—¿Una cerveza para el mensajero?
Ryan sonrió al escuchar la voz de Luke. El lobo salía de su casa con las llaves en la mano
mientras las hacía tintinear.
Antes de mirarlo a él, el novato se fijó en la casa. Era una más en una calle en la que todas eran
iguales, grandes, de dos pisos, cuadradas y de un blanco impoluto salvo por el detalle que marcaba
la diferencia. Luke había pintado las contraventanas de un azul marino que la hacía destacar por
encima del resto.
Y el jardín era muy exótico, plagado de figuras en forma de setas, conejos y muchas tazas y
jarras de té. Frunció el ceño.
—¿Qué pasa, Devorador? ¿No te gusta Alicia en el país de las maravillas? —se mofó Luke.
—Me pregunto dónde guardarás al gato Cheshire…
Luke hizo un levantamiento de ceja suave, disfrutando el momento y sonrió socarronamente.
—Soy un lobo, me lo comí.
Asintió, en el fondo tenía sentido.
Justo en ese instante se fijó en las ropas que apretaban el cuerpo del corpulento licántropo. Sus
pantalones de cuero no dejaban nada a la imaginación, lo que le hacía comprender el triunfo que
había visto que tenía con las mujeres. No era para menos, ya que Ryan era musculoso, pero Luke
le ganaba.
La camiseta era un retal blanco que se ajustaba a su cuerpo y cruzaban por su pecho dos líneas
negras. Supo bien que, de haber estado allí Leah, se la hubiera arrancado para meterla en la
lavadora. No era sucio, formaba parte de la camiseta, no obstante, resultaba extraño.
Sus cabellos pelirrojos rizados estaban peinados por el viento, alborotados como si acabara de
despertarse. Eso provocó que recordara a Leah cada mañana peinándolo porque sus rizos resultan
indomables, salvo por el detalle que los de Ryan eran morenos y no color sangre como los del lobo.
—Esta vez le tocaba a Leah —recordó.
—Camile está con fiebre y me tocó a mí.
Y esperaba que la próxima vez fuera ella quien viniera a ver a su hermana. La pobre humana
estaba deseando ver a Olivia y tenerla entre sus brazos.
—¿Una cerveza o tienes prisa?
—Mejor un té, si no es molestia —contestó Ryan.
La risa de Luke fue como un terremoto, su voz era gruesa y profunda, casi podía doblar películas
para voces muy intensas.
—Devorador, debes probar algo más fuerte.
—Tengo que conducir.
Y la risa continuó provocando que el novato se sintiera algo incómodo. Se removió en su posición
y miró hacia los lados en busca de más gente. Todos habían regresado a sus casas después de
que hubieran llevado a Olivia a descansar.
—Eres tan dulce y buen niño que casi resultas interesante. Ya eres un hombre, quédate esta
noche. Te enseñaré las fiestas de por aquí y, tal vez, puedas disfrutar de la compañía femenina que
tantas ganas tienen de probarte.
Para ser sincero hacía mucho que no salía de fiesta y le resultó atractiva la idea. Podía resultar
interesante.
—Pediré permiso a Lachlan.
Luke se golpeó la frente con la palma de la mano.
—Devorador, tienes mucho que aprender. —Rio—. No es necesario pedir permiso, eres un grato
invitado.
Después de reírse por querer pedir permiso no quiso decirle que tenía que llamar a Leah para
avisar que iba a retrasarse antes de que enviara a toda la base en su busca. No le gustaba
preocuparla y poco le importaba lo que el lobo tuviera que opinar a ello.
Sacó el móvil y envió un par de Whatsapp. Leah contestó casi de inmediato instándolo a disfrutar.
Eso alivió la sensación que tenía en el pecho de que hacía algo que no debía. Tras los recientes
ataques no veía con buen gusto el disfrutar.
—¿Mami ya te dio permiso para salir a jugar?
—¿No tienes a nadie más a quien atormentar? —se quejó Ryan.
Luke negó con la cabeza.
—Ahora mismo disfrutas de toda mi atención.
Para ser sinceros no se sentía afortunado. Aquel lobo siempre disfrutaba metiéndose con él,
sabía que no era para menospreciarlo, pero le hacía sentir incómodo. No obstante, aquel hombre
siempre le dedicaba unas palabras amables y se alegraba de sus muchas visitas a la manada.
—¿Y bien? ¿Te quedas? —preguntó Luke.
—Sí. Siempre que no sea una molestia.
El lobo gruñó muy suavemente, provocando que su pecho se alzara unos milímetros; un gesto
que no pasó inadvertido a los ojos de Ryan.
