábamos detrás de toda la masa de personas comprendidas en el centro del salón. Estábamos tan cerca de la mesa a la que mi abuelo también se estaba acercando, hasta que el estúpido rostro de Jack se cruzó en nuestro camino.

Maldito.

Él no puede interponerse entre nosotros y la única oportunidad que tengo de recibir ayuda -mi abuelo–.

Una sonrisa burlona se surcó en sus comisuras. El brillo con el que sus ojos estaban en mí era visible. Demasiado.

Corrección: Lo era. Se desvaneció cuándo vio detrás de mí, cuando reparó en John.

—Nunca dejas de ponerte en peligro, ¿verdad? —Preguntó con sus manos en los bolsillos de su traje.

—Lárgate, Jack. —Dije ofuscada pasándolo de lado. Pero su brazo se extiende ante mi camino.

Me percaté en el momento en el que la mano de John surgió detrás de mí, y tomó con fuerza y poca delicadeza la muñeca de Jack. Éste soltó un quejido y se zafó del agarre de mala gana.

—No. La. Toques. —Dijo en una voz grave, cada palabra con cierta acidez en su tono. Colocándose delante de mí, observé el rostro de John, totalmente serio.

Si yo no hubiera visto antes su lado tierno y vulnerable, mis nervios me fallarían. Realmente verlo con su semblante frío, serio y duro me ha impresionado. Es la primera vez que lo veo así.

Su mandíbula tensa, la vena de su frente y un lado de su cuello sobresaliendo. Su postura alta y erguida, emanando seguridad y peligro a la vez.

Mientras que Jack lo ve y apuesto todo que la risa burlona que soltó fue para aliviar u ocultar los nervios que le ha ocasionado ver a John así.

—Dalia —Jack se dirige a mí, dando un paso retrocedió el mismo cuándo John dió un paso hacia a él—. No te conviene estar aquí, fácil te reconocerán y no tendrán compasión en llevarte a la policía. Después de todo, nadie sabe que tú padre era quién manejaba y que tú sólo ibas en el asiento trasero. Nadie sabe que eres la víctima. Todo lo que saben es que eres la culpable del accidente, y que te acompañaste de otro fugitivo de la justicia.

Otra risa burlona.

Pero mi cerebro encendió su pequeño foco.

—¿Cómo sabes que yo iba en el asiento trasero? —Pregunté mirando fijo a los ojos de Jack. Ambos voltearon a verme, seguramente pensaban: «¿Qué? ¿Cuál es el sentido de que preguntarás eso?».

Silencio. Decidí continuar.

—¿Cómo sabías que iba en el asiento trasero si jamás lo mencioné, Jack?

Hay algo que no me cuadra aquí.

—Suposición —contestó después de unos segundos de silencio, mirándome—, lo obvio es que si te esfuerzas en hacer creer que no eras quién iba manejando es por qué ibas en el asiento trasero —explicó.

No.

Si antes no confiaba plenamente en Jack Acosta, mucho menos ahora.

—El tono de seguridad con lo que lo dijiste —me acerqué, John dándome el espacio para hacerlo—, no parecía que fuera suposición. Lo dijiste tan seguro... lo dijiste cómo si no hubiera lugar a dudas en esa suposición.

Veo a Jack estremecerse.

Mi cabeza continúa plantando nuevas ideas.

Jack Acosta de verdad logró entablar una amistad con mi padre. A pesar de que mi padre es una de las personas con las que a lo máximo que llegas es que simplemente le agrades, Jack superó ese nivel de sólo agradarle. ¡Hasta él tiene más porcentaje de la herencia que yo!




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