CAPÍTULO 8
Alejandro carga a Ginebra entre sus brazos, su semblante serio y sombrío lo hacen ver muy
hermoso y ella no puede dejar de verlo.
—¿Quee tanto estas mirando?
—Estoy tan débil que me sorprende que aun siga con vida.
—No eres la única sorprendida.
—¿Y que puede sorprender a un vampiro? — pregunta Ginebra curiosa.
—Tu resistencia a la muerte por ejemplo ¿Cómo puedes seguir viva después de ver mis
verdaderos ojos? Eres una humana muy rara, sin mencionar que eres una suicida.
—Tuu eres el raro, se supone que los vampiros no existen, eres famoso en el pueblo, una
leyenda que nuestros padres nos cuentan en los días de viento, el famoso monstruo del
pantano de Nil
—¿Tu familia te engaño y yo soy el monstruo? Jajaja, los verdaderos monstruos son
ustedes los humanos.
—Acabas de matar a un hombre…
—Si y fue delicioso, aun lo saboreo.
—¿Como puedes decir algo así?
Alejandro mira a Ginebra y apretándola contra su cuerpo le dice.
—Agárrate fuerte mascota —a una velocidad sobre humana Alejandro se lleva a Ginebra a
la sima de una montaña.
—¿Qué haces? ¿Esta apunto de amanecer?
—¿Te preocupas por mí? Buena chica — le dice Alejandro mientras sonríe.
—No es eso, es solo que el sol mata a los de tu especie ¿o me equivoco?
—No, pero antes de que salga el sol, quiero comprobar algo.
—¿Qué cosa?
El sol poco a poco comienza a darle vida al paisaje y el hermoso vampiro la mira fijamente.
—No apartes la mirada de my.
—¿Qué pasa? — Pregunta Ginebra confundida.
—¿No te duele nada?
—No… tus ojos son color carmesí, nunca había visto unos ojos así, paren las lágrimas de
un volcán en erupción.
—Imposible, es la primera vez después de mucho tiempo que veo a una humana a los ojos
sin quitarle la vida o causarle la locura. Sí que eres rara —Alejandro está sorprendido.
—Hace unos días vi un cadáver en el pueblo, me sorprendí tanto que el miedo me llevo al
pantano, sentí como si algo me estuviera llamando, no sé cómo llegue ahí, solo se que no
pude resistirme, siento que algo de ti me llama y no sé cómo explicarlo.
—Esto no puede ser, solo hay una explicación para esto y me reusó a creerlo, un humano
no puede vincularse con un vampiro, es imposible, ustedes no lo resistirían, incluso entre
nuestra especie suele ser difícil llevar acabo un vínculo, se necesita afinidad, una
compatibilidad importante..
—No entiendo lo que dices
—Es un tema antiguo que no entendería una criatura como tuu.
—Suena como si creyeras que soy estúpida.,
—Ignorante es la palabra —Alejandro mira fijamente a Ginebra, como si tratara de
descifrarla.
—¿Qué sucede?
—Es hora de irnos.
Ginebra y Alejandro salen de aquel lugar y se dirigen a la mansión del pantano y una vez
ahí ella queda impresionada al ver que el lugar está Casi Intacto.
—¿Por qué decidiste plantarte en este lugar?
—Fue una opción para nunca ser molestado.
—Estas rejas están casi calcinadas.
—Unos pueblerinos intentaron quemarme vivo dentro de la mansión, eso fue muy
divertido, fueron devorados y calcinados — dice Alejandro lleno de orgullo.
—¿Por qué no se sabía nada de ti hasta ahora?
—Acabo de despertar de un profundo sueño, el mundo ha cambiado mucho, si pudiera
decir algo diría que es casi nostálgico.
—Debe ser horrible despertar y ver que el mundo que conocías ya no existe.
—He vivido tanto que casi estoy acostumbrado.
—Yo no podría acostumbrarme a algo así, vivir por tanto tiempo.
El día es muy nublado, Ginebra se encuentra triste, esta recargada en un barandal, su
mirada se pierde entre la nada, hoy era el día de su boda, pero en su lugar estará Victoria la
cual se unirá en sagrado matrimonio con David.
—Es infiel de tu parte que pienses en otro cuando me perteneces —le dice Alejandro
alzando una ceja.
—¿Cómo sabes en que estoy pensando? ¿lees la mente o algo así?
—No es difícil adivinar en que piensas, tus suspiros te delatan.
—Mi hermana usara mi vestido de novia, ella me robo a mi prometido ¿puedes creerlo?
—Ella no te lo quito, el decidió irse con ella, sin pensar en el bastardo que llevan como
evidencia de su traición.
—¡No lo llames así! ese bebe no tiene la culpa de nada, ojalá me hubiese ahogado en ese
rio.
Las palabras de Ginebra molestan a Alejandro y la confronta.
—¡Ah! eres tan deprimente, si quieres ve a la boda y se la burla de todo el pueblo, se su
dama de honor, brinda por ellos, felicita a los novios y luego tírate de algún puente o
cuélgate de un árbol, eso sin duda te debe dejar satisfecha
Ginebra mira sorprendida a Alejandro, admira su firmeza al hablar.
—Eres el único que no me tiene ni una pisca de compasión — le dice a Alejandro mientras
sonríe triste.
—¿Y por qué lo haría? Eso solo te victimiza, la compasión es para los miserables
—¿Por qué dijiste eso?
—¿Qué cosa? ¿Bastardo? ¿victima? ¿miserable?
—Que yo era tu novia…
—Me complació ver sus caras confundidas, en especial la de tu prometido, además, tu serás
lo que yo quiera que seas.
—¿Y si me rehúso?
Alejandro se acerca a Ginebra acorralándola contra la pared.
—¿Acaso podrías?
—Bueno… recuerda que tus ojos no pueden matarme.
—Puedo matarte de muchas otras formas, de placer, por ejemplo, si quisiera te tomaría
ahora mismo y entre mis brazos te olvidarías de ese infeliz, solo me tendrías a mi en la
cabeza el dejaría de ocupar el lugar que le pertenece únicamente a tu amo.
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Editado: 04.09.2022