Cuando llamaron al timbre por tercera vez, Olivia supo que la persona que tenía en la puerta no
iba a irse. Aurah había resultado ser una persona demasiado obtusa y estaba a punto de enviarla
muy lejos si no la dejaba descansar.
—No quiero té, café o cualquier gilipollez que se te ocurra —dijo totalmente enfurecida cuando
abrió la puerta.
Y se quedó boquiabierta cuando en su campo de visión entraron Aurah y la nueva novia de
Lachlan.
—Esto es aún mejor —dijo sin ánimo.
Reprimió el impulso de volver a cerrar la puerta, pero no las invitó a entrar, de hecho, no soltó la
puerta bloqueando el espacio libre. Ellas no eran bienvenidas en aquella casa y no le importaba
decirlo alto y claro.
—¿Podemos entrar? —pidió Aurah educadamente.
—En realidad podríais moriros, pero dado que no me habéis hecho nada, lo dejaremos en un no.
No podéis entrar.
La nueva amiga especial del Alfa rio y eso la enfadó todavía más. Estaba cansada y no estaba
para ese tipo de cosas.
—¿Qué tienes en mi contra?
—Nada. Solo pretendo dormirme en el sofá, no creo que moleste a nadie con eso.
Pero el destino no quería que lo hiciera, puesto que la loba despampanante apartó la mano de la
puerta y se coló en su casa.
Olivia se quedó estupefacta y decidió salir de allí antes de perder la cordura.
Aurah fue en pos de ella y eso la desesperó. Miró al cielo como si buscase algún tipo de
explicación a lo que estaba ocurriendo, sin embargo no recibió respuesta alguna y decidió correr
todo lo rápido que pudo para alejarse de aquellas dos locas.
Corrió calle arriba pasando la casa de Lachlan, al mismo tiempo que las lobas la perseguían y
eso solo empeoró la situación, ya que Ellin, que estaba en el jardín, también se unió a la
persecución.
—¡Dejadme ya! —gritó desesperada.
Suplicó a su interior poder transformarse para poder ir todo lo rápido posible, no obstante, fue
incapaz de conseguirlo. Bufó frustrada y decidió poner al límite su cuerpo yendo lo más rápido que
sus piernas le permitiesen.
—¡Olivia, solo queremos hablar contigo!
Aquello era surrealista.
Estaba siendo perseguida por dos de las hermanas y la novia de Lachlan. Eso no ocurría ni en las
películas de comedia romántica. ¿Por qué tenía que sucederle a ella?
No se había metido con nadie, había trabajado duro y evitaba a toda costa relacionarse con
machos en las fiestas. Había sido una ciudadana ejemplar, no necesitaba que le dijesen algo sobre
la nueva relación de Lachlan o que se alejase de él.
¿Y si era una novia celosa y psicópata?
Aprovechando un cambio de dirección, Olivia saltó dentro de un jardín y se escondió tras unos
matorrales. Para esconder su olor removió un poco los arbolitos de su alrededor para que dejasen ir
su aroma y así despistar a las lobas.
Las vio pasar a toda velocidad en su busca. Genial, eso le daría una ventaja para regresar a casa
y apuntalarse dentro de ser necesario.
Un gruñido a su espalda la sorprendió. Alzó ambas manos a modo de rendición y se levantó todo
lo despacio que pudo.
—Tú eres la amiguita de Cody.
El que alguien pronunciase ese nombre la trastocó y abrió heridas que creía cerradas.
Cerró los ojos con angustia y giró sobre sus talones todo lo lentamente que fue capaz. Cuando lo
hizo se encontró con un lobo de mediana edad con una cicatriz de media luna en el rostro. Los
recuerdos la asaltaron de forma tan violenta que se creyó capaz de vomitar allí mismo.
Él había estado cautivo en las mismas instalaciones que ella. Era el prisionero que estaba tres
jaulas más allá de la suya.
—Tú estuviste con nosotros.
Asintió y Olivia bajó las manos. Él había sufrido lo mismo o más que ella en aquel espantoso
lugar.
—Tú eres la que se lo cargó.
Sus palabras fueron como un disparo en el centro del pecho.
—Yo no hice nada de eso.
Al parecer, su interlocutor no pensaba lo mismo.
—Claro que lo hiciste. De haberse venido con nosotros hubiera estado a salvo, pero no, tuvo que
irse contigo a la base de los Devoradores donde murió. Por tu culpa.
Aquel hombre no estaba en sus cabales y de todas las casas de la ciudad había tenido que
colarse justo en esa. La suerte no estaba de su lado.
—Hubiera dado mi vida a cambio de la suya —confesó.
Él no estuvo conforme con sus palabras, ya que negó con la cabeza al mismo tiempo que se
frotaba la barba.
—Era un buen hombre y hubiera sido mucho mejor tu muerte que la suya.
Olivia comenzó a sentirse molesta con la conversación. Aquel hombre era muy extraño y no
comprendía del todo lo que trataba de decirle.
