"El Alpha "

❤Capitulo 1 ❤

—Estás ardiendo otra vez, Olivia. No han pasado ni seis horas —bufó Leah yendo a la cocina en
busca de su móvil y la medicación.
Olivia se limitó a gemir y encogerse en el sofá, los temblores le dolían. Sudar también era un
sufrimiento y lo peor era que llevaba así cerca de un año.
Habían ido a todo tipo de doctores, tanto de pago como públicos y nadie había podido encontrar
qué era lo que le estaba sucediendo. A partir de esa noche todo había ido a peor, las convulsiones
se habían hecho más frecuentes y Leah había conseguido ayuda de alguien al que era mejor no
mencionar.
Sam era un hombre de moral distraída al que la trata de blancas le gustaba, pero no solo
prostituía a las chicas que caían en sus manos. Tenía un grupo reducido de hombres y mujeres que
daban un mayor espectáculo.
Cuando Leah pidió ayuda mejoró notablemente, entonces su salud cayó en picado y Sam pidió
trasladarla a un lugar donde los médicos se encargarían. Tras muchas reticencias ambas habían
accedido para intentar salvar su vida.
Olivia había pensado en la posibilidad de terminar con su vida para acabar con el sufrimiento,
pero se había obligado a ser fuerte por Leah. No podía dejar a su hermana sola en el mundo.
El infierno vino justo después.
Sam la reclutó en un local subterráneo donde la encerraron en una jaula. A su lado, en la jaula
contigua había un gran lobo que se tornó humano y se desplomó en el suelo. Y entre sollozos de
terror le dejaron caer la noticia: era una híbrida.
Había vivido toda su vida en el sistema, saltando de orfanato a casas de acogidas una y otra vez
hasta adquirir la mayoría de edad. Desconocía la existencia de sus padres, pero aquello fue una
gran sorpresa.
Lo peor fueron los primeros meses, cuando las transformaciones eran tan dolorosas que le
hacían perder el conocimiento.
¿Por qué aguantó todo aquello?
Muy simple: Leah. Sam la convenció para ser sumisa, ya que podía asesinar a su hermana. Ella
viviría una vida plácida y dulce siempre y cuando Olivia luchara en peleas clandestinas haciéndole
ganar mucho dinero. Era un trato simple, hasta le dejaba hablar con su hermana una vez por
semana.
Meses después supo que todo aquello era falso. Su hermana había sido engañada, debía una
gran suma de dinero a Sam en cuestión de deudas médicas de Olivia. Los intereses habían subido
tanto que no había podido cubrirlo. Así pues, él la engañó.
Para que Olivia tuviera una buena vida y una buena atención médica, Leah tenía que ir al “Diosas
Salvajes” donde ejercer de prostituta.
Así tuvo a ambas hermanas engañadas hasta que los Devoradores las salvaron a ambas y sus
vidas habían dado un giro de 180º.
Olivia estaba ahora con una manada de lobos que había decidido adoptarla el tiempo que durara
el celo. ¿Qué era eso? Un proceso que los lobos sufrían al adquirir la mayoría de edad, en su caso
era cuando había logrado desarrollar su parte lobuna.
Todo un año de sufrimiento, de cambios, de luchas con sus hormonas hasta controlar su lobo
interior a la perfección. Una loba que ella deseaba arrancar de su cuerpo a toda costa, por su culpa
tanto la vida de Leah como la suya se habían ido al traste.
Le habían dado una pequeña habitación en casa de Lachlan. Estaban en una urbanización que
los lobos tenían para pasar desapercibidos. No había mirado más allá de su ventana, ya que el
dolor apenas le permitía moverse.
Olivia se encogió, nuevamente, sobre su cama. Los sudores hacían que su ropa se mantuviera
pegada a su piel. Todo le molestaba, hasta el más mínimo roce de una mosca sobre su piel. Gruñó
y odió a la loba que le exigía convertirse.
Fue en ese momento en el que recordó la primera vez que hizo el cambio.
—¡NO! ¡SOLTADME! —gritó tratando de aferrarse a los barrotes de su jaula.
Olivia no quería pasar por ese trance, había visto a alguno de los lobos de aquel lugar cambiar y
el crujido de sus huesos todavía la estremecía. No podía permitir que le hicieran eso, ella no era un
ser paranormal capaz de transformarse como decían.
Pateó y se revolvió con todas sus fuerzas, pero llevaba sin comer tres días y estaba tan debilitada
que consiguieron reducirla en el suelo tirándola contundentemente.
