El alcalde Carlos estaba en su oficina viendo porno, mientras se rascaba su calva como acostumbraba, parecía que la silla no era lo suficientemente amplia para sostener su trasero.
—Papá, tengo que halar contigo –exclamó Víctor mientras ingresaba en la oficina.
Víctor era un joven de 28 años, acabado de graduar de derecho, con un poco de sobrepeso. Su padre le había alquilado un local en un centro comercial, donde tenía un consultorio con unos amigos.
—¿Ahora que quieres? –respondió el alcalde Carlos.
—Nadie va a nuestro consultorio. Si tuviéramos un sistema de abogados de oficio, podrías hacer que me enviaran los mejores casos, y no tendría que competir.
—No soy el presidente, solo soy el alcalde de Libertypolis, no te puedo ayudar con eso.