"El Alpha "

❤Capitulo 30❤

—¿No es cierto que quieres a mi hermano? —preguntó Aimee.
Seth asintió.
—Por supuesto que sí, pero ese detalle solo es una parte de mi plan. En realidad, no tengo ni
idea de dénde está su corazón. Y la foto que viste de Alma era un cebo. Debía hacer que te
quedaras entre ellos para mantenerla a salvo de mí. Sabía que cuando supieras que la chica de la
foto era una humana protegida por los Devoradores te quedarías con ellos guardando el secreto.
Se sintió estúpida por caer en la trampa.
—No pienso llamarle —sentenció lentamente.
—Lo sé. Sé la pura lealtad que profesas a tu hermano. Por ahora no insistiré.
El sonido de muchos espectros en las murallas de la base se hizo presente. Habían acudido a la
llamada del amo y este pensaba organizar una carnicería.
Todos pudieron comprobar cómo no se movieron ni un ápice, se limitaron a rodearlos y esperar.
—¿Piensas hacer la purga hoy?
Seth asintió.
—Pero no pienso mancharme las manos con ello. Los pocos que sobrevivan hoy serán los
idóneos para formar parte de mi ejército.
Ella trataba de ver qué es lo que tenía preparado para aquella gente y no era capaz de verlo.
—¿Y si le pegan una paliza a tus preciosos espectros?
Seth caminaba en círculos, regodeándose y disfrutando del momento a partes iguales. Disfrutaba
con la idea que solo el supiera lo que estaba ocurriendo.
—No importa, tengo algo mejor.
Materializó una daga en sus manos y la señaló con ella.
Aimee perdió el color de su rostro sabiendo que su corazón acababa de detenerse. El plan de
Seth se formó en su mente y se sintió estúpida de no verlo venir. Él la había metido en la base con
un único propósito.
Por ese motivo no la había asesinado aquel día. La respuesta llegaba demasiado tarde para
responder.
—Creo que no ha pasado el tiempo suficiente como para que hayan crecido tus alas, ¿me
equivoco?
Ella no contestó, lo que corroboró su afirmación. Aún no estaba al cien por cien de su fuerza y
ese era el detalle clave.
Él había sido muy astuto y Aimee sintió que la humillación quemaba por dentro.
Con auténtica desesperación miró a su alrededor en busca de alguna forma de escape, al no
encontrarla supo que el final estaba cerca. Jadeó cuando el miedo se hizo tan latente que sintió que
temblaba como una hoja.
—¿Ves lo mismo que yo? —preguntó totalmente fascinado con su obra.
Sí, ahora lo veía. Demasiado tarde.
—¿Y si lo explicamos un poco? Solo para que nuestros amigos sepan lo que está ocurriendo.
Casi puedo ver sus cabecitas elucubrar miles de teorías, pero debo adelantar que ninguna se ajusta
a la realidad.
Señaló a la diosa como si de un trofeo se tratase, triunfante, como si el mundo entero estuviera
en sus manos.
—Solo existen dos diosas en la Tierra condenadas a vagar entre mortales toda la eternidad —
comenzó a explicar—. ¿Por qué la elegí a ella? No solo por la conexión especial que tiene con el
dios de la Creación sino por un detalle que marca la diferencia.
Y los detalles en una guerra siempre eran importantes. Giraban la balanza en un lado u otro en
función de sus cartas.
Seth tenía póker de ases.
Llevaba minutos caminando como un buitre alrededor de su presa hasta que se detuvo ante
Chase y Nick, los cuales lo miraban confusos por lo que estaba ocurriendo. Habían tratado de
derribar, sin éxito, la barrera y comenzaban a prepararse para el ataque inminente de los espectros.
Dos grandes espectros se materializaron ante Aimee. Ella invocó sus espadas, no pensaba
dejarse vencer.
Había caído en sus juegos, pero eso no significaba que se lo fuera a poner fácil.
Luchó contra sus espectros hasta conseguir cortarlos por la mitad y vencerlos. Acto seguido
aparecieron dos más. Él tenía lacayos para perder y tiempo suficiente para esperar que se cansase.
Un plan perfecto y sin fisuras.