—Las mujeres se te van a merendar. Suerte que me tienes de guardaespaldas.
—¿Y si quiero que me merienden?
La sonrisa sórdida del lobo hizo que por poco se arrepintiera de preguntar.
—Disfruta y sé libre, Devorador. Las lobas de la manada pueden llegar a ser muy cautivadoras.
Negó con la cabeza.
—No busco enamorarme. Mi lugar es la base.
—Nadie dice que lo hagas, solo que disfrutes mientras sigas siendo el mensajero.
***
—Ve derechita a casa ya —ordenó Doc.
Leah asintió acabando de recoger un par de cosas que quedaban. No le gustaba irse con todo
por en medio a pesar de que Dane estuviera a punto de llegar. No deseaba dejarle faena extra al
siguiente turno.
—¿Dónde está el novato? Ya debería haber vuelto.
—Me ha dicho que le han invitado a una fiesta. Deja que disfrute.
Vio a Doc cabecear un poco antes de ponerse en el ordenador a teclear alguno de los cientos de
historiales que tenían por revisar.
—¿Ocurre algo? —preguntó Leah con el ceño fruncido.
Doc tardó unos segundos en contestar, fue como si meditase bien sus siguientes palabras. Con
unos movimientos casi hipnóticos, apoyó ambos codos en la mesa para dejar su cabeza rapada
entre sus manos.
—Las nuevas medidas de seguridad han hecho que la base no vuelva a ser atacada. Han sido
muchos ataques en poco tiempo… —Y quedó en silencio, como si la voz de sus pensamientos
fuera demasiado fuerte como para seguir la conversación.
Leah hizo un leve puchero. Soltó las cajas de gasas que había acumulado entre sus manos y tuvo
que aceptar que Dane tendría trabajo. Ella no podía seguir recogiendo y dejar a Doc perdido en su
propia mente. Casi podía sentir los engranajes moverse de un pensamiento a otro, buscando algún
tipo de concordancia.
Rodeó la mesa haciendo que Doc se apartara un poco de la mesa. Leah se sentó en su regazo y
lo miró a los ojos.
—A ver, pequeño. ¿En qué piensas?
Leah sabía bien que a Doc no le gustaba el contacto, no soportaba que otro ser tocara su piel. No
obstante, con ella tenía una relación especial y habían establecido una relación fraternal que les
ayudaba a ambos. Eran buenos compañeros. Lo mejor era que ya soportaba su toque sin ponerse
tenso.
—Cuando todo esto acabe tendré que abandonar la base.
El corazón de la humana dio un vuelco y casi se detuvo en seco.
—¿Y eso por qué?
—Sé realista. Cuando todos sepan quién soy no van a perdonar esa traición.
Leah cerró los ojos. Para ser justos, el secreto de Doc iba a trastocar a la base. Además, muchos
iban a sentirse dolidos al principio, pero tenía la esperanza de que comprendieran sus motivos.
—Lo acabarán comprendiendo.
Él negó con la cabeza provocando que Leah suspirara molesta.
—¿Crees que Dominick perdonará que te haya arrastrado con mi secreto? Tú vas a salir más
perjudicada que yo mismo. Estoy acostumbrado a alejarme de la gente.
Leah había pensado en ello más de una vez. No veía a Dominick tomando la noticia con una
sonrisa, tal vez estaría molesto unos días, pero lo veía capaz de perdonar el secreto. Su marido era
una persona comprensiva.
—No digas eso, lo van a entender, ya lo verás.
—Tienes que comprender una cosa, Leah, soy Anubis, dios de la Muerte. No soy el hombre que
crees. Te niegas a comprender que no soy solo lo que ves. Ha existido otro yo en el mundo y ahora
soy un leve reflejo de lo que fui.
Leah, acongojada, apoyó la cabeza sobre el hombro de Doc y se quedó en silencio unos
segundos, dejó que el tiempo los abrazara. Ninguno de los dos habló por miedo a romper el silencio
que estaban compartiendo. Una conexión única que compartían ambos sin siquiera saberlo.
—Yo escucho un corazón aquí dentro.
—Nunca he dicho que no tenga.
Las lágrimas se agolparon en sus ojos y luchó por retenerlas, firmes en su posición.
—No quiero que te vayas.
—Te quiero, Leah. Y toda la base lo sabe, pero les he traicionado conscientemente. La lucha con
Seth no acabará por arte de magia, los Devoradores debemos ser uno; toda la raza consciente de la
amenaza que presenta. —Doc tomó una leve respiración—. Mi padre sabrá de mí tarde o temprano.
