"El Alpha "

❤Capitulo 26❤

Lachlan cargó con Olivia en sus brazos hacia el interior de su casa. Al pasar el marco de la puerta
le dio un ligero coscorrón y se disculpó rápidamente. Ella no pudo más que frotarse la parte dolorida
y restarle importancia.
Con un puntapié cerró la puerta, pero no controló la fuerza y el portazo fue de tal magnitud que
supo que medio vecindario se había enterado.
Desventajas de ser lobos y oír demasiado bien.
—Ups… esto del rollo del príncipe azul no se me da bien —confesó.
—Suerte que yo quería el verde.
Una sonrisa amplia adornó el rostro del lobo. El cual buscó el camino hasta su habitación para
depositarla suavemente sobre el colchón.
—Te haría mil cosas, pero tenemos un ligero problemilla.
—¿Cuál?
—No traigo protección. En este traje tan molón y ceñido no había lugar para un bolsillo —dijo
señalando su desnudez.
Olivia negó con la cabeza casi al borde del ataque de risa. Se levantó y fue hacia la mesilla de
noche que tenía en el lado derecho de la cama. Tras rebuscar un poco sacó una caja de
preservativos precintada.
Eso sorprendió enormemente a Lachlan, el cual se dejó caer sobre la cama y gateó hasta ella.
—¿Desde cuándo los tienes?
—No me hacías caso y quería ser una chica preparada por si pasaba algo.
Lachlan se apoyó en sus manos.
—Claro, una urgencia. Apagar un fuego a base de preservativos llenos de agua.
Olivia colocó una mano sobre su frente y lo empujó, obligándolo a rodar sobre la cama para
hacerle sitio. Ella se sentó delicadamente de espaldas al Alfa, momento en el que él pudo ver la
cantidad de cicatrices que llenaban su cuerpo.
Tragó saliva abrumado por el número que había y por su significado. Había peleado muy duro día
a día y con lo rápido que curaba su raza debían haber sido muy profundas para dejar algún tipo de
marca.
Acarició con un dedo cada marca esbozando sobre su espalda una especie de mapa ficticio.
Aquella mujer era mucho más fuerte de lo que había calculado y su cuerpo era la clara evidencia de
ello.
De golpe reparó en el detalle de que ella estaba petrificada siendo inspeccionada. Tal vez sentía
miedo al rechazo, como si hubiera alguna cosa que pudiera espantarlo lejos de su cuerpo, su cama
y su alma.
Besó con dulzura la primera cicatriz para continuar con el resto. Dibujó placer donde una vez
hubo dolor y miedo. Pensaba cambiar todo lo malo que había habido en su vida y transformarlo en
algo bonito.
Cuando acabó tomó de sus manos la caja de preservativos.
—Voy a tener que contar si están todos los condones. Y como sepa que los has usado con otro
que no sea yo pienso merendármelo.
—¿No decías que te alegrabas de que yo fuera feliz? ¿Y si lo fui en ese momento?
Lachlan frunció el ceño, pensativo. Respondió con un ligero mordisco sobre su hombro y tiró de
su cuerpo hacia atrás dejándola caer sobre el mullido colchón.
—Hemos quedado que no soy un príncipe, no esperes esas cosas de mí.
—Tal vez debería ponerte a dormir. Dado que eres Caperucita significa que eres una niña y
tendría que arroparte y dejarte descansar.
Él cayó sobre ella con suavidad, pero cubriéndola por completo. Acabó de subirla y se coló entre
sus piernas.
—Esa es la parte que no explican en el cuento.
—¿Cuál?
Él se entretuvo tomando sus pechos entre sus manos, masajeándolos y torturándolos a la par que
gozaba escuchándola gemir. Solo cuando estuvieron lo suficientemente sonrojados los pellizcó
produciendo dolor y placer al mismo tiempo.
Olivia respondió arqueándose de placer.
—No explican que Caperucita ya estaba crecidita y ya conocía los placeres de la carne —rio el
lobo suavemente.
—Muy espabilada estaba esta niña.
Él asintió satisfecho con lo que estaba consiguiendo. Llevó su boca a uno de sus pezones y lo
succionó con fuerza, colmándose de él hasta dejarlo inflamado por el placer recibido.
—Mucho.
Una de sus manos abrió sus labios vaginales lo justo para darle paso. Lachlan cayó como un ave
rapaz sobre su sexo y gruñó al sentir su sabor en su boca. La tomó fuertemente de las caderas y la
mantuvo inmóvil mientras se saciaba de ella.
Olivia sintió que su cabeza daba vueltas como en una especial, no sabía qué sentir en aquellos
momentos. Él la estaba torturando de tal forma que sentía que estaba a punto de desmayarse allí
mismo y no podía hacerlo, necesitaba quedar consciente para poder seguir sintiendo.
Su boca torturó la entrada de su sexo durante unos largos minutos, follándola con la lengua
duramente. La joven no fue capaz de contenerse cuando el orgasmo llegó y la asaltó con fuerza.
Tomó a Lachlan del cabello y lo apretó ligeramente contra sí misma para que no se detuviera
mientras el placer la golpeaba.
Fue el orgasmo más fuerte que había sentido en toda su vida y la dejó totalmente aturdida.
—Debo decir que tienes un coño muy bonito —dijo Lachlan apuntándola con un dedo sonriendo
entre sus piernas.
—Gracias, me vino así de serie —bufó ella.
Él pellizcó suavemente uno de los labios y tiró de él agitando la carne, provocando una sensación
extraña.
—Pues doy fe de que es perfecto y que lo hicieron a mi medida.
—Eso no es verdad —puntualizó Olivia.