Peleó duramente durante tanto tiempo que fue incapaz de no sentir el agotamiento llamar a su
puerta. Podía vencer a cientos de espectros que siempre aparecían más y más.
Los Devoradores estaban tratando de ayudarla, habían comenzado a atacar a los espectros que
los habían rodeado, pero no había nada que pudieran hacer para alcanzarla.
El miedo le apretó el corazón hasta rompérselo en pedazos. Era una diosa estúpida y había
pecado de arrogancia. Se había olvidado de lo mezquino que podía llegar a ser Seth, un dios que
había matado a sus propios hijos de sangre.
Sus espadas desaparecieron a causa del agotamiento, no podía permanecer consciente mucho
más y lo aprovecharon para tomarla de los brazos e inmovilizarla ante su amo y señor.
Aimee luchó por abrir los ojos, sentía su sangre entre sus labios y sabía bien que apenas
quedaban fuerzas en su dolorido cuerpo.
—Por favor, Seth… No lo hagas —suplicó desesperada.
—¿Hacer qué? Solo quiero mostrar al mundo quién eres en realidad.
Ella negó con la cabeza totalmente desesperada. Forcejeó con sus captores y no consiguió que la
soltaran.
Entonces miró a Chase y comenzó a llorar.
—Vete —le pidió.
—¡Oh! ¡Qué bonito está siendo este momento! Pasará a ser uno de mis recuerdos favoritos.
Balanceó el puñal que llevaba en sus manos, mostrándolo a todo el mundo. Ese iba a ser su
arma elegida, una pequeña, pero efectiva.
Aimee hizo acopio de todas sus fuerzas tratando de orbitar, sin embargo aquella barrera se lo
impidió. Era demasiado poderoso como para escapar de sus garras y no quería morir allí por no
haber sido capaz de verlo a tiempo.
—Por favor… —Lloró al mismo tiempo que temblaba de puro terror.
Miró una última vez a Nick y Chase y gritó con todo el aire de sus pulmones:
—¡Idos! ¡Huid de aquí!
Ellos no se movieron de donde estaban y no cejaron en su empeño de lograr alcanzar al dios.
La joven gimió maldiciendo al mundo lo que estaba a punto de pasar. Sollozó y negó con la
cabeza mientras trataba de soltarse.
—¡Chase, por favor! —gritó desesperada.
Quería que la salvaran, que no la dejaran morir allí mismo y al mismo tiempo que huyeran. Si se
quedaban ahí iban a ser los siguientes.
—Siempre me ha gustado un buen drama y tú estás montando la perfecta escena. Eres brillante,
mi pequeña, Aimee.
Se acercó a ella y se detuvo a escasos centímetros de su cara luciendo una sonrisa perfecta.
—Y este cuento llega a su final, pero antes os explicaré lo estúpidos que habéis sido.
Seth levantó su mano libre tratando de llamar su atención y lo consiguió.
—Ella es mi caballo de Troya. Aprovechando vuestra debilidad coloqué a una pobre e indefensa
mujercita para que la cuidarais.
Aimee luchó y forcejeó entre gritos, se revolvió todo lo que pudo y solo consiguió hacerse daño.
—Esta dulce diosa esconde un secreto maravilloso. Y es que no puede morir. —Al pronunciar
esas palabras la apuñaló directamente en el corazón.
Aimee jadeó al sentir el frío atravesarla y gimió sintiendo como la vida se le escapaba de entre los
dedos. Todo fue demasiado deprisa, sin poder mirar a Chase por última vez y sin gritar nuevamente
que huyeran todo lo lejos que les fuera posible.
Los espectros la soltaron y cayó al suelo sin vida.
Seth se lamió los labios.
—Que nadie se preocupe por ella. Está perfectamente. —Ladeó la cabeza—. Bueno, lo estará
muy pronto.
Miró con auténtica satisfacción lo que acababa de conseguir.
—Esta preciosa diosa no vio venir lo clave que era para mis planes. Como he dicho
anteriormente, no puede morir, pero sufre una pequeña particularidad.
Se abrió de brazos obligando con sus poderes a que todos los Devoradores lo mirasen.
—Resurgir requiere demasiado poder y, al hacerlo, su lado oscuro toma el control de su cuerpo.
