"El Alpha "

❤Capitulo 3 ❤

—Olivia ha… —Stich calló.
—¿Redecorado su habitación? —preguntó Lachlan.
Suspiró dejando el móvil sobre la encimera de la cocina y acabó de servirse un café. Necesitaba
cafeína en vena para poder sobrellevar el duro día que tenían por delante.
—Envía a alguien para la reparación. Femenina —recordó, no deseaba que ningún macho
entrara donde Olivia se encontraba.
Ahora, superando el celo, su olor era demasiado dulce para todos sus lobos y nadie podía tocarla
bajo su orden expresa. Eso no significaba que poner la miel ante los labios no resultase apetitosa,
por eso no podía arriesgarse.
—Por supuesto.
Stich se marchó a toda prisa.
—¿Tu invitada te da problemas?
La voz suave de su hermana hizo que sonriera.
—No, es que no estaba de acuerdo con el decorador de interiores que le arregló la habitación —
contestó pegando un sorbo a su café.
—Deberías dejarla salir.
Lachlan negó fervientemente.
Depositó la taza sobre la encimera al mismo tiempo que negaba con un dedo. No podía dejarla
salir y exponerla a un mundo que podía golpearla mucho más de lo que ya lo había hecho. Por
ahora debía ser paciente.
—Va a enloquecer allí dentro.
—Todas pasáis por ese trance y no os habéis muerto —dijo restándole importancia.
—Todas no somos Olivia. Lo que ha vivido esa chica es mucho más que la vida acomodada que
podemos llevar aquí. Déjala que salga, que se relacione. Nadie la tocará, pero debe empezar a
conocernos o se acabará haciendo daño allí dentro.
Su hermana era un grano en el culo. Y lo había sido desde el momento que asomó su cabeza
rubia al mundo. Sus llantos habían provocado que él, a la tierna edad de tres años, suplicara a sus
padres mudarse con los abuelos. Evidentemente, se habían negado y Lachlan había tenido que
sobrellevar a esa pequeña pelusa que lo había acompañado toda su vida.
—No conoce nuestras costumbres —golpeó su hermana.
—La enseñaremos—contrarrestó Lachlan.
Era simple.
—Por ahora no saldrá de allí. Con unos cuantos cambios más será estable —explicó tratando de
ser convincente.
No deseaba tener un enfrentamiento con su hermana, pero buscaban un bien distinto para su
invitada. Olivia era una loba de paso en aquella manada. Había jurado a gritos que regresaría junto
a su hermana Leah en cuanto el celo la abandonara y él no pensaba retenerla.
—Tienes miedo que salga y llame la atención, que otros machos se fijen en ella y te quiten ese
precioso trofeo que luciste cuando llegaste aquí con ella bajo el brazo.
Lachlan enarcó una ceja sorprendido. La miró unos segundos y sonrió ampliamente.
—Por supuesto, no quiero que jodan con ella. No dejamos que los machos se acerquen a
vosotras en el primer celo, no sois capaces de pensar. —Se encogió de hombros—. Os preparan
toda la vida para eso y muchas dais demasiados dolores de cabeza, Olivia sería mucho peor.
—¿Y qué idea tienes?
Ya estaba cansado de tanta palabrería.
—Por ahora que se descargue intentando despellejarme.
—Así que esas son las heridas que tienes por pecho y brazos. —Ellin se sonrojó justo en el
momento en el que pronunció las palabras.
—¿Qué pensabas? ¿Qué jodía demasiado duro? Reconozco que soy algo brusco, pero la sangre
en el dormitorio no es lo mío, después hay que lavarlo.
Ellin gruñó molesta, pero tampoco tenía que sorprenderse, tenía treinta años y dos hijos. Su
hermana sabía bien lo que se hacía en un dormitorio, aunque tal vez sus gustos sexuales fueran
distintos a los suyos. Era algo que no le quitaba el sueño.
—No quiero saber cómo jodes.
—Si no quieres saber cómo follo no me preguntes. Empiezo a pensar que eres una hermana
bastante pervertida.
Ella le tiró una taza que Lachlan pudo alcanzar casi al momento.
—No puedes tenerla allí eternamente.
—Lo sé, pero necesita un poco más de tiempo —contestó Lachlan regresando la vista a su negro
café, el cual seguía casi intacto sobre la encimera.
Así era su futuro, de ese mismo color oscuro.
—Estoy bien jodido y no de la forma en que me gustaría.
Su hermana lo miró de soslayo y dio una ligera vuelta a su alrededor. No deseaba saber qué era
lo que pensaba, pero temía que era algo que no iba a poder evitar. Se llevó una de las manos a los
ojos, se los frotó y esperó. Era lo único que podía hacer en aquel momento.
—¿Y la chica con la que pasabas las tardes de los sábados?
Hablar de Liliana no era su conversación favorita. Hacía meses que no sabía de ella,
exactamente desde que habían conocido a los Devoradores. Ellos le habían cambiado la
perspectiva, habían girado su mundo de una forma que jamás hubiera imaginado.
—Lili y yo ya no disfrutamos de nuestra compañía.
—Si reservaras un poco los esfuerzos que gastas con Olivia y buscaras otras formas con las que
pasar tu tiempo verías las cosas con diferencia.
El lobo se recreó dedicándole una cruda mirada a Ellin. Su Alfa interior chisporroteó en sus ojos
provocando que su hermana bajara la mirada y quedara en una posición más sumisa. No lo había
hecho a propósito, era algo instintivo que llevaba bajo su piel.
—Dejad a los niños con la canguro y disfruta de una noche con Howard. Te hace falta.
Acabó su café de un sorbo y esperó una respuesta que no llegó, era algo insólito.
—Déjame tratar con ella. Necesita a un psicólogo cerca.
Aquella afirmación era cierta, no es que fuera algo nuevo. Al poco de llegar a la base habían
tratado de llevarle a uno de los mejores psicólogos que tenían y todo había sido un desastre. Para
empezar, Olivia se había transformado en lobo y había tratado de arrancarles la yugular. Y para
postre, el olor del celo había provocado que el profesional quisiera intimar con ella. Algo que pudo
detener al momento.
Ellin, al ser mujer, podía ser un cambio refrescante a la situación.
—De acuerdo, pero no entrarás sola. Quiero a alguien tras la puerta por si la situación se
descontrola.
Supo que quiso rechistar, sin embargo, se contuvo por el bien de ayudar. Eso era una buena
muestra de generosidad hacia una desconocida.
Lachlan miró el reloj y supo que llegaba tarde. Enjuagó la taza de café y la colocó en el
lavaplatos. Necesitaba darse prisa, no le gustaba la impuntualidad. Iba a ser la primera vez que no
llegaba a tiempo a su cita de las dos de la tarde.
—Tengo que irme.
—¿A dónde vas? Pensaba comer contigo —se quejó Ellin.
Fue entonces cuando sonrió al mismo tiempo que cogía las llaves de lo que antes había sido un
frutero, las hizo tintinear como si eso explicara todo sin palabras.
Iba a ver a Olivia; a llevarle la comida más bien.




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