El algoritmo de tu amor

Capítulo 1

Labial rojo.

Amaba como quedaban mis labios con color rojo, lograba resaltar mi blanca sonrisa e incluso el bronceado de mi piel. Dos cosas que a los hombres volvían locos. 

Tomo mi teléfono y marco al número de mi mejor amiga, quien contesta al segundo toque.

No iré, no insistas —responde tras responder.

Resoplo—. Vamos Lexi, te divertirás junto a mí.

—¿Sabes Megs? Deberías saber que un no es no.

Lexi, querida Lexi, sólo me estoy cobrando todas esas veces que tú me insistías a mí para asistir a alocadas fiestas.

—Lo haría si te sintiera de verdad convencida, cosa que no es el caso —respondo paseándome por mi cuarto.

No me siento de ánimos hoy, tal vez el próximo fin de semana.

—Irá Cameron —canturreo divertida.

Mi ánimo ha subido de golpe, que milagro. En veinte minutos estoy lista, te espero —y cuelga.

Suelto una carcajada y niego con la cabeza, conozco muy bien a esa muchacha. Ella ama las fiestas igual e incluso más que yo. Camino hacia el espejo para verme completamente y sonrío satisfecha al verme.

La fiesta de verano era conocida como la mejor del año ya que nuestra universidad se encargaba de organizarla y, como todas las fiestas de todas las universidades, abrimos las puertas a todos los estudiantes. Hoy, se celebra esa fiesta.

Decido hacer valer los minutos de espera y busco mi libro favorito Mi dulce destrucción, con el sensual Stefan Wells, libro de Sunshine. Busco el marcapágina y comienzo mi relectura de los primeros capítulos. Niego divertida al leer la parte en la que la mejor amiga de Charlotte, la protagonista, le insiste para salir de rumba. La misma situación ocurre aquí con la diferencia de que mi amiga y yo, amamos las fiestas. 

Suena unos pequeños toques en la puerta, bajo el libro de mi rostro y veo a mi madre asomarse. Con una sonrisa me levanto y doy por terminado mis minutos de lectura, yendo a guardar el libro a su lugar.

—Que bella estás, mi amor —me adula. Doy una vuelta sobre mi eje y hago una reverencia. Ella ríe—. Sí, toda una princesa.

Niego con la cabeza. Ser la única hija mujer del gran empresario Johan Benson significaba ser catalogada automáticamente como princesa. Heredera de todo el imperio Benson, pienso con amargura. No era sorpresa para nadie el saber que no quería encargarme del negocio familiar. Quería seguir mis sueños y estaba segura de que lo iba a conseguir. Tal vez el ser caprichosa sirva de algo, al fin y al cabo.

—¿Irá Nicholas? —cuestiona mamá, simulando desinterés total. A mí no me engañas, madre.

—Supongo que sí, no lo sé —respondo poniendo perfume en mi cuello—. Esta noche es noche de chicas.

Ella aplaude, emocionada—. Me encanta la idea, es genial.

Tampoco era sorpresa para nadie saber que Nicholas no era el santo preferido de devoción de mi madre. Es más, parecía querer matarlo con la mirada cada vez que venía a verme. En esta situación hay dos puntos dentro del mismo sitio, mi madre lo aborrecía y mi padre lo mantenía bajo la mira. En su defensa puedo decir que Nicholas era un buen chico, muy guapo pero con poco cerebro, simpático pero egocéntrico, malo para los números pero excelente para las jugadas. Perfecto para nuestra popularidad.

—Debo irme, mamá —tomo mi pequeño bolso en donde guardo sólo mi documento, labial, polvo compacto y mi teléfono.

Bajo las escaleras y salgo de la casa rápidamente para evitar que mi padre me intercepte. Entro al auto y enciendo el motor, acelerando para salir de la residencia.

¡Es noche de fiesta!

Realmente me gusta salir con amigos, bailar hasta que mis pies duelan, reír junto a ellos y, ¿por qué no? También tomar un par de shots. Me gusta la música electrónica pero para bailar prefiero música latina. La segunda buena parte de todo esto era la buena vista que obtenía. Los hombres, mjm.

Tomo mi teléfono y marco el número de mi amiga.

¿Estás de broma, no? ¡No estoy lista! —exclama al atender la llamada.

—En cinco te quiero afuera —sentencio y cuelgo. Sonrío divertida, me espera una buena reprienda. Lexi odiaba que la apresuraran y aún más si era para una fiesta.

En menos de lo que esperaba, ella sale y corre descalza hasta mi auto. Sube y voltea a verme fulminante.

—Tienes mucha suerte de que ya me había maquillado —dice ceñuda.

—Hola, amiga —saludo, divertida.

—Hola —responde un poco más brusca y añade de la misma forma—. Me gusta mucho tu vestido.

Río y agradezco. Mi vestido era nuevo y enviado de un diseñador muy conocido, amigo de mi madre. Era de color negro, ceñido al cuerpo, con un hombro desnudo y en el otro, una  manga corta de un pequeño y delicado volado, lo acompañaba con unos tacones negros cerrados. Puedo considerar el color negro mi favorito y a ese le sigue el rosa. 

—¿Quieres ir a la playa mañana por la tarde? Este cuerpo necesita sol —dice moviendo su pequeño cuerpo sobre el asiento.



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En el texto hay: prohibido, badboy

Editado: 26.08.2018

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