Cuando vuelva a abrir los ojos no será la Aimee que hayáis podido conocer algún día. Será una
nueva y mejorada versión de sí misma. Fuerte, invencible, con un poder inimaginable.
Se alejó unos pasos del cuerpo sin vida.
—Y hambre, tendrá mucha hambre. Llegados a ese punto no es capaz de reconocer el bien del
mal y siente un deseo ferviente de matar, destruir y alimentarse de todo lo que se cruce por delante.
Ella iba a ser la purga de su raza. Por ese motivo no iba a mancharse las manos.
Aimee despertaría con la sed de sangre característica de su maldición y arrasaría con aquel
estúpido lugar. Solo los fuertes tendrían alguna remota oportunidad de sobrevivir; si eso ocurría
significaría que serían dignos de su ejército.
—Me gustaría quedarme, pero no es mi ilusión enfrentarme a un dios puro. No sabéis lo
peligrosos que pueden llegar a ser y más uno desatado como lo hará ella. Espero que os divirtáis
jugando.
***
Doc no daba crédito a lo ocurrido. Su padre acababa de soltar una bomba nuclear sobre sus
cabezas.
No obstante, tenía una oportunidad de seguirlo y llegar hasta Leah, si es que seguía con vida. Por
mucho que quisiera a sus compañeros supo que necesitaba irse. Mucho se temía que su padre
acababa de reunir la última pieza de un rompecabezas que se había esforzado por mantener oculto.
Haciendo acopio de sus poderes, rastreó el reguero de magia que había dejado su padre y supo
encontrar su base.
Sorprendentemente estaba muy próxima a la manada de Lachlan.
No tenía tiempo que perder, corrió a casa del lobo y se encontró con una ciudad vacía. Había un
reguero de cuerpos por el camino.
Materializando una daga y gravó en el porche del Alfa la dirección del escondite de Seth.
Acto seguido tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para orbitar de nuevo. Era un poder que
todos los dioses tenían, pero que había oxidado por llevar demasiados siglos sin usarlo.
Blasfemó cuando apareció a medio camino y volvió a intentarlo.
Esta vez cayó en una especie de sótano plagado de jaulas.
Leah gritó su nombre.
Doc corrió hasta ella, pero escasos pasos antes se detuvo en seco. Había un espectro
custodiándola.
Pensaba matarlo para liberarla. Llegados a este punto nadie podía detenerlo y conseguir salir de
allí con la humana era un gran regalo que agradecería al destino.
—¡No lo hagas! —bramó Leah adivinando sus intenciones.
Doc frunció el ceño.
—¿Proteges a uno de esos seres? —escupió con ira.
Puede que su leve cautiverio la hubiera enloquecido, pero no llegaba a comprender cómo podía
ponerse del lado de un espectro.
—¡Es Dominick! —gritó con desesperación.
Doc dejó que sus poderes se desvanecieran en el aire. No podía creer que algo así fuera posible.
Él no podía ser el líder que creían muerto.
Caminó lentamente hacia él; el espectro alzó el mentón tratando de mostrar su rostro en la
penumbra de aquella sala.
Reconoció algunos rasgos faciales propios del que había sido su amigo durante muchos años. Su
corazón se encogió de dolor. Su padre, al fin, había conseguido que Dominick formara parte de su
ejército.
—¿Y qué ganamos protegiéndolo si está bajo las órdenes de Seth?
Leah negó con la cabeza.
—No, no tiene su control absoluto. Por eso me tiene aquí encerrada.
Doc tragó saliva y suspiró con pesar. Había llegado el momento más temido de toda su vida
desde que había visto a Leah por primera vez. Ser sincero con una persona que amaba más que su
propia vida y que perdería, aunque consiguieran salir con vida de aquel lugar. Se armó de valor
como pudo, esperando que el tiempo fuera benevolente con él.
—No solo te tiene aquí por eso —susurró.
—¿Qué quieres decir con eso?
Estaba ante el momento más duro de su vida. Uno que haría que su momento de paz se
esfumase para siempre.
—Hace tiempo te dije que cuando todo esto acabase tú también acabarías odiándome, ¿lo
recuerdas?
Ella asintió recordando la conversación que habían tenido sobre su secreto. El que fuera hijo de
Seth.
