CAPÍTULO 24
Hoy se cumplen tres meses desde que Alejandro se fue, jamás se había tardado tanto en volver. Ginebra se dirige a la tienda de ocultismo de Beatriz, hoy comienza a trabajar en su
tienda de manera oficial, pero su mente no deja de pensar en aquella pelea con el vampiro.
—Me pregunto si se habrá marchado para siempre, tiene meses que no lo veo, debería estar aliviada de no verlo nunca más, pero me siento mal de haberme expresado así de un vínculo tan sagrado para los de su especie.
—Buenos días.
Ginebra llega por fin al local.
—Vaya, creí que no te presentarías a trabajar. —Dice Beatriz sorprendida.
—¿Por dónde empiezo?
—Ah… solo has a un lado la basura, arrincónala junto al tapete.
—¿Qué?
—¿Qué, de qué?
—Si hago eso no estaría limpiando, si no arrumbando la basura.
—Ay, entonces has lo que quieras —Beatriz voltea los ojos mientras bebe una cerveza.
—Dejare este lugar rechinando de limpio.
—Sí, sí, no vayas a romper nada, te estaré vigilando.
—Esta bien.
Ginebra se pone a limpiar, tiene el semblante triste y un tanto apagado, Beatriz la mira con atención mientras se dice a sí misma.
—No puedo creer que tenga a una Borgues trabajando en la tienda, a pesar de ser una chica mimada y que a kilómetros puedo notar que jamás ha agarrado una escoba en su vida, debo
admitir que es dedicada, la pobre ha sufrido mucho, se le nota en la cara, por eso no juzgo el desprecio que hay en su corazón, lo que su familia le hizo no tiene perdón.
Beatriz logra notar las marcas que tiene Ginebra en el cuello.
¿Qué tienes ahí? —Intenta tocarla, pero Ginebra le quita la mano.
—Es solo un piquete de araña.
En el momento que Ginebra le quita la mano, Beatriz siente una punzada en el cuello la cual se va a su cabeza.
—No puede ser…
—¿Estas bien? —Beatriz se desmaya por unos segundos y Ginebra la sostiene preocupada.
—¡Hiciste un pacto con un monstruo! ¡tu alma estáa unida a la de un ser maligno!
Beatriz tiembla, no puede creer que Ginebra esté unida a una esencia tan oscura.
—Yo no me equivoco… tengo la habilidad de ver mas allá de los ojos humanos, tengo el don de la clarividencia, con solo un rosé de tu mano, me dí cuenta de que estas unida aun espíritu que no es humano. ¿Por qué te uniste a esa cosa?
—No sé de qué me estás hablando. Ginebra trata de evadir el tema.
—Las marcas en tú cuello son… las marcas de un vampiro…
—Los vampiros no existen…
—¡Deja de defender a tu agresor! Grita Beatriz furiosa, —ese vampiro es el responsable de los asesinatos y desapariciones de este pueblo, dime una cosa, ¿acaso esa criatura no es el
monstruo del pantano de Nil?
—¡No! —Ginebra esta muy nerviosa, sabe que Beatriz ha descubierto su secreto.
—¿Por qué lo defiendes? Te obligó a unir tu alma con la de él, ¡te has vuelto su propiedad!
—¿Cómo estas tan segura de la existencia de esos seres? ¡Te dije que me picó un insecto!
—Mi nombre es Beatriz Alayon, provengo de una familia de brujas, con los años nuestros poderes se fueron debilitando, solo quedamos dos Alayon en el mundo, mi hermana María y yo. hemos sobrevivido gracias a la bendición de nuestros ancestros.
—¿Eres una bruja?
—El mundo es más oscuro de lo que imaginas, existen criaturas espantosas y temibles allá afuera, vampiros, brujas, bestias infernales por decir algunos, el hecho de que el rey de los
vampiros haya despertado significa que el caos y la muerte se aproximan y tú no te escaparas de eso, te vinculaste con una de las criaturas más antiguas y peligrosas que existen.
—¿De donde conoces a Alejandro? —Pregunta Ginebra intrigada.
—¿Así se llama ese monstruo?
—¿Tú también eres inmortal?
—Mi cuerpo no, pero mi mente si, cada vez que una Alayon muere, los recuerdos de su vida pasan a la siguiente generación, el conocimiento es transferido a la siguiente bruja,
pero el maldito rey vampiro contaminó nuestros cuerpos haciéndonos estériles evitando así que nos reprodujéramos, ese infeliz acabó con mi descendencia, su veneno nos condenó a vivir por trecientos años, me quedan cinco para desaparecer de la faz de esta tierra, eso si
ese maldito no nos asesina primero.
—¡Entonces estuviste en la época en la que Alejandro llegó a Valle de Cobre!
—Yo no vivía en este pueblo, pero cuando escuché los rumores de su asquerosa belleza, supe que era él.
—¿Y qué paso con tu hermana? ¿Qué fue de María?
—Esa es otra historia, es igual o peor que tú hermana la roba maridos, me avergüenza ser su melliza.
—Bienvenida al club.
—¿Cómo diablos no le has encajado una estaca a ese niño bonito? Si lo tuviera enfrente, le atravesaría el corazón como a una salchicha.
—Probablemente nunca lo vuelva a ver…
—¿A que demonios se debe esa cara triste? ¿no me digas que tienes el síndrome de Estocolmo?
—Hace tres meses que no se de él, creo que herí sus sentimientos.
—¿De que estas hablando? Esa cosa no tiene sentimientos, los vampiros son criaturas orgullosas, lujuriosas y posesivas, recuerdan que son muertos vivientes ¡no sienten nada!
—Tienes razón, él es todo eso, pero también siente soledad he indignación, se enoja y defiende lo que es suyo y abecés me da la impresión de que está triste.
—¿Qué? ¿esa cosa también te chupó el cerebro? —Beatriz le da unas palmadas en la espalda a Ginebra. —Ay Ginebra, la vida te ha zarandeado como al trigo, me da pena que ahora estes lidiando con ese vampiro.
—De hecho, creo que soy su mascota, bueno, era…
—¡Estás loca! Ya lo deduje y sin utilizar mi don de adivinación, estas completamente loca.
Beatriz se pone un abrigo, se dispone a salir.
—Iré a comprar unas hiervas, si llegan clientes, diles que regreso en un momento.
—Lo haré, no te preocupes. —Ginebra despide a Beatriz con una gran sonrisa.
—¿Por qué me sonríes? Caray, sí estás loca.
Beatriz se va dejando sola a Ginebra.
—Así que también existen las brujas, ¿En dónde te metiste rey de los vampiros? —Dice Ginebra cabizbaja.
#346 en Novela romántica
#152 en Chick lit
#50 en Fantasía
#38 en Personajes sobrenaturales
Editado: 04.09.2022