ᚔᚔᚔᚔᚔ⇝Aliya⇜ᚔᚔᚔᚔᚔ
El medio día llegó y con él mis amigas, todas nos dispusimos a actualizar todo tipo de información que poseyéramos, si bien diríamos acá a contar el chisme que muy bien nos hacía falta desde hace días.
Cada una me contó sobre las aventuras o experiencias que estaban adquiriendo con sus actuales parejas, así como de algunas amistades del bachillerato, con quienes estaban conviviendo gracias a encuentros casuales que habían sostenido en algún ocasión.
Por mi parte, no pude contar nada que se saliera del cuadro que enmarcaba mi vida, el trabajo, la universidad, mi carente intento de poeta y mi soledad que era cubierta por una sonrisa. A ellas, claro, no les sorprendió que sólo eso se encontrara en mi vida, sabían muy bien que eso era mi vida.
La tarde transcurrió, las películas terminaron, la comida y el maquillaje cesaron, el sol comenzaba a ocultarse entre las edificaciones de la ciudad y aquello significaba la partida de mis amigas.
—Promete que serás tú quien nos visite el siguiente fin de semana —dijo Malenca.
—Te haría bien un rato de distracción fuera de estas paredes —secundó Chiara.
—Chicas, no paso todo el día en casa.
—Lo sabemos —contestaron al unísono.
—Pero el poco tiempo que pasas acá, suele deprimirte.
—El hecho de que mantengas una sonrisa todo el tiempo, no significa que no sepamos lo que ocultas —añadió Male.
—Somos tus amigas, creo que es imposible que nos ocultes algo —señaló, y hasta cierto grado, tenía razón—, menos que sea un cadáver, porque de seguro eso nos lo harías saber.
—Ya, ya entendí. Haré algo de espacio, lo prometo.
Luego de prometer una y otra vez, que sería yo quien visitaría la casa de alguna de ellas, esperé que sus respectivas parejas llegaran por ellas. Se despidieron y advirtieron nuevamente que debía ser yo quien las visitaría, sino estaría en algún tipo de problema con ellas.
Poco después de que ellas salieran del lugar donde habitaba, comencé a recoger cada cosa que habíamos utilizado, ellas insistieron en ayudar, pero yo no tenía nada más que hacer en ese momento, así que prefería hacerlo yo al encontrarme sola.
Cuando estaba por descansar el móvil sonó, la pantalla se iluminó y el nombre que saltaba decía: “Mamá ♡”. Cogí la llamada y por el tono entusiasta de mi madre al saludar, supe que traía buenas noticias para ella.
—¡Hola, cariño!
—Hola, mami. ¿Qué tal? ¿A qué se debe tanta emoción? —no podía negar que escuchar a mi madre así me causaba siempre gran placer.
—Tu padre nos ha invitado a un viaje familiar —en ese momento supe que se arrepintió de haberlo dicho de esa manera—, bueno… ya sabes, él hará unos negocios y quiere que le acompañemos.
—Entiendo, bueno, me alegro por ustedes, ¿cuándo se irán?
—Mañana —dijo directa.
—Asombroso, ¿y cuándo vuelven?
—Aún no lo sé, tengo entendido que es más de una semana su estadía, pero no estoy segura si él quiere que estemos allá tanto tiempo.
—Bien, espero que se diviertan lo suficiente —contesté.
—¿Y tú cómo estás? Oye, ¿y si nos acompañas? Pides tus vacaciones y vas con nosotros.
—No, mamá. Gracias, pero no, tú sabes que no soy bien recibida por él y aún siéndolo, no iría. No fingiría ser una familia feliz sólo porque a él eso le daría ciertos beneficios.
—Ya lo hemos hablado, Aliyah —interrumpió.
—No, no, mamá no lo entiendes, tú sigues ahí porque ciertamente, él ha sido el amor de tu vida, o eso supone ser.
—Aliyah —dijo nuevamente.
—No, escucha, mamá. Tú le quieres, no sé si lo amas aún, pero lo quieres y ese mismo amor o cariño te mantiene a su lado. Bien dicen que el amor vuelve ciegas a las personas, eso te sucede a ti, lo sigues viendo con ojos de amor, que te impide ver todo lo que él es y lo malo que guarda.
—Ha pasado mucho tiempo, hija. Es hora de perdonar.
—No, no es hora, para perdonar se necesita más que soltar un “te perdono", se debe sentir, liberar las ataduras que te han llevado a no perdonar a esa persona. Si tu alma o tu ser, no sueltan esas cadenas, está de más y será en vano, “perdonar" a alguien.
—Hija…
—¿Quieres hablar de algo más? —pregunté.
—No, no por ahora. Te aviso qué sucede, hasta luego.
La llamada terminó y debía admitir que me pesaba tanto contestar de aquella forma al bello ser que me regaló la vida, pero no podía perdonar a mi papá. Las cosas con ese hombre se habían mantenido bien y estables hasta cierta edad, luego comenzó con sus caprichos y actos ofensivos hacia mí, quizás el ser la única mujer en casa, a parte de mi madre, era el motivo para desquitar cuanta ira o furia que tuviera, conmigo.
***
Los días comenzaron a pasar, mi madre me había informado que no estaría el finde, por lo que podría hacer planes con mis amigas, como tanto lo había advertido ellas. Y estaba bien, podría verlas el sábado y el domingo dedicarme a estudiar.
Era jueves, estaba por acabar la semana y me sentía bien ante aquel hecho, por alguna razón que desconocía, aunque en el fondo sabía a qué se debía. Cada noche, antes de dormir, me dedicaba a leer algunos de los textos de aquel blog que había descubierto días atrás y de forma inexplicable terminaba con una boba sonrisa en mi rostro e imaginando al dueño de aquellas letras, ya que no se encontraba ninguna foto de él, ni datos referentes a sus redes sociales personales.
No tenía que asistir a la universidad hasta el siguiente día, por lo que al salir del trabajo compraría algo para cenar y descansaría un poco. A las seis de la tarde, con cuarenta minutos me despedía de mis compañeros de trabajo.
Christian propuso acompañarme, cada uno en su respectivo auto y acepté. Él había sido el primer amigo que hice cuando comencé a trabajar, éramos muy unidos de alguna forma y podría decir que se trataba de un mejor amigo.