El día por fin ha comenzado, Sila está al cuidado de los gemelos, una simple criada de
aspecto subestimado, tras esa apariencia angelical se encuentra una druida salvaje y
devota a su rey, Ginebra está junto a su padre el cual le sujeta las manos con ternura.
—Así que esa es la historia, has pasado por mucho ¿Cómo es que no me di cuenta? El
mundo en que vivimos es realmente grande. —expresa Víctor con serenidad.
—Lamento no habértelo dicho antes, me preocupaba mucho tu salud. —manifiesta
Ginebra con sinceridad.
—Gracias al polvo de perla que me diste me siento más joven y fuerte, es como si me
hubiesen devuelto la vida, además, no tienes por qué disculparte, esto no es fácil de
digerir, entiendo hasta cierto punto por qué me lo ocultaste, te confieso que estoy
emocionado y a la vez nervioso, emocionado de ser abuelo tan de repente, de ver a mi
hija vestida de novia y de saber que Alejandro te ama más que a su propia eternidad y
nervioso de no saber que nos deparara el futuro.
—Gracias por aceptar a Alejandro, por acepar a mis hijos a pesar de no ser humanos.
—Todo lo que viene de ti es hermoso ¿Cómo no iba a aceptarlos? —Víctor llora
conmovido y añade. —Aún recuerdo el día en el que te rompieron el corazón, estabas
destrozada y sentí que te habías muerto por todo el dolor que tu familia te causamos,
buscando la muerte encontraste el amor en aquel misterioso monstruo del pantano de
Nil, ahora tendré el honor de llevarte del brazo al altar con el vampiro que tanto amas.
—Sí, por fin se llegó el día. —expresa Ginebra conmovida.
A veces las cosas no salen como nosotros las planeamos, no siempre son como
queremos o imaginamos, no hace mucho la pena me había consumido, la depresión
me llevó al pensamiento suicida de entregarme al monstruo del pantano, aún recuerdo
la sensación del fango en mis pies, recuerdo la primera vez que lo vi, la primera vez
que escuché su voz, en mi memoria están las veces que me salvó la vida, que me
rescató, que me hizo suya, atesoro la forma en la que me enseñó a amar, nunca pensé
que volvería a ilusionarme con la idea de vestirme de novia y hoy estoy aquí, con mi
vestido blanco y a punto de casarme con el rey de los vampiros, mi boda se lleva
acabo en tiempos de guerra, de manera imprevista y acelerada, pero estoy feliz, cada
paso me lleva hacia él y aunque quisiera correr a sus brazos, disfruto el cortejo y la
dicha de ir del brazo de mi amoroso padre, nunca me había sentido tan nerviosa, nunca
había sido tan feliz.
Alejandro se ve más guapo que nunca, lleva puesto su traje real y su cabello largo cae
como una cascada de oro brillante, sus ojos se posan en la mujer que viene en camino.
—Aquel día fui despertado de un profundo sueño, —dice Alejandro en sus adentros — un sueño que anhelaba durara para siempre, deseaba no despertar jamás, odiaba mi eternidad, mi absurda soledad y el frio que me acompañaba y en mi depresión asfixiante apareciste tú, tenías el corazón roto al igual que yo, el destino nos unió en un vínculo involuntario que nos terminó sanando el alma, mi preciosa humana está por llegar, se ve hermosa, tanto que quiero ir por ella y traerla conmigo, quien diría que aquella triste mujer terminaría conquistando mi frío corazón, quien diría que lo haría latir de emoción y esperanza, te amo, te amo más que a nada en esta vida, eres mi eterna bendición.
El camino que parecía largo ha llegado a su fin, los novios están cara a cara, Leonardo
tiene el honor de unir sus almas en el sagrado pacto del matrimonio, Beatriz no deja de
llorar, ser la dama de honor de Ginebra era un privilegio para ella, Lía y Lilith llevaban
la cola de la novia, las dos tenían puesto un vestido lila y aquel murciélago humanoide
custodiaba el lugar con diligencia mientras Aaron observaba anhelante la celebración.
—Ginebra Borgues, hoy está apunto de unirse al rey en matrimonio, pasará a
convertirse en su esposa oficial dejando atrás el título de amante, pasará a ser su mujer
con la posibilidad de convertirse en la emperatriz así que debo preguntarle ¿Acepta a
Alejandro de Romaní como su esposo?
—Acepto.
—Majestad, rey de todo ¿Acepta usted a esta humana como su única esposa
Fortaleciendo así su vinculo sagrado y su unión?
—Acepto.
—Entonces ante los hombres y las criaturas sobrenaturales de esta tierra los declaro
marido y mujer.
Alejandro y Ginebra se cortan la palma de la mano y unen sus manos en señal de
unidad para después juntar sus frentes como símbolo de pacto quedando así
oficialmente casados, pero su felicidad no duraría mucho Y antes de darse un beso, su
paz queda interrumpida por la voz de su enemigo.
—De haber sabido que se llevaría a cabo una boda habría traído un obsequio digno de
la ocasión. —expresa Bardana con hipocresía, no está solo, Gabriel y un grupo de
cincuenta vampiros lo acompañan.
—No recuerdo haberte invitado. —Alejandro coloca a Ginebra detrás de él, y Sila se
teletransporta con ella y los vulnerables al castillo.
—¡Alejandro! —grita Ginebra angustiada.
— ¿Por qué conservan las máscaras tus subordinados? ¿No crees que ya es tarde
para guardar las apariencias? —pregunta Alejandro con ironía y enojo.
—Tiene razón majestad, o debería decir Alejandro, el futuro rey de nada.
Leonardo se coloca al lado de su señor, lo mismo que Beatriz y Aaron, los vampiros
que acompañan a Bardana se quitan las máscaras dejando su rostro al descubierto.
—Traidores… —dice Leonardo enfurecido.
—¿Estás seguro de querer enfrentarme General? —pregunta Alejandro con seriedad.
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Editado: 04.09.2022