El amor es ciego.

Capítulo 7. Soledad

Pasó el tiempo, y me faltaba poco para terminar la preparatoria. Mi madre se la pasaba trabajando para poder salir adelante, yo quise meterme a trabajar a medio tiempo, pero ella no lo aceptó. Mi madre, está envejeciendo muy rápido, eso me preocupa. 

Si soy sincera, mis notas bajaron notablemente, mis maestros incluso mandaron a hablar a mi madre, pero ella, debido a que se la pasaba dentro de su oficina, no podía ir. Quizá se pregunten por mis "amigos", me dejaron de hablar, pocas personas se acercaban a mí, ¿Brayan?, consiguió novia y no van a creer quién es, mi ex amiga, Ximena. Mi madre había entrado en depresión por 1 mes, después de que mi padre se fue, se ecxedió con su trabajo y hasta ahora sigue ecxediéndose. Yo ya no tenía la misma confianza en mí misma, ya no sentía el mismo amor por mí que sentía antes, me miraba a un espejo y no podía sonreír. ¿Saben qué es lo peor?, querer llorar, y no poder.

— Mamá, quiero entrar a la universidad— dije mientras tejía.

— ¿En serio?— preguntó mientras buscaba el estambre.

— Si, ya lo pensé, quiero estudiar administración en recursos humanos— respondí. 

Me había interesado esa carrera desde hace bastante tiempo.

— Ya veo— dijo y sonrió.— Tú eres muy buena en muchas cosas Beca, estoy segura que podrás entrar.

— Pero...— dije.

— No te preocupes por el dinero— interrumpió mi madre.— Yo me haré cargo.

— Pero mamá, ya haz hecho tanto por las dos— dije y la miré preocupada.

—Tranquila Beca, aún soy una mujer joven y puedo aguantar muchas cosas— dijo y sonrió.— Ahora, deja de tejer y ya váyase a la escuela.— dijo y reí.

— Si mamá, nos vemos al rato— dije, tomé mi mochila y salí corriendo.

— Que te vaya bien— gritó mi madre feliz.

Mi mamá y yo nos las arreglamos para salir adelante, mientras ella trabajaba, yo estudiaba y hacía los queháceres de la casa. Éramos un gran equipo, y ella era lo que me daba paz y felicidad.

3:00 pm. En clase...

Mi celular sonó a la mitad de la clase. Era un número desconocido. Pedí permiso al maestro para contestar.

Yo: ¿Bueno?

Desconocido: Buenas tardes, ¿eres Rebeca Smith?

Yo: Si, soy yo, ¿quién habla?

Desconocido: Ya veo, estoy hablando desde el hospital, ¿qué parentezco tiene con la señora Samanta Smith?

Yo: Soy su hija, ¿le pasó algo a mi madre?

Desconocido: Llamo para decirle que su madre se desmayó cuando manejaba, lo cual ocasionó que el auto chocase, y en este momento está grave en el hospital–

Dejé caer mi teléfono sin pensarlo antes de que terminara de hablar la persona, estaba temblando y mi mente se pusó en blanco rápidamente.

¿Por qué estas cosas me tienen que pasar a mí?, pensé.

Recogí mi teléfono para proseguir con la llamada.

Yo: Lo lamento, ¿sigue ahí?

Desconocido: No se preocupe, entiendo la sorpresa. Le mandaré la dirección del hospital, ya que es el único familiar que pudimos encontrar.