El Amor A Través de las Letras

Capítulo 6: Una Adolescente...

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Finalmente me encontraba libre de la universidad, por un breve período de tiempo, pero para mí era tan satisfactorio, pues las notas que había obtenido fueron mejor de lo que había llegado a pensar. Por obra y gracia del Todopoderoso, Male y Fran pudieron acompañarme a festejar esta noticia, y claro ¿por qué no lo haría Christian?

Desde el viaje, mi compañero y yo nos volvimos más unidos de lo que ya éramos, también había dejado sembrada aquella semilla del ¿qué pasaría si yo publicara mis escritos? Siendo franca, no, nunca lo había imaginado, ni pensado, para nada. Lo que yo escribía, no eran más que palabras que se venían a mi mente en momentos donde los sentimientos estaban a flor de piel. Tampoco me veía siendo un intento de escritora o cosa similar, ¿cómo podría comparar lo que hago con lo que Connor hace? No, eso no era lo mío, sin duda alguna yo estaba destinada a mantener ocultos mis muy cortos textos.

   —¿Alguna ha leído lo que Aliyah ha escrito? —ambas se vieron y dirigieron su vista hacia mí.

   —¿Él sabe? —dijo indiscretamente Male y yo sólo asentí.

   —¿Cómo? —preguntó Fran.

   —Ya ven, no sólo ustedes pueden saber cosas de ella, yo también sé cosas.

   —¿Qué cosas? No me digas que le has hablado de lo de ya sabes qué —inquirió Fran.

   —¡Oh, no! —exclamó Malenca— ¡Cómo pudiste!

   —¡No me han dejado hablar! —solté divertida y Christian se reía ante la situación—. Él sabe lo que necesario, ¿no es así? —asintió—. Obviamente, hay cosas que no puede saber. 

   —Pero sobre su escritura, eso sí lo sé. Y me parece que es muy mala idea que no comparta con el resto lo que hace.

   —Chris tiene razón —admitió Fran—, siempre he pensado que deberías hacerlo.

   —Aunque no lo creas, nosotras ya se lo hemos dicho —secundó la pelinegra de anteojos.

   —Ya, ya, yo lo sé, todos me lo han dicho —dije cansada.

   —¿Y qué esperas? —preguntó Christian.

   —El momento en que tome valor.

   —¡¿Valor?! ¡¿De?! —dijo Fran, un poco alterada—. Pierdes el tiempo, Christian, Aliyah es una cabezota.

   —¿De verdad? —preguntó el aludido y mis amigas asintieron. 

   —Bueno, así que digamos cabezota, no soy —me defendí—. Sólo que...

   —Basta de excusas —interrumpió Malenca—, acéptalo, eres una cabezota, testaruda y terca, por más que TODOS te repitamos una y otra vez que hagas las cosas no lo harás. Mejor pidamos nuestra comida —dijo viendo que la mesera se acercaba a nuestro sitio.



A pesar que el resto de la noche siguió su curso y todo parecía fluir en buena armonía entre mis amigos y yo, algo en mi interior se mantenía en una cuerda floja. Mis amigas tenían razón, en más de una ocasión me repitieron que hiciera lo que decían, ahora Christian se les había unido y yo, yo seguía escondida bajo un manto, como ocultando eso que siento.

Más tarde, al llegar a casa, tomé la laptop, hacía mucho tiempo que no me dedicaba a escribir algo desde ella, así que aprovechando el tiempo que tenía libre, comencé a transcribir lo que había guardado en la libreta vieja que siempre estaba en mi cajón del lado de la cama.

Eran aproximadamente las doce de la noche, a esta hora estaría durmiendo, pero aunque había terminado de traspasar todos mis textos, me entretuve en la red y como si fuera magia y obra del destino, Connor apareció en mi campo visual.


“Llena de temor, en vez de alumbrar los bosques y montañas en la noche oscura, la Luna se oculta entre las nubes que han tomado el cielo nocturno. Un forastero, camina entre las sombras buscando el refugio donde le puedan brindar un poco de luz, cierto grado de miedo le abraza junto a la brisa que trae el viento. 
Una pequeña sale a su balcón, buscando encontrar la compañía de su amiga Luna, al no encontrarla comienza a danzar con una melodía que ella misma tararea, un pequeño tramo del suelo comienza a ser iluminado y la tierna bailarina detiene sus pasos, lista para interrogar: 
—¿Por qué te ocultas? —Su curiosidad es inmensa. 
—Tengo miedo —responde la Luna temerosa. 
—¿Acaso tú puedes asustarte? —dijo inocentemente. 
—Claro que puedo —respondió aquella. 
—¿Por qué? ¿A qué le puede temer la señora Luna? —indagó moviendo su pequeño pie sobre las líneas del suelo. 
—Le temo a la oscuridad y a los humanos que con sus ojos muy abiertos se ríen mientras me ven. 
—¿A la oscuridad? Yo le temo a la oscuridad —dijo triste—, pero tú eres grandiosa y traes luz a todos los rincones de mi pequeña casa, no debes temer de algo que tú puedes eliminar. 
—Pero es más grande mi miedo a los humanos. 
—Ellos no se ríen de ti, señora Luna —habló muy segura. 
—¿Entonces de por qué los veo reírse y apuntarme? —cuestionó. 
—Creo que necesitas lentes —dijo con inocencia—, señora Luna, tú eres hermosa, nadie se reiría de ti. Ellos te señalan para que aquellos que traen sus ojos pegados al suelo, se maravillen de tu existencia. 
—¿Tú crees? —preguntó. 
—Estoy segura de ello, ¿no has visto cómo sonrío yo cuando estás conmigo? —dijo la niña y la Luna comenzó a iluminar la oscura noche. 
—¿Entonces puedo salir? —soltó como pidiendo permiso. 
—Tú ve a brillar y frente al mar, podrás observar, la belleza que tu luz y tú han de cargar. 
A partir de aquella noche, la Luna no volvió a ocultarse entre las nubes, el forastero no temía de ser herido en la oscuridad y la niña salió a bailar al balcón, para ver como la Luna sonreía feliz ante el mar.”


¿Cómo podría comparar lo que yo hago con esto? —pensé—. Este chico escribe realmente maravilloso, ¿y lo mejor? Es que me permite leerlo una y otra vez. 
Tal como me había acostumbrado, dejé mi like en su publicación y tanta había sido la emoción que  el texto había causado, que tomé el impulso para dejar un pequeño comentario.




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