FLORENCIA, ITALIA
ARIEL
Observo con pesar como Marena se ha ido, no dudo ni un instante en pedirle a la seguridad que siempre nos siguen que la vigilen para que llegue bien a su casa, está sola y con Rafa y tampoco quiero ser invasivo al seguirla cuando ella claramente necesita un tiempo para calmarse. La estábamos pasando tan bien, Rafa estaba feliz al igual que Ale; y yo me sentía a gusto hablando con Marena y conociéndola un poco más. Es muy bella e interesante. Incluso sin cabello, creo que es una mujer hermosa, aunque en este punto ella así no lo vea.
Me paso las manos por el cabello y camino de vuelta a casa, recordando la expresión de Marena de hace un instante, la vergüenza de verse expuesta sin consentimiento, con algo que es evidente le incomoda. Yo no me creo la versión de Pilar de que solo iba a tropezar, pero esta tontería se acaba hoy. Me avisa papá que la seguridad llevará a Bruna a su casa y recogerán a Marena en el camino, eso me deja más tranquilo.
Cuando llego a la casa se siente una energía extraña, una mezcla de tristeza y furia, pero me encuentro a Clari abrazada de sus mellis hermanos y primos, mientras estos a su vez están rodeados por Manuela y Domenico. No los disturbo porque sé que cuando Clari se desregula, cuesta bastante calmarla de nuevo.
—¡Papi! —Alessia viene corriendo y la alzo entre mis brazos—. ¿Por qué Rafita y su mamá se fueron?, ¿le dio pena su cabeza sin pelo? El abuelo de Clari no tiene pelo y anda libre.
Observo a mi hija con toda su inocencia y curiosidad porque en casa siempre le hemos inculcado la igualdad, que no se señala ni se juzga lo diferente porque todos somos distintos. Beso su mejilla y ella se recuesta de mi pecho.
—Dante eligió raparse por comodidad y así lo ha mantenido, en cambio, Marena tiene una enfermedad que hizo se le cayera el cabello, para las mujeres es un poco más sensible no tener cabello y ella está en ese proceso. Entonces nadie tiene derecho de exponerla sin su consentimiento, si ella no quiere mostrar su cabeza sin cabello hay que respetarlo.
—¿La tía lo hizo con intención?
—No lo sé, hija, por eso hablaré con ella, ¿sabes dónde está? —Ella se separa nuevamente.
—Quería ir a tu cuarto, pero la abuela no la dejó y está en el mío. Las otras tías fueron a ayudarla, pero la tía Pilar quedó llorando mucho. Quería ver qué pasaba, pero el abuelo no me dejó, ¿tú sabes?
Alessia se mueve para mirar a mis ojos y dejo un beso en su frente.
—Iré a ver qué pasa, ¿bueno?
—Bueno, ¿podemos guardarle pastel a Rafa y su mami?
—Sí, por supuesto, amor.
La dejo en el piso de nuevo y ella sale corriendo.
—¡Tío! —Me llama Clari poniéndose de pie en el mueble y me acerco a ellos, sus hermanos y sus primos son copias de mis primos, ¡impresionante! Acaricio la cabecita de cada uno y es increíble como puede sentirse la energía.
—¿Te sientes mejor, princesa? —pregunto y ella estira sus brazos para que la cargue, así lo hago y noto sus mejillas enrojecidas al igual que sus ojitos.
—Tae a Rafita de nuevo, tío. Quero a Rafita aquí. —pide haciendo un puchero—. Pilá es mala, invidiosa, mami no dejó quemala por malvada.
—¡Clarissa Aurora! —su mamá le llama la atención—. ¿Qué hemos hablado de usar tus poderes, hija?
—No puedes usar tu llama en todos, Clari. —Le recuerda Domenico y Clari mantiene su puchero conmigo.
—Mala Pilá, no gusta nada, pensa muy feo. —completa la pequeña Agnes con sus impresionantes ojos dorados y exhalo con pesar.
—Pensá feo de mami de Rafita, dice fea y envidia que a tío le gusta mami de Rafita. —señala el pequeño Pepe que es igualito a Salva, pero con los ojos dorados iguales a los de su hermana.
—A mí no me gusta la mamá de Rafa, solo estábamos conversando. —les aclaro.
—Ella es familia, —asegura Clari—, y Rafita mío.
—Así es que se gobierna, princesa. —Giulia aparece con una sonrisa, acaricia la espalda de su sobrina que le sonríe y se acerca para abrazar a Dome, los niños se ríen y los abrazan también.
—Tío… —Me llama Clari.
—Dime, princesa.
—Todavía no puedo contá, te amo. —Besa mi mejilla—. ¿Me bajas al sofá?
Sonrío, beso su mejilla y la devuelvo al sofá con sus hermanos y primos, ella me lanza un beso con la mano y me siento mejor. Es el efecto Clari. Me encamino al cuarto de Alessia para ver a Pilar sentada en la cama de mi hija usando una de las batas de baño.
—¡Ari! —Ella se levanta de un brinco y cuando quiere abrazarme, la detengo de inmediato.
—Te vas ahora mismo de aquí, Pilar. —sentencio y sus ojos se abren en sorpresa.
—¿Por qué?, ¿qué te pasa? Aquí la víctima soy yo, ¡la niña esa quiso matarme! Podría hacer una denuncia a sus papás por no ponerle control, ¿sabes?
—¿Ah, sí? ¿Y qué vas a alegar?, —me acerco a ella que da un paso atrás porque seguro siente mi molestia—, ¿quiénes son tus testigos? Porque sí sabes que aquí en Florencia y toda Italia las familias Mancini, Cavalcanti y D’Angelo tienen mucho peso, ¿no?
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Editado: 07.01.2024