—He guardado un secreto más que no he sido capaz de decir en voz alta.
Leah estaba tan confusa que fue incapaz de hablar.
—Fue una sorpresa para mí verte en el club “Diosas Salvajes” y me causaste tal impresión que
tuve que acercarme. Hacía siglos que la vida no me sorprendía tanto.
Las piernas de Doc temblaron a causa de lo que trataba de decir.
—Dilo de una vez. ¿Eres el enemigo?
Esa acusación le dolió, pero no se lo reprochó. Dado todo lo que había ocurrido no era de esperar
una teoría así.
—No lo soy, aunque dudo que sigas confiando en mí después de esto. Y lo peor de esto es que
creo que Seth lo sabe, algo que me resulta aterrador.
—¡Dilo de una vez!
Leah lloraba como si fuera a vivir el peor momento de su vida y no estaba demasiado lejos de la
realidad.
—Eres la reencarnación de mi madre y creo que por eso no te asesinó cuando se llevó a
Dominick. Se dio cuenta de quién eres.
Vio como la humana quedaba visiblemente afectada, como si la acabaran de disparar en el
mismísimo estómago y se encorvó en busca de aire. Doc creyó morir en ese momento, jamás en la
vida hubiera hecho daño así a su Leah.
—¿Por eso te abriste conmigo? —preguntó completamente dolida.
Negó con la cabeza fervientemente.
Dominick les miró a ambos intermitentemente como si no lograra comprender nada de lo que
estaba ocurriendo. Se estaba enterando de que había tenido en casa a su enemigo. Él era hijo de
Seth y eso lo convertía en un traidor, un paria al que destruir.
—Es cierto que seguí viéndote al reconocer la esencia de mi madre, pero traté de ocultarla para
que nadie más la viera. Después conocí a la humana que había en ti y descubrí que no eres ella.
Puede que lleves su marca, pero no tienes nada que ver con mi madre. Eres fuerte, divertida y
alguien increíble que ha hecho que vuelva a amar después de tantos siglos.
Doc sintió tal desesperación que tuvo que respirar fuertemente.
—No me abrí a ti por lo que sabía sino por la persona que conocí. Salvo su esencia no tienes
nada que me recuerde a mi madre. Su carácter era muy diferente, hasta su físico. Es solo que en
otra vida lo fuiste.
Leah se sentó en el suelo a llorar. Sabía que había roto su confianza y su corazón. Acababa de
perder a la persona que más amaba en el mundo.
—Debo reconocer que ha sido toda una sorpresa, hijo mío.
La voz de Seth a su espalda hizo que sus piernas temblasen a causa de la impresión. Jamás en
sus siglos de huida se hubiera imaginado confesando ese secreto en voz alta.
Las luces del lugar se encendieron y no tuvo más remedio que enfrentarle.
—Reconocí a tu madre al tenerla cerca, pero a ti no te he visto venir —reconoció sorprendido.
El rostro del Dios viajó por miles de estados, la ira y la sorpresa fueron unos cuantos. Después de
tantos siglos volverlo a ver con vida resultaba increíble.
Los poderes de Doc lo blindaron, endureciendo su piel esperando cualquier ataque.
—Jamás en mis siglos por este mundo hubiera creído que seguías con vida. ¿Cómo lo hiciste?
Te enterré con mis propias manos.
El recuerdo los sacudió a ambos por distintos motivos. Uno había disfrutado de su matanza y el
otro acababa de ser traicionado por su propio padre.
Seth apenas era capaz de parpadear contemplándolo como si fuera a desaparecer.
—La próxima vez toma el pulso al cadáver que abandones en medio del desierto —escupió Doc
con ira.
Olivia apareció en la jaula de al lado. Uno de los espectros la había traído y soltado como si de un
pedazo de carne se tratase.
—Este va a ser un día glorioso y más ahora que sé que mi mejor hijo sigue con vida.
Seth había golpeado duro y esta vez había traído sus mejores cartas. El tiempo peleando contra
su raza lo había hecho más astuto. Ese era el padre al que tanto temía, el que ejecutó uno a uno a
sus hijos hasta exterminar su estirpe.
Ese era el Dios Egipcio que una vez los humanos veneraron. 




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