Aún sin abrir los ojos, soy capaz de entender dónde y cómo estoy.
El olor a analgésicos se me hace imposible comparar un lugar que no sea la sala de un hospital. El sonido constante de la máquina que controla los latidos del corazón me lo confirma, y claro que el ajetreo detrás del cuarto me reafirma dónde me encuentro.
Abro los ojos lentamente y mientras intento adaptar la mirada, descubro el pequeño cuerpo de mi madre en un sillón individual junto a la camilla.
—Hola mami —susurro con la voz algo pastosa.
Mi madre levanta la vista de su libro y lo deja todo para venir a mi encuentro.
—¿Cómo te sientes, princesa? —sus suaves manos acarician mi rostro.
Sonrío—. Estoy bien.
Pero entonces mi sonrisa se va en cuánto recuerdo todo lo ocurrido. Frunzo el ceño y eso me produce cierto dolor molesto de cabeza.
—Tranquila, tu hermano está bien. Está algo asustado pero está con papá en casa —me informa y logra tranquilizarme.
—Es bueno saberlo —suspiro.
Veo una pequeña sonrisa adornar su rostro—. Sin embargo, hay cierto muchacho preocupado allí afuera.
La observo con algo de suspicacia y decido preguntar—: ¿Muchacho?
—Le diré que pase —dice y camina hacia la puerta.
—¿Por qué le dirás que pase si no sé quién es? —cuestiono confundida.
—Megan, no seas grosera —me regaña.
Resoplo, ni estando en una camilla de hospital me libro de los regaños maternos.
—Cariño, Meg acaba de despertar, puedes pasar a verla mientras voy en busca de un médico —escucho que dice.
Luego veo como ella se retira, dejando la puerta abierta y como alguien más se encarga de cerrar esa puerta detrás de su cuerpo. Ese alguien era Kyler.
—Hola Megan —susurra.
—¿Por qué susurras? —sonrío divertida.
Él abre los ojos sorprendido y vuelve a susurrar—: La enfermera dijo que cuando despiertes no es conveniente que oigas ruidos fuertes.
Sonrío y respondo—: Bueno, mamá no se ha enterado de eso.
Él suelta una pequeña risa y camina hasta estar cerca de la cama.
—¿Cómo te sientes? —cuestiona y no se me pasa desapercibido como sus manos se acercan lenta y levemente a mi brazo.
—Me siento bien —sonrío—. Gracias por cuidar de mi y de mi hermano.
—Me diste un gran susto, Megan —confiesa con el rostro compungido.
—Lo siento —susurro.
—Descuida, el hecho de que estés bien ya es suficiente disculpa —sonríe y eso logra descolocarme.
Es su primer sonrisa para mi. Mi corazón se acelera y la maldita máquina se encarga de dejarme en evidencia, en vergonzosa evidencia.
—¿Te sientes bien? —se preocupa dando un vistazo a la información que otorga la pantalla, esa acción sólo logra que mi corazón lata más rápido.
Antes de poder responder, un par de enfermeras entran a la habitación y le piden amablemente que se retire, mientras una de ella me inspecciona. Que vergüenza.
—¿Te duele la cabeza?
—Un poco —contesto.
Ella frunce el ceño al ver que la máquina ya ha dejado de pitar y luego sonríe como si lo hubiera comprendido todo.
—Creo que mientras estés aquí, las visitas de cierto muchacho van a prohibirse —dice divertida, anotando algo en la planilla de información que se encuentra a los pies de la camilla.
¿Qué anota? ¿El nombre de Kyler? ¿Lo idiotizada que me tiene y algún remedio para contrarrestar esto? ¿Qué anota, Dios mío?
—¿Princesa? Oh, lo siento, ¿ocurre algo? —pregunta mamá al ver a la enfermera junto a mi.
—Nada preocupante, ¿pudo hablar con el médico?
—Sí, dijo que en unos minutos pasa a verla y dar el alta —informa mamá viéndome con una sonrisa que logra contagiarme.
La enfermera asiente y sale del cuarto. Mamá no logra decir ni una palabra cuando la puerta vuelve a abrirse pero esta vez, pasa mi padre y mi hermano en brazos.
—¡Megi! —exclama Mase extendiendo sus brazos hacia mí.
Mis ojos se nublan de lágrimas y abrazo su cuerpo con fuerza, susurrando una y otra vez lo siento.
—Tranquila, mariposita, no fue tu culpa —murmura papá, acariciando mi cabello con ternura.
Dos toques en la puerta nos moviliza un poco a todos. Mamá va a abrirla y el rostro de Kyler vuelve a aparecer. Sonrío divertida y me sonrojo, recordando lo sucedido.
—Lamento interrumpir, quería saber si Megan está bien... de nuevo.
Casi quiero reír al escucharlo susurrar pero en su lugar, respondo—: Pasa Kyler.
—¡Hola Kyler! —saluda Mase levantando su mano para chocarlo en un puño.
—¿Cómo te encuentras, campeón? —acaricia el oscuro cabello de mi hermano.
—Bien, el doctor me dio algunas pastillas, nada grave —dice convencido.
Papá sonríe y besa su cabello. Luego gira su cabeza y besa mi frente.