—Comprendo que puedas sentir su muerte, pero ¿a ti qué te importa lo ocurrido?
—Porque estuve a su lado desde el primer día. Nos cazaron al mismo tiempo y fuimos amigos y
compañeros de pelea todo ese tiempo. Y todo cambió cuando te vio entrar, ya le dije que solo se
trataba de un coño más, pero él no lo vio así. Fuiste su perdición.
Puso los ojos en blanco. Lo mejor era irse antes de acabar peleando, no quería discutir con un
hombre con el que no ganaría ni perdería absolutamente nada.
—Yo le advertí y no me escuchó. Además, estaba casado y eso poco os importó —hizo una leve
pausa—. ¿Te dijo el nombre de su mujer? Alma. Hablaba de ella a todas horas.
El recuerdo de esa mujer le erizó los cabellos de la nuca, ella había sido dulce y amable muy a
pesar de todo lo que había vivido.
—Lo nuestro fue algo distinto. Tú y yo sabemos que sin el cautiverio nunca se hubiera fijado en
mí. Aquel hombre gruñó en desacuerdo a sus palabras. Olivia retrocedió unos pasos hasta chocar
con la espalda en el muro. En aquellos momentos la idea de haber sido alcanzada por las hermanas
de Lachlan no la desagradaba.
—¿Sabes? Mi caso fue algo similar.
“Ay, madre. Me tocó el más loco de toda la manada”. Pensó buscando algún tipo de escapatoria.
—Yo luché por mi mujer, me esforcé por ser fuerte y sobrevivir. ¿Y qué ocurrió? Que cuando
hablé con las chicas del club “Diosas Salvajes” me contaron que mi mujer había sido asesinada. Y
que su lugar había sido ocupado por Leah, ¿te suena?
Olivia miró al cielo suspirando.
“¿No podían haber más coincidencias?” Gritó interiormente.
No podía quedarse allí y seguir escuchando, así que giró sobre sus talones y, cogiéndose al
muro, saltó fuera de la propiedad. Arrancó a correr como si la vida le fuera en ello.
Pronto se percató que así era ya que el lobo desquiciado aulló al cielo en señal de cacería y se
transformó para salir corriendo a perseguirla.
—Hoy me tendría que haber quedado en la cama.
Y se instó a correr como no lo había hecho nunca.
No obstante, por muy rápido que fuera no era comparable con un lobo a cuatro patas y menos en
una calle sin escondites posibles.
El lobo le dio alcance rápidamente.
Cuando sintió sus fauces a punto de impactar en sus piernas, Olivia saltó hacia atrás y cayó de
puntillas sobre el hocico del lobo para rodar hacia el lateral de su cuello.
El animal la golpeó duramente aplastando su caja torácica y dejándola sin respiración. La joven
se recompuso como pudo y se alzó rápidamente alejándose del cambiaformas que había decidido
darle caza.
Estaba enfadado con ella por la mala suerte que había tenido en la vida, pero ella no había tenido
una mejor.
El mundo la odiaba por todo lo que había hecho. Alma había perdido a su marido, Leah a
Dominick, ella cargaba con la culpa de la muerte de Cody y también por no haber sido más especial
para Lachlan que un simple polvo.
¿Eso le importaba a alguien? ¡No!
Todos la culpaban de algo sin ser conscientes del dolor que arrastraba en su alma y estaba
cansada.
Estaba cansada de las pesadillas recordando a un amor que jamás volvería, de las palizas, de los
golpes esperando que Leah estuviera bien. Del recuerdo de ver morir a su cuñado, del odio
destilado en los ojos de su hermana, de la separación de Lachlan, de las súplicas en la puerta de la
base para poder ver a su sobrina. Estaba tan agotada mentalmente que no sabía cómo podía seguir
cuerda.
O, tal vez, era la loca y los demás tenían razón: era culpable.
El lobo se tiró sobre Olivia y logró tomarle de las fauces para detenerlo en seco. Él se sorprendió
por su fuerza, pero no cejó en su empeño.
Su aliento golpeó su cara, estaba tan sediento de su sangre que no iba a parar hasta que
consiguiera dañarla.
Con rabia, Olivia le dio la vuelta y lo lanzó lo más lejos que pudo. El cambiaformas golpeó el suelo
en repetidas ocasiones antes de detenerse en el asfalto.
No habían elegido el momento adecuado para acabar con ella. Ya se había cansado de ser el
saco de boxeo del mundo y quería devolver los golpes. Si buscaba su muerte tendría que ganársela
a pulso para conseguirlo.
Allí la habían entrenado y había acabado con decenas de hombres que habían entrado en el ring
en busca de gloria. Los humanos creían que podían matarla por ser mujer y no reparaban en su otra
forma, más temible y peligrosa. Al final todos suplicaban, pero si querían seguir viviendo debían
acabar el trabajo.
Había sesgado vidas y se había fortalecido vertiendo la sangre de otros.
