El Amadeus M

III

Ivana despertó y se encontraba aún en el suelo, rodeada de las personas del autobús. 

 —¡Es una exagerada!, les dije…— decía en tono prepotente la mujer del traje de plumas extravagantes.  
 Le preguntaron si estaba bien, ella respondió que sí, sin mencionar el golpe que se había metido al caer, volteó a ver al vagón de animales, pero no vio nada relacionado a lo anterior, y tampoco a Tommy. —Creo que ocupo pasar al baño a mojarme el rostro—, les dijo con nauseas y apartándolos, al entrar al baño, limpió su cara del polvo del suelo, dándose cuenta mientras se lavaba que, en parte de su vestimenta se encontraban unas pequeñas rupturas, parecían mordiscos pequeños. —Cada locura con la que sueño— se dijo ella misma.  

 —Perdón si la desperté, señora Jobs—. Dijo cuando regresó a su asiento. 

 —¡Y es poco!, quizá no llegue a los ochenta si permanezco más tiempo contigo en este tren 

Ivana comenzó a agarrarle odio, o frustración, una de las dos, pero sabía que no le soportaba mucho. —¿Sabe usted dónde está Tommy? 

 —¿Quién? — preguntó extrañada la señora mientras fruncía el seño. 
 —El joven Tomás, de mantenimiento del tren. 

 —Creo que estás quedando loca, chiquilla. Quizá te golpeaste demasiado duro. 

 Pero ella podía asegurar que no se había desmayado, ella sabía que había visto a este chico con su cabello lacio y camisa arrugada. También sabía que había visto a la señorita Baker mirarle extraño, pero por sentido común sabía que llegar a preguntarle “Oye, de casualidad ¿no me miraste raro mientras mecías a tu bebé”, porque lo más posible era que le abofetearla, o peor aún, no ponerle si quiera atención a la pregunta y repetir una vez más lo mucho que le importaba el chiquillo.  
 Después la cabeza me bajó de las nubes, aquellos niños jugando podrían haberle visto salir si acaso, así que pidió permiso para pasar a la señora Jobs, aunque esta seguía de quejosa. —Niños, parad el juego. Creo que pueden ayudarme—, les dijo, pero ambos seguían sin prestarle atención y continuando con su juego de piedras, papel y tijera. Ella bien quería descansar cabeza y mejor esperar al final del viaje, pero desde luego que la señorita Jobs tenía razón, se sentía como estar toda la vida, y toda la muerte incluso.  
 Así que relajó el cuello posándolo en el respaldo de su asiento mientras escuchaba los silbidos en el viento de la máquina del tren soltando vapor cada que echaban marcha. No obstante, la presencia extraña que atemorizaba el tren no la dejaba en paz, y eso se lo haría saber, en el vapor de la ventana, se vio la silueta de una mano humana, como si alguien desde el exterior se hubiera recargado en el vidrio de la ventana.  
 No tardó mucho para darse cuenta que apareció otra huella, y otra, y otra, y comenzó a seguirlas, ella sabía que era esto lo que —lo que sea que fuera— quería que hiciera. Las huellas la llevaron al segundo vagón, y después al tercero, donde se encontraban los animales; en el había jaulas con gallinas, con pequeños pollos, cerdos amarrados, era un chiquero. Incluso ahí las huellas seguían de manera más difícil de seguir. Pero estas huellas parecían llevarle al grupo de troncos, madera y leña que había en los últimos vagones. —¿Hola…?— decía ella mirando al vagón lleno de pura madera. 
 《Ssshhh》, chitó algo proviniendo desde aquellos arrumbados, viejos y comunes troncos de madera. De pronto, una mano, pálida, incluso verde, esquelética; se asomó. Se agarró de uno de los troncos y se quedó ahí un segundo: —Libérame— le dijo con una voz que se perdía con el viento, una voz digna de un muerto, de aquél que le había sido arrebatada el alma del cuerpo y solo le quedaba vagar buscando vida en los demás.  
 —¿Cómo quieres que te ayude? —, preguntó Ellie retrocediendo un paso de los troncos.  
 —¿Qué acaso no lo sabes?, este tren alberga el alma de cada persona a la que se le ha sido arrebatada. Ningún alma puede ni podrá salir de aquí sin ayuda de una persona viva. Ayúdame. Te lo imploro. 
 —¿Cómo puedo ayudarte? —, preguntó, pero ahora acercándose con curiosidad 
 —Yo te tocaré la frente. —Decía estirando el brazo hacia ella—. Y te prometo que todo seguirá con naturalidad, pero cuando bajes escucharás a alguien gritar tu nombre. Sólo di “ven conmigo” al aire, y mi alma saldrá de aquí. 
 Y esta vez sacó más el brazo, lo suficiente para apretar el de Ivana, la jaloneó, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para poder tocarle la frente. De pronto, Ivana, sintió una pesadez en el cuerpo, sintió algo distinto; comenzó a ver algo más que sólo troncos y un par de brazos asomados, pudo ver a una mujer que fue brutalmente aplastada y aprisionada por troncos; ella era trabajadora de mantenimiento en la central de Ohio, en una tarde había caído una enorme tormenta que había tumbado un árbol encima de las vías del tren, habían ordenado quitarlo lo antes posible, pero sus compañeros la dejaron sola trabajando. Después, fue demasiado tarde, escuchó el vapor de la chimenea echar su clásico sonido, pero el árbol le impidió pasar de manera rápida a la zona segura. El tren destrozó el árbol e incrusto en la piel de ella pedazos de madera, pedazos que atravesaron su piel y sus ojos. 
 Nadie supo explicarlo, se suponía que, no podía avanzar el tren, el conductor había bajado porque aún no le habían dado ordenes de avanzar a esa central, en esa ocasión, el tren avanzó sólo, como si se hubiera propuesto llegar a la siguiente estación. 
 
 



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En el texto hay: misterio, suspenso, tren

Editado: 01.07.2019

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