CAPÍTULO XLIII
Selene, se toca el vientre mientras llora desconsoladamente en las escaleras, Clara, le da de comer en la boca a Bardos y la mira fijamente, siente que la maldice con la mirada.
—¿Le gusta la comida señor? —Pregunta Clara, con un rostro sombrío y añade
descaradamente —Mi mamá decía que debemos comer como si no hubiera un mañana, como si fuera su ultimo día, pero bueno, eran los dichos de una sirvienta así que no tiene importancia.
Bardos, le agarra la mano con fuerza y la mira fijamente.
—Tu madre tiene razón, come mientras puedas, mañana talvez no tengas la manera de llenarte el estómago.
Clara, se asusta y sale de ahí preocupada, en el pasillo se encuentra con Selene y esta no le dirige la palabra y se va directamente a la habitación de Bardos.
—¡Señor! —Bardos, ha vuelto a toser sangre y está sudando mucho —¡Por favor resista!
—Selene, comienza a llorar.
—Mi muerte está cerca… puedo sentirlo… —Bardos, está muy débil y le cuesta trabajo respirar sin dolor.
—Esto no es justo… —Solloza Selene, mientras se recarga en su regazo —Lo amo… Siempre lo he amado, debí decírselo desde hace mucho tiempo, pero no tuve el valor de hacerlo, usted es mi alegría y todos estos años a su lado han sido una bendición para mí, en
serio lo amo señor Bardos, más que a mi propia vida —Selene, llora llena de tristeza.
Bardos, acaricia tiernamente el cabello de Selene.
—Yo también me enamore de ti… pero no quería abuzar de tu joven corazón, la diferencia de edad me impidió acercarme a ti, nunca fue la diferencia de clases sociales, eso jamás me importó, no quería robarte tus mejores años, tenias mucho por vivir, pero te mantuve a mi
lado, te hice mi ama de llaves, mi confidente y mi amiga, amo tu sonrisa y tus ojos negros, adoro tus pecas y el lunar que tienes en el labio superior, lamento no haber sido valiente,
perdón por no haberte amado desde el principio, lamento irme así sabiendo que tú también me amas.
—Bardos…
Selene y Bardos, se besan mientras las lágrimas recorren sus rostros.
—Me iré tranquilo sabiendo que no los dejaré desamparados.
Han pasado dos días desde que Bardos, empeoró, Selene, se ha quedado en la habitación de Bardos, cuidando de él. Por otro lado, Ginebra, ha pasado dos noches con Alejandro, disfrutándose y amándose hasta el cansancio, están en la bañera, Alejandro, le cuenta sus increíbles historias de vida.
—Dime algo, ¿Las hadas existen? —Ginebra, pregunta ilusionada.
—¿Esos insectos brillantes? Sí. —Alejandro, pellizca las mejillas de Ginebra.
—Siempre quise ver una, cuando era pequeña soñaba con encontrarme a esa hermosa criatura diminuta y conocer su mundo lleno de magia y felicidad.
—¿Acaso no te basta conmigo? —Alejandro, se acerca a Ginebra y la sonroja.
—Tú eres más que suficiente —Ginebra, lo besa con ternura.
—Tendré que ir de cacería mañana, no me veras por unos días.
—¿De verdad? ¿Y no puedo ir contigo? —Pregunta entre pucheros.
—Ya te dije que es peligroso, prefiero que te quedes, cuando regrese vendré lleno de energía y tendrás que prepararte, no saldremos de la habitación en días. —Alejandro, suelta una sonrisa con picardía.
—Creo que tendré que sacrificarme.
—¿Qué te parece si hoy nos olvidamos de la ropa? Mañana saldré antes del amanecer, déjame recordarte tal y como estas.
—¿Por qué no me acompañas a la habitación? —Propone Ginebra, ansiosa.
El amor se respira en el pantano, pero en la casa Landez, se respira la muerte, Clara, le ha informado a Victoria, que Bardos, está agonizando, Bernardo, había ido a visitar a su querido amigo y mientras Selene, va a despedirlo, Victoria, aprovecha para entrar a la habitación de
su suegro.
—Mira nada más a quien tenemos aquí, al hombre más poderoso de Valle de cobre, el gran Bardos Landez, quien diría que terminarías postrado en esa cama, tienes la piel pegada a los huesos, maldito viejo decrepito jajaja, mírame, estoy tan sana como una manzana, nunca estuve enferma imbécil, ¿pensaste que podías humillarme? ¿Quitarme lo que por derecho me corresponde? Meterte conmigo fue tu ultimo y más grande error, claro, también fue idea de
mi madre y bueno también Clara, se prestó para envenenarte. ¿Qué se siente estar agonizando? Muy pronto el apellido Landez habrá desaparecido al igual que su decendencia y yo me quedaré con toda su fortuna.
Victoria, se acerca a Bardos y lo abofetea varias veces hasta que se cansa.
—Nunca voy a perdonar que hayas preferido a Ginebra —Victoria, jalonea a Bardos, del cabello. —Escúchame bien maldito infeliz, yo maté a tu hijo, a tu querido David, le disparé hasta que dejó de respirar, así que mándale mis saludos y…
Un fuerte ruido se escucha en el pasillo, un jarrón se ha caído alterando el corazón de Victoria, alguien la ha escuchado y ha salido corriendo de ahí.
—¿Qué fue eso?
Victoria, sale a revisar y Selene logra verla.
—¿Qué cree que está haciendo señora? Nadie puede entrar a esa habitación y menos usted.
—Ten cuidado de tus palabras criada apestosa, cuando mi querido suegro muera yo seré la señora de esta casa, así que más te vale hablarme con respeto. —Victoria, se le acerca para
intimidarla, pero Selene, no le tiene miedo.
—No vuelva acercarse a esa habitación a no ser que quiera que la saquen de esta casa.
—Victoria, se va molesta y azota la puerta de su habitación indignada.
Selene, se apresura y se dirige a la habitación de Bardos y lo que encuentra ahí, le destroza el corazón, Bardos, ha muerto, las palabras de Victoria, le provocaron un infarto, murió
frustrado, con un gran sentimiento de impotencia, sus ojos derramaron sus ultimas lagrimas y unos gritos desgarradores inundan la mansión Landez.
—¿Por qué está gritando así esa criada? Me eriza la piel, ¿será que el viejo por fin se murió?
Bardos, se ha ido para reunirse con su familia en el más allá, Victoria logró asesinarlo.
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Editado: 04.09.2022