Si eso era lo que buscaba ese lobo iba a dárselo.
—No quiero pelear contigo —le advirtió.
La gente había comenzado a amontonarse alrededor, pero ninguno se atrevía a detener la clara
desventaja a la que estaba siendo sometida.
Eso le hizo creer que ellos también la culpaban, como hacía el resto del mundo de las muertes
que habían sucedido los últimos meses.
Apretó los puños con rabia.
Una gota sobre su nariz la distrajo y miró hacia el cielo. Había comenzado a llover y no se había
dado cuenta hasta ese momento. Sin saber bien el motivo alargó una mano y dejó que las gotas
mojaran la palma de su mano.
Resultó ser reconfortante.
El lobo se abalanzó sobre ella y Olivia lo esquivó lanzándose al suelo. Sus manos se dañaron con
el contacto contra el asfalto. Se levantó y se las miró.
¿Por qué tenía que sufrir siempre la misma persona? ¿Por qué tenía que ser siempre ella?
Gruñó fuertemente y su labio se alzó levemente mostrando sus dientes. Eso no intimidó al lobo,
pero sí le indicó que estaba jugando a un juego peligroso.
Su loba comenzó a picar en sus manos, cosa que agradeció. No podía transformarse siempre
que quisiera, pero surgía de las sombras cada vez que un sentimiento fuerte la abrazaba. Eso le
daba esperanzas para poder controlar el cambio algún día a su voluntad.
—Si vuelves a atacarme no pienso controlarme —advirtió.
Lo vio asentir ligeramente y volver a atacar. Justo en ese momento fue consciente de cómo su
cuerpo cambió apenas sin dolor. Aceptó el cambio a loba de una manera fluida, sus huesos se
estiraron y su piel mutó sin necesidad de rasgarse y sangrar.
Cayó sobre sus cuatro patas justo a tiempo para tomar al lobo por el cuello con su boca y
revolverlo fuertemente.
Cuando notó algunos huesos ceder con su ataque lo volvió a tirar lejos de ella.
Ninguno de los presentes movió un dedo para detenerla, quedaron allí observando la escena.
Olivia ya había tenido suficiente y se alejó caminando hacia su casa. Los espectadores se
apartaron dejándola pasar.
Un gruñido a su espalda le indicó que no había tenido suficiente. Devolvió el sonido y se giró para
encararlo duramente.
Y se lanzaron el uno contra el otro de forma totalmente descontrolada. Las dentelladas cruzadas
dolieron y Olivia se aseguró de hacer el máximo daño posible cada vez que mordió el cuerpo de
aquel loco.
Notó la sangre de su contrincante como tantas otras veces había hecho en el ring y no le importó.
Si quería morir así ella pensaba darle ese tipo de consuelo.
Lo empujó fuertemente y él perdió el equilibrio cayendo sonoramente al suelo. Jadeaba a causa
del cansancio y ella suplicó al cielo que no viniera a atacarla más. Pero no sucedió, volvió a
levantarse.
Aquel pobre desgraciado buscaba la muerte con tanto ahínco que la enfadó.
Saltó sobre ella y el cuerpo de Olivia se tornó humano, nuevamente con una fluidez increíble.
Rodó debajo del lobo hasta sobresalir por la parte del morro y enroscar sus brazos en el cuello.
Apretó fuertemente y cortó su respiración.
Él graznó buscando la forma de liberarse, pero ella apretó los pies contra el suelo para anclarse y
tener más fuerza para presionar su agarre.
—¿Esto es lo que querías? —le preguntó fuera de sí.
Los siguientes segundos fueron en silencio, viendo cómo se debatía entre la vida y la muerte
mientras ella no soltaba su agarre.
Estaba dispuesta a cruzar la línea una vez más. Por todo el dolor causado, por odio y la pena que
todos sentían por ella. Porque ya estaba cansada del mundo e iba a pagárselo de esa forma. No le
importaba nada más que ese momento de rabia y agonía.
—¡DETENTE!
El grito de Lachlan cruzó el aire cómo lo hacía un rayo durante una tormenta.
Olivia alzó la vista y comprobó cómo se habían apartado para dejarlo pasar, totalmente desnudo,
y la miraba fijamente.
¿Y ella qué hizo?
Soltó el agarre que ejercía sobre su oponente y lo dejó caer en el suelo. Ahí estaba obedeciendo
a un hombre que no quería saber nada de ella. Le debía lealtad y su cuerpo se lo exigía, había
aceptado que él era su Alfa.
—Si vuelves a acercarte a mí te despedazaré —susurró lo suficientemente fuerte como para que
todos los presentes lo vieran.
Abrió los brazos y sonrió.
—Ahí lo tienes. Que lo disfrutes —dijo amargamente.
Giró sobre sus talones y caminó hacia el bosque. Nadie habló o trató de cortarle el paso. Dejaron
que se fuera lejos de todo aquel caos.