Vio cómo se ofendía a la par que subía hacia arriba agazapado, como un animal acechando a su
presa. Cuando estuvo sobre su boca la tomó sin miramientos y saboreó su interior con su lengua.
Ambos gimieron en el interior del otro.
—Te aseguro que puedo demostrar que este coño lo hicieron pensando en mí.
—Demuéstramelo —retó.
Olivia salió de debajo de él yendo a buscar la caja de preservativos que habían perdido durante el
frenesí. La tomó y se la lanzó directa a las manos.
Mientras él se entretenía desprecintándola y abriendo uno para colocárselo, Olivia gateó hasta su
miembro y se lo metió en la boca.
Lachlan se detuvo en seco y aulló de pura felicidad. Bombeó en su boca sin llegar a ser violento,
disfrutando de las caricias que le proporcionaba su lengua. Casi se sintió desfallecer allí mismo,
hacía meses que soñaba con tenerla toda para él.
La obligó a soltarlo y la tomó por la barbilla, la besó y estando a escasos centímetros de su boca
le preguntó:
—¿Te acuerdas de cómo se llama?
—Te gusta mucho hablar de tu polla ¿no? Supongo que es por el poco uso que le has dado.
Ahora sí había cruzado la línea. Se colocó el preservativo y se tumbó boca arriba en la cama. No
le dio tiempo a reaccionar que la tomó por las caderas y la sentó justo encima, pero sin penetrarla.
Si quería placer, debía buscarlo ella solita.
—Eres todo mío —gruñó con las pupilas de los ojos completamente dilatadas.
Asintió dándole la razón. Eso es lo que era, suyo, totalmente para que ella hiciera lo que quisiera.
Se sentía como un muñeco en sus manos y no se arrepentía de haber dado el paso por fin. El único
lamento que encontró fue no haberlo hecho antes.
Con fuerza se sentó sobre él, tomándolo hasta lo más profundo de su cuerpo. No supieron decidir
quién había sido el que más había gritado en aquel momento.
Olivia lució una sonrisa única, una que no iba a olvidar en la vida y comenzó a montarlo. No quiso
ser dulce o suave, fue perversa, montándolo duro y rápido buscando su propio placer y
proporcionándole uno inimaginable.
Lachlan perdió la capacidad de hablar y no le importó. Se comunicó con gruñidos y jadeos
mientras la tomaba de la cintura viéndola entrar y salir de su cuerpo. Era un manjar digno de un rey
y no iba a compartir ese tierno bocado.
Ella llegó de forma abrupta, parando en seco el movimiento y sonriendo cuando el orgasmo la
absorbió. Él notó los espasmos apretarle y no pudo más que sonreír ampliamente.
Y, entonces, llegó el momento en el que el lobo la invitó a bajar de su cuerpo para tomarla desde
otra postura. Olivia se negó en un principio, pero se lo permitió al final. No deseaba que saliera de
su cuerpo y ardía en deseos de seguir jugando.
Él le tomó una mano y la guio fuera de la cama. Ahí, colocó una de sus manos sobre su hombro
derecho e hizo que la otra le agarrase la cintura. Una vez la tuvo agarrada a su cuerpo, le subió la
pierna derecha con sumo cuidado y entró en su cuerpo lentamente.
Fue algo íntimo y dulce, ambos sin perder el contacto visual del otro. Sintiendo como sus cuerpos
se fundían proporcionándoles el placer que tanto ansiaban.
Lachlan la tomó del trasero con ambas manos. Eran tan grandes que, cada una, pudieron abarcar
cada nalga. Allí apretó ligeramente hasta clavar sus uñas. Ella gimió de placer y se acercó a su
cuello.
No solo lo besó y saboreó, sino que, en un momento dado, sintió la enorme necesidad de
morderlo. No quería hacerle daño, pero sentía la necesidad de tomar su piel y que él sintiera sus
fauces humanas.
Lo hizo provocando que él la levantase con ambas manos y comenzara a bombear duramente en
su interior. Al parecer había encontrado un punto secreto donde poder tocar y producir mucho más
placer.
Y lo explotó, besándolo, lamiéndolo y mordiéndolo hasta que casi lo escuchó suplicar que se
detuviera porque iba a llegar al clímax.
Hizo caso omiso a su petición y continuó hasta que vio como Lachlan echaba la cabeza hacia
atrás y gemía duramente al mismo tiempo que el placer explotaba por todo su cuerpo.
No la soltó en ningún momento, la mantuvo en el aire jadeando y silabando mientras luchaba por
respirar. Pasados unos segundos ella quiso cerciorarse de que todo estaba bien. Apareció ante sus
ojos con semblante preocupado y preguntó:
—¿Estás vivo?
—Por los pelos.
Ambos cayeron sobre la cama y se colocaron cómodamente. Había sido un momento fuerte e
intenso, pero, sobre todo, suyo.
—¿Ves? Así tendría que haber sido nuestra primera vez y no en un coche prestado, pero como
no soy príncipe te aguantas y disfrutas de lo original que soy.
Sí, ese humor era su firma y disfrutaba de él.
Olivia tomó una almohada y la colocó sobre su rostro, apretó levemente mientras reía sin parar.
—¿Alguna vez callas?
—Solo cuando tengo la boca entretenida —contestó él.
Retiró la almohada y se encontró con el hombre más sexy del mundo contemplándola como si
fuera una obra de arte.
—¿Quieres un chicle y así te callas?
—Prefiero que me des el pecho, me entretengo mucho más y es más educativo porque se
aprende anatomía.
¿Quién podía aburrirse a su lado? 




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