Entonces sus asquerosas manos la inmovilizaron de pies y manos. Olivia gritó como nunca antes
hasta la fecha, lo hizo hasta quedar afónica, no obstante, eso no hizo que sus captores se
compadecieran de ella. Se mofaron y rieron de los gritos que emitía.
Una aguja perforó su brazo derecho y ella trató de hacer fuerza para evitar que la aguja lo
perforara. No fue suficientemente rápida, el contenido del frasco de la jeringa entró en ella. Un color
violáceo que pensaba recordar toda su vida.
Después los agarres cedieron y la dejaron sola. Escuchó la puerta de metal cerrarse y los pasos
de sus botas repicando en el suelo al marcharse. Sabía bien que iban a vigilarla desde las cámaras
de seguridad instaladas por todo aquel sótano.
—Ey, Olivia.
La voz de Cody le hizo mirar hasta la jaula contigua. Aquel hombre llevaba tratando de hablar con
ella desde que había llegado a ese terrorífico lugar. Efectivamente, Olivia se había negado porque
eso hacía menos real su cautiverio.
No podía ser como ellos, sencillamente, no era real.
Su nombre volvió a sonar entre sus labios, lo que hizo que mirara hacia él nuevamente y
arrancase a llorar. Estaba aterrorizada por lo que estaba a punto de ocurrir, no deseaba sucumbir a
la oscuridad que significaba ser un lobo.
—Por favor, ayúdame —suplicó desde el suelo, con la mejilla fuertemente apretada contra el duro
cemento.
El dolor se extendió a cada extremidad de una forma tan contundente que gritó terriblemente. Se
retorció cuando notó sus venas quemar como si su sangre se acabase de convertir en ácido
sulfúrico. Con auténtica desesperación se rascó los brazos tan fuerte que hizo que sus uñas le
hicieran largas heridas a lo largo de sus antebrazos. La sangre salió a borbotones al encontrar la
salida.
—Olivia.
La voz de Cody se llevó toda su atención. Lo miró con los ojos desorbitados y respirando tan
agitadamente que sintió que su corazón estaba a punto de salírsele del pecho.
—No pelees contra ello. Tu loba interior va a salir y puedes elegir que sea de forma dolorosa o
no. Céntrate en ella, hazte su amiga y cambia siendo una con ella.
Olivia rio. Aquel hombre estaba mucho más loco de lo que había pensado en un principio. El
cautiverio seguramente le había frito parte de sus neuronas.
Las risas acabaron cuando escuchó un leve aullido en sus oídos. Miró a su alrededor y supo que
nadie lo había emitido. Fue en ese momento en el que el mundo se vino abajo, todas sus palabras
se hicieron ciertas y eso la convertía en un monstruo.
Era una bestia y ella amenazaba con hacerlo más real todavía.
La transformación pareció durar un siglo. Sus ropas se rasgaron con suma facilidad. Cada hueso
de su cuerpo se rompió buscando la forma exacta de su cuerpo lobuna, cambiando a placer entre
gritos de súplicas y llanto. Nada importó. Lo que le habían inyectado hizo que sus peores pesadillas
se hicieran realidad.
Sus extremidades se tornaron garras fuertes y peludas, su tórax cambió por completo. Y lo último
fue el rostro, el cual sustituyó los gritos por angustiosos aullidos. Su pelaje era oscuro como la
noche, tan negro y letal como el dolor que acababa de sufrir.
Duró en forma lobuna dos minutos, en los cuales no pudo más que tratar de mantenerse en pie a
cuatro patas. Respiraba con auténtico terror y la ansiedad le oprimía el corazón, ahora se había
convertido en una bestia más en el mundo.
Acto seguido se desplomó, tornándose humana, una que quedó tendida en el suelo boca arriba y
sin latido alguno.
Ellos corrieron a salvar a su reciente ejemplar. Entraron en la jaula y le buscaron el pulso.
—Epinefrina, ya —ordenaron.
Su corazón volvió a latir tras la RCP, pero ya no era el mismo. Ahora era más grande y fuerte,
capaz de bombear mucha más sangre. Su cuerpo había cambiado y no se refería únicamente a la
parte lobuna que acababa de conocer. Ahora era unos cinco centímetros más alta, sus rasgos se
tornaron algo más finos y su olor cambió.
De pronto percibía olores que jamás antes había sido capaz. Se percató de las emociones de
quienes la rodeaban, pero sobre todo, le resultó curioso que el miedo fuera un olor dulce. Nadie
temía salvo ella y se embriagó con su propio olor.
Aterrador.




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