Será en ese momento en el que todos odien quien soy y ya no podrás verme con los mismos ojos.
Leah negó con la cabeza secando sobre su camiseta sus lágrimas.
—Ojalá pudiera detener el tiempo y así conseguir evitarte el sufrimiento. Desearía permanecer
aquí y quedarme el resto de tu vida cerca. También me gustaría cuidar de Dane, no es mal tipo y
ahora con Pixie a su lado necesita mucha más ayuda. No obstante, tenemos que ser realistas, todo
eso no sucederá. Esos planes de futuro mi padre los destrozará.
Doc tragó saliva, incapaz de seguir hablando con un tono de voz normal. Su voz se profundizó
hasta el punto de ser lo más parecido a un gruñido.
—Quiero que sepas que si es necesario daré mi vida por vosotros. Y no es gran sacrificio si eso
os da una vida de paz y tranquilidad donde Camile tenga una vida feliz. Nunca supe porqué el
destino quiso que sobreviviera, ahora es cuando veo sus motivos. Debía seguir caminando en este
mundo para encontraros y ese me parece un buen final.
Leah suspiró entre sus brazos y se negó a hablar. Solo deseaba que Seth no acabara con toda su
familia. Únicamente deseaban paz y tranquilidad. ¿Eso era mucho pedir? No era capaz de
comprender el odio que les tenía.
—Te quiero, Doc.
—Y yo a ti, humana de las narices.
Ambos sonrieron, en el fondo se querían.
Alguien carraspeó provocando que Leah diera un respingo y mirara hacia la puerta. Dominick
había llegado y su cara mostraba sorpresa al verlos así. Sabía la relación que los unía a ambos,
pero aquella tesitura era más cariñosa que de costumbre.
—¿Todo bien? —preguntó Dominick frunciendo el ceño.
—Sí —contestó Leah sonriente.
Se levantó del regazo de Doc y se estiró la bata para evitar las arrugas que se habían formado.
—¿Sabes que puedo saber cuándo mientes?
Ella se sonrojó, a veces le costaba tratar con seres que no aceptaban ni una sola mentira
piadosa. Respiró cuando el pecado abandonó su pecho y alimentó a su marido, el cual ronroneó
levemente. Su voz era tan provocativa que Leah no pudo evitar gemir suavemente.
—A follar al monte —dijo Doc rompiendo el momento.
Ambos lo fulminaron con la mirada, pero este se mantuvo inamovible, de hecho, aquel doctor era
así.—
Cualquier día me doy la baja y te dejo a solas con todos los novatos nuevos —amenazó
sonriente.
Doc no se inmutó ya que sabía bien que era apenas imposible que eso sucediera.
Leah caminó hasta Dominick y se abrazó a su marido. Fue en ese momento en el que el olor a
tormenta inundó sus fosas nasales, ese olor era el suyo, el que tan bien conocía y el que provocaba
que todo su interior ardiese.
—Hannah está con la niña, podemos ir a buscarla un poco más tarde… —susurró Dominick en su
oído.
Su voz ronca por el deseo provocó que todo el vello se le erizara de golpe. Sí, ella quería eso.
—Chicos, por favor. Tratad de ser más discretos.
—Celoso —escupió Dominick divertido.
—Uy sí, me muero de ganas.
La ironía de Doc les arrancó una leve carcajada.
Dominick rodeó su cintura con un brazo y la apretó contra su cuerpo. Allí era donde se sentía
segura y protegida, era su hogar.
—Hasta mañana, Doc.
El susodicho asintió y siguió con los informes. Trabajaba demasiado y Leah deseó que el destino
le tuviera preparado algo mejor que ser el hijo de un Dios cruel y vengativo. Que el mundo le tuviera
preparada alguna sorpresa por el camino.
Caminaron hacia la salida, de la mano, siendo uno. El amor no había disminuido pasados los
meses, al contrario, se amaban hasta el punto que dolía.
—¿Doc está bien? —preguntó Dominick.
—Creo que sí —contestó Leah con sinceridad.
Él asintió con la cabeza de forma lenta y pausada.
—Está inquieto desde hace días.
—Su mente solo piensa en Seth.
El rostro de Dominick se endureció pensando en él y los últimos ataques que habían recibido.
Ahora el miedo era mayor desde que Camile había iluminado sus vidas. Además, en la base
también estaban el pequeño Jack y su hermano en camino. Los pequeños no podían vivir el horror
que Seth les tenía preparado.
—Todo irá bien, cariño —animó Leah.
—Lo conseguiremos, juntos.
De aquí a la posteridad eran uno solamente.