Durante la última hora he estado llorando mientras el agua ha recorrido mi cuerpo, más no he podido lograr que él dolor mengue. La mayor parte de mi vida ha sido una mentira y para dificultar más mi existencia, no puedo apartar todos esos recuerdos de una vida que aunque no fue mía, me persigue. Aún puedo revivir el miedo y sentir la oscuridad que la atrapó. Mis emociones ahora se mezclan con las de Tirsha, pero hay algo más, lo sé.
Abro el armario, hay mucha ropa de mi talla, es raro que hasta eso haya sabido mi padre. Dentro de los vestidos, encuentro prendas que llaman mi atención; nunca me he puesto pantalones, pero desde ahora seré diferente. No me importa los protocolos, y si aquí están estos, quiere decir que puedo usarlos, así que me visto con un pantalón azul, un top negro, y unas botas altas de cuero. Me doy un vistazo en el espejo, sonrío ante la imagen que me devuelve. Satisfecha, salgo de la habitación, ya no tengo hambre, tampoco sé en dónde está el comedor. Me dirijo por donde he entrado; al llegar al gran salón cruzo un pasillo que por suerte da a uno de los jardines. Me siento bajo la sombra de un árbol y me quedo apreciando la belleza del lugar sin darme cuenta él tiempo ha transcurrido sin que lo notara.
Cierro mis ojos y respiro el delicioso aroma de las rosas, el viento remueve mi cabello suelto y una sensación de tranquilidad me invade.
—Deberías estar dentro del castillo, no es bueno que andes por ahí sola, te puedes perder.
—¡Mondrag! —digo dando un brinco por el asombro. No lo sentí llegar y ahora está en cuclillas frente a mí, observandome de cerca.
—¿Me estás siguiendo? —pregunto fingiendo molestia ya que es preferible a qué él se de cuenta que me pone demasiado nerviosa.
—No, ¿por qué? —responde al tiempo que ladea la cabeza hacia un lado y muestra su encantadora sonrisa. Su mirada penetrante me está haciendo sentir inquieta.
—Yo, sólo lo supuse —digo con nerviosismo.
El silencio con el que me observa me está matando, siento que su mirada es capaz de desnudar. Sin poder soportarlo más me levanto dispuesta a irme, pero su voz me detiene.
—Si necesitas una compañía ya sea para hablar o solo alguien quien te acompañe en silencio, puedes venir a mí.
Me quedo congelada, su ofrecimiento me ha tomado por sorpresa.
—Gracias —respondo—, me vendrá bien, supongo...
—Tu padre te espera —anuncia al cabo de un tiempo—, vamos te mostraré el camino.
***
El comedor es grande y hermoso: en el centro hay una mesa redonda de cedro, en donde caben al menos quince personas, sobre ella un jarrón con un hermoso arreglo de rosas de diferentes colores: rojas, naranjas, amarillas, rosadas y una negra; la más bella de todas. Del centro del techo cuelga un candelabro de cristal; haciendo reflejar sobre la mesa pequeñas chispas de luz que parecen perlas. Sobre las paredes cuelgan varias piezas de pinturas al óleo. La que más sobresale es la de una enorme cesta con frutas.
Mi padre me invita a sentarme al lado derecho de él. Shani, Dragfor y Mondrag también se unen a nosotros. Minutos después las personas encargadas, sirven la cena...
El pollo asado estaba delicioso.
—Estoy feliz de tener reunidos en mi mesa a los gobernantes de Arontanium, cuando ganemos la guerra, los que perdieron su reino regresarán a tomar el lugar que les pertenece. —Habla mi padre haciendo un brindis.
Sus palabras me hacen comprender frente a quiénes estoy. Miro a Mondrag al cuál todo el tiempo estuve confundiendo con un simple guerrero. Él solo levanta su copa y me da un leve asentimiento.
—¿Todos ustedes son príncipes y princesa? —pregunto aún sabiendo la respuesta— ¿A qué reino pertenecen? —agrego con curiosidad.
—Yo no soy un príncipe —responde Dragfor mostrando una dulce sonrisa—. Con honor y lealtad soy un fiel siervo de Mindrac.
—No eres un príncipe, pero pronto serás mi rey —responde Shani.
—Tú eres un digno gobernante, Dragfor, has demostrado tu amor por Arontanium y en su momento tendrán mi bendición, y sé que los inmortales más antiguos como también los dioses no se opondrán a su unión —responde mi padre.
Miro a mi amiga, tratando de comprender lo que está sucediendo, pero las palabras de mi padre me hacen centrarme en él.
»Eire, todos los que ves aquí —dice señalando a los presentes con un leve movimiento de su mano—, han sufrido por culpa de la maldad que se apoderó de la reina de Chandria.
—Ella es la reina que posee la llama de amor y de la paz —digo recordando lo que Shani ya me explicó—. Lo que no comprendo es porque ella se ha vuelto malvada y también es una amenaza para los inmortales de Arontanium.
—Ella es la primera hija de la Luna plateada, su existencia se remonta a los inicios de los tiempos, es también la única que cumplió con su destino, pero su corazón se volvió hielo, cuando le fue negado el amor verdadero. Hace más de cuatrocientos años atrás, empezó su odio y rencor menguando la vida de los inmortales que viven sin magia —asegura mi padre.
Al parecer todas las hijas de la Luna, traen un destino trágico, pienso sin exteriorizarlo.
»Debes saber hija mía que cuando tu nacimiento fue profetizado, vimos por primera vez la esperanza de traer la paz y los tiempos de gloria de Arontanium. Todos ellos se sacrificaron para mantenerte a salvo. Shani, por ejemplo: dejó de lado el amor y se ofreció ir a la tierra de los mortales a buscarte. No le importó el tiempo que le tomaría convencerte, aún si esto implicaba quedar atrapada en un mundo desconocido para ella y no regresar a su hogar, ni al hombre que esperaba por ella —explica dirigiendo su atención a Dragfor.
Editado: 29.07.2023