CAPÍTULO 30
El frio de una noche helada entume los huesos de Verónica y Clara, la cual va llorando en el camino.
—¡Deja de lamentarte! Me estás fastidiando, no perdiste nada importante así que límpiate
la cara. —Dice Verónica, sin una pisca de empatía.
—Nunca había estado con un hombre, fue la primera vez y nunca voy a repetirlo, quiero
vomitar, aun percibo el olor de sus dientes.
—Eso dices ahora, veras que la segunda vez será diferente, estarás con un hombre que te
guste y tendrás otra experiencia, así que no llores y mantén la compostura.
—Es que fue muy doloroso y desagradable…
—Sigue siendo leal a míi y te compensare por tu trabajo, ahora necesitamos concentrarnos y
entrar a la mansión con cuidado. —Entran cuidadosas para que nadie las vea.
Victoria está dando vueltas en su habitación llena de ansiedad y estrés.
—Ya se tardó mi madre ¿Dónde estará? —De repente Verónica y Clara, entran a la habitación.
—¡Mamá!
—¡Baja la voz! no quero que nadie me descubra.
—¿Cuál es tu plan? ¿qué haremos para que Bardos, no nos quite el dinero? —Pregunta Victoria
ansiosa por recibir una respuesta.
—Lo primero que debes hacer es seguir en cama.
—Pero ya me siento mejor.
—¡Ya lo sé! Debes fingir que sigues adolorida y enferma, el idiota de Bardos, no te correrá
en ese estado, es demasiado bueno como para echarte a la calle.
—Está bien, lo haré.
—Debemos ganar tiempo, mira ésto.
—¿Qué es?
Verónica le muestra un pequeño frasco con un líquido transparente.
—Esto es la solución a nuestros problemas.
—No entiendo.
—De algo puedes estar segura, un día tendrás que recuperarte y ese día Bardos te echara de
la mansión y nos quitará la ayuda económica, ese hombre nos odia más de lo que crees, y
con justa razón, fuiste una imprudente, echaste todo a perder, pero… ¿Cómo sería que el viejo comenzara a desmejorar lentamente? ¿que al cabo de dos meses callera en cama a causa de una misteriosa enfermedad? Y un día de la nada amaneciera muerto en su habitación, dejando como heredera de toda su fortuna a su pobre y desamparada nuera. Él
nos desprecia, pero el pueblo no tiene que saber eso. Solo así salvaremos el apellido Borgues y el patrimonio familiar, y todo gracias a esto.
—¿Es veneno? —Pregunta Victoria, temerosa.
—No pongas esa cara, ya mataste a dos personas.
—¡Mamá!…
—No te preocupes, Clara es de confianza, ella será la que se encargue de poner el veneno
en los alimentos de Bardos.
—¿Qué? ¡no quiero hacerlo! ¿Qué tal si me descubren?
—Eso no pasará, siempre y cuando seas astuta. ¿o acaso no puedes hacer eso? ¿no quieres
dejar de ser una sirvienta y convertirte en una mujer de sociedad? Si logras envenenar a Bardos, te haremos rica. —Dice Verónica, mirando fijamente a Clara.
—¿Y como sé que no van a engañarme?
—Vas a tener que arriesgarte y confiar en mi palabra.
Clara se queda pensando, dejar de ser una sirvienta significa dejar de ser explotada, abusada
y discriminada y no hay nada en este mundo que desee más que ser libre.
—Lo hare…
—Muy bien, mañana mismo daremos marcha al plan, así que ya lo sabes hijita, no sanes
pronto. —Verónica se despide de su hija con una gran sonrisa y se va dejando aliviada a Victoria.
—Haremos que este plan funcione, no seré una simple pueblerina, no dejaré de ser la señora de Landez.
Clara está cabizbaja y entra a su recamara sin hacer ruido y se mete al baño a lavarse, Selene se da cuenta y le reclama preocupada.
—¿En dónde estuviste todo el día? —Pregunta Selene molesta. —Tuve que hacer tú trabajo
¿Por qué desapareciste así? Tú no eres irresponsable, ¿Qué estás haciendo?
—¡Déjame! ¡tengo que asearme!
—Son las dos de la mañana, no necesitas bañarte, hace mucho frio.
—No es asunto tuyo, vete a dormir.
—¿Por qué estas llorando? Selene, mira detenidamente a Clara y ve que tiene moretones en
el cuello, pechos y piernas. —Clara… ¿abusaron de ti?
—No lo sé… Clara llora a voz en cuello.
—¿Cómo que no lo sabes?
—Tuve que hacerlo, no tenía opción, yo no quería, pero… —El llanto ahoga su garganta
enmudeciendo su voz.
—¿Quién fue el infeliz que abuso de ti? Conozco a alguien que trabaja en la policía, estoy
segura de que puede ayudarte y… —Clara la interrumpe de golpe.
—¡No! Nadie ayudara a una simple sirvienta como yo.
—¿Qué? Eso no es cierto. Selene trata de consolar a Clara y la abraza.
—Si fuera de una familia adinerada, seguramente me ayudarían, ese maldito seria ejecutado, pero soy una sirvienta, hija de otra criada, para alguien como nosotras, no existe la justicia, por eso debemos crearla con nuestras propias manos, aun que eso implique ensuciárnoslas. —El rostro de Clara, se ha endurecido, como si su inocencia hubiera
desaparecido y sido sustituida por la ambición y la venganza.
—No te entiendo, estas actuando muy extraño.
—Solo déjame en paz, necesito terminar de bañarme.
—Lo que dices no es cierto, sí existe la justicia, no te dejes engañar por lo que alguien más
te diga.
—Lo dices por que eres la favorita del señor Bardos. —sonríe irónicamente.
—Lo digo por qué sé que es verdad.
—Buenas noches Selene.
—Clara despide a su compañera cerrando la puerta con seguro.
Ésta noche se perdieron muchas cosas y una de las perdidas mas grandes, fue la bondad de
Clara, la bella sirvienta.
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Editado: 04.09.2022