Mi mente estaba repleta de pensamientos, sentía ese estrés del que ya estaba acostumbrada se multiplicaba por diez.
Por mis pocas horas de descanso al menos tenía energías para sobrellevar aquel día.
Las noches de insomnio se habían vuelto recurrentes desde que había llegado a aquella ciudad, en lo único que podía pensar era en mis hijos y que su vida no era para nada igual a la que tenía en Doustown.
<< La culpa >>
Los últimos días estaban mas sonrientes ya que Beth, la amiga de mamá, se encargaba de cuidarlos y regresaban a casa felices con pastel de chocolate. A pesar de eso sabía que debía buscarle alguien mas que cuidara de ellos.
La fecha de cumpleaños de mi Tía Nicole se acercaba pero la duda seguía allí presente.
El auto de repente se detuvo en frente de una gran mansión lujosa.
Bajamos del auto y fue inevitable no parpadear varias veces. Mire a mama que sonreía de oreja a oreja, ella lucia perfectamente arreglada con su uniforme de chef.
—Ahora entiendo porque dejaste todo atrás —dije siguiendo a mama que solo me miro entrecerrando sus ojos.
—Al menos viviremos mejor —la gran puerta que separaba la casa de la calle se abrió.
Un largo camino rodeado de un perfecto césped verde recién podado te dirigía hacia la otra puerta que tenía un lujoso porche.
Por un momento me sentí ajena a aquel lugar por mi manera de vestir que tampoco estaba tan mal.
Como si supieran que llegábamos nosotras una mujer apareció en la puerta.
—¡Oh Rachael! ¡Buen día! ¿Ella es tu hija? —pregunto la mujer que vestía un uniforme color gris diferente al de mama.
—Si, mi hija Astrid —me presento mama— ella es Nuria.
Extendí mi mano para saludar a la mujer que me miraba sonriente.
—La señora las espera en su cuarto.
Mi madre asintió para dirigirse hacia las escaleras, que tenían un barandal color plateado que llevaba al segundo piso.
Todo en aquel sitio variaba entre el blanco y negro, paredes, el suelo y demás decoración.
Subimos las escaleras de mármol hasta llegar a la segunda planta.
—Le dije a la señora que antes era decoradora y podría ayudarle con eso —dijo mama mirando con desagrado unas cortinas de color verde que no combinaba con nada.
Seguí a mama que era la que conocía el lugar por un pasillo que tenia mas decoraciones, al final había un gran ventanal por el que entraba demasiada luz.
Mama llamo a la puerta y en segundo apareció una mujer que era de la altura de mama, pero su rostro estaba repleto de arrugas.
—¡Rachael! ¡Feliz de verte! —la mujer saludo con dos besos a mama y luego me observo a mi.
La señora se quedó unos segundos observándome, algo que por un momento pensé que era extraño pero luego me acerque a ella.
—Eres preciosa —dijo ella repitiendo el gesto— soy Magda un placer conocerte al fin.
El calor apareció en mi rostro, no era alguien que tenia timidez pero en esa ocasión sabía que debía mostrar lo mejor de mi ya que el trabajo de mama estaba involucrado.
—Necesito que prepares una marquisse Rachael —la señora Irene se acercó a un sofá que estaba en frente de un gran balcón que daba hacia el patio de aquella casa— ¡Oh Astrid! Tu madre me habló mucho de ti.
Mis ojos fueron a mama que mostraba una sonrisa mientras miraba a la mujer.
—Se que pronto serás una doctora y quiero que tu sigas con el control de mi salud.
Mi corazon empezó a acelerarse porque sabia que aquello por lo que tanto me había preparado pronto empezaba a dar sus frutos.
—Le pedí a Nuria que trajera mis papeles —dijo ella tomando su teléfono.
—Puedo ir a buscarla —me ofrecí mostrando una sonrisa.
No solo era porque quería buscar esos papeles, la necesidad de salir de la habitación crecía cada vez más.
—Lo siento tanto Astrid.
—No se preocupe no es molestia —dije para luego abrir la puerta y salir.
<< Cálmate Astrid >>
Las consecuencias de no poder descansar hacia efecto en mi. En ese momento saque el móvil de mi bolso.
Levante la cabeza encontrándome con un gran cuadro, donde estaba pintado un atardecer en la playa. Esa imagen había captado mi atención porque era uno de los tantos deseos que tenía por cumplir.
—Eres la segunda persona que se queda observando ese cuadro —dijo una voz haciéndome sobresaltar.
Gire mi cabeza percatándome del hombre que estaba a mi lado mirándome sonriente.
—Tengo que ir a buscar… —dije sintiendo como el nerviosismo se apoderaba de mi.
—Espera —el chico se interpuso en mi camino— ¡Yo te conozco!
Levante mi cabeza para observar al sujeto que seguía sonriendo. Fruncí mi ceño pero luego lo relaje, mi mente empezó a hacer memoria hasta que sentí esa puntada en el centro del pecho.
—No recuerdo tu nombre aunque si tu cara —el se cruzo de brazos y luego chasqueo los dedos— ¡La chica del restaurante de Doustown!
Sentí mis mejillas otra vez enrojecerse porque recordaba ese momento que había salido del restaurante.
—Soy Nevan, que bueno encontrarte aquí en casa —el extendió una de sus manos.
Por un momento dude si tomar su mano pero recordé que su familia empleaba a mi madre.
—Astrid —dije sintiendo todavía esa incomodidad.
Ese momento se vio interrumpido por la presencia de la mujer que tenia unas carpetas entre sus manos.
—Su abuela me hizo recorrer toda la casa por estos papeles —dijo la misma mujer que nos había recibido en la entrada— ni su madre sabia dónde estaban.
—Mi madre no sabe la ubicación de nada de esta casa —dijo el entre risas.
El tal Nevan se acercó hacia la puerta para abrirla y hacerse a un lado para que Nuria y yo entráramos.
—¡Oh mira quien esta aquí! —exclamo la señora Irene— vives en la misma casa y no pasas a saludar a tu abuela muchacho.
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Editado: 30.07.2024