El Amor de Ariel

CAPÍTULO 36

 

FLORENCIA, ITALIA

ARIEL

 

—Déjame, necesito besuquear a mi sobrino. —Se queja mi hermana al ponerse de pie para darle besos a Rafa que se ríe y la abraza con cuidado también.

—Tienes que descansar. —le recuerda Massimo.

—Deja la insistencia que ya mi sobrina me pasó la mano, estoy bien. —asegura.

—Gachias, tía, lamento lo de tu pancita, ¿duele? —pregunta Rafa.

—No, solo molesta un poco. Me da tanto gusto verte bien, mi amor. Eres un niño muy valiente. Te amo.

—Te amo, tía.

Ellos se abrazan y sonrío al verlos. Afortunadamente, la bala no tocó ningún órgano vital y los médicos están sorprendidos por su recuperación y energía, igual que con Rafa. Por supuesto que nadie va a decir nada respecto a la magia de Clarissa y sus hermanos, todo queda en familia, pero hoy más que nunca estoy agradecido por ellos y porque todos estamos bien.

Marco y sus secuaces están muertos al igual que las familias. Honestamente, después de saber sus intenciones con Rafa, poco me importa que ardan en el infierno y todo lo que Massimo hizo que los torturaran, era lo mínimo que merecían. Aunque claro, Sofía colaboró mucho en la tortura y me alegro, pero ya mi Mare y Rafa no tendrán que lidiar nunca más con esas escorias.

¡Y menos ahora que vamos a tener un bebé! Bueno, le creo a Manuela y sus hijos, solo resta esperar que las cosas tomen su curso, pero la noticia me llena de una felicidad indescriptible. Digo, no pensé que sería tan pronto, pero estoy contento y agradecido por la noticia, un hijo siempre será una bendición para nosotros los Mancini y amo que sea con mi Mare. La amo.

Sonrío como idiota al pensar en lo que el futuro nos pueda traer y suspirar es inevitable, no pensé que podría volverme a enamorar como lo estoy de Mare y agradezco cada día su llegada a mi vida junto con Rafa, agradezco que llegaran a nosotros porque también han sido una bendición para Alessia, ella los ama y eso es muy importante para mí.

No pensé que se lo tomaría tan bien, pero aquí es donde vemos el fruto de su crianza y sé que mucho de eso tiene que ver con la nobleza de Dani y su inmenso corazón, mi hija tiene mucho de su madre y agradezco eso porque Dani fue y siempre será perfecta, sé que nos cuida y nunca dejará de ser una bendición en mi vida y en la de Ale.

—Qué bueno que hombe malo ya no está, así todos felices, ¿vedad? —La voz de Rafa me trae de vuelta al momento.

—Todos felices, mi niño, claro que sí. ¿Cómo te sientes?

—Sento bien, no duele nada, mi niña achul hace que no duela. ¿Le digo que haga que no duela a tú? —Mi hermana sonríe ante esa pregunta y le acaricia el cabello.

—Ya hace que no duela, mi niño.

—Tío Massimo ta bavo, tenes que domí y ponete bien, tía. Te cuida mucho. —Y con esas palabras, mi hijo derrite toda la postura protectora de Massimo que se acerca a mi hermana y le besa la mejilla antes de acariciar el cabello de mi hijo.

—No estoy molesto, solo me preocupa que Valen esté bien. —le explica.

—¡Rafitaaaaaaa!

La puerta se abre para dar paso al grupo de niños encabezado por Clarissa, seguida de sus hermanitos, Alessia, Cassandra, Gina y Gaia, mis padres y la tía Geo vienen tras ellos. Mare debe venir en cualquier momento, le dije anoche que yo me quedaría para que ella descanse y es lo mejor. Somos un equipo y como tal nos apoyamos.

—Traje comida poderosa para acelerar esas recuperaciones. —anuncia la tía Geo—. Cremitas llenas de nutrientes para Valentina que no puede comer sólidos todavía y para Rafa traje chocolatito caliente y unos pastelitos salados poderosos que son receta de Dita.

—¡Yo ayudé! —Brinca Clarissa.

—Todos ayudamos, ¡dah! —señala Pepe y su hermana le saca la lengua.

—¡Niños, nadie los aguanta! —Se queja Agnes alzando sus brazos y todos reímos.

—¿Te cuestionas repartir tantas bendiciones? —comenta papá a la tía que sacude la cabeza.

—¡Jamás! Amo a mis pequeñas criaturas que no dejan de maravillarme con sus brillantes mentecitas creativas. —la tía suspira y papá le pasa la mano por la espalda.

—¡Te amamos mucho, bela hemosha! —Pepe se abraza a su pierna y la tía se inclina para besarle la cabeza.

—Y yo los amo a ustedes, pero bueno, vamos a darles su comida a los pacientes para que se recuperen más rápido.

—¡Sí, vamos! Rafita tene que salí pronto de aquí. —Clarissa tira del vestido de su abuela que se ríe.

—No le perdió nada a mi esposo con lo impaciente. —comenta y todos reímos.

—Si es por Dante, que ni le menciones la palabra hospital. —completa papá.

—A mi belo no gustan los hospitales, le dan miedito y yo entendo, a mí también dan miedito, pero somos niños valientes, ¿vedad, bela? —La tía Geo sonríe ante las palabras de Clari.

—Así es, mi niña.

—El miedo es combusble, ya sabemos, ¿nos das chocolate, bela? —Pide Pepe y soltar una carcajada es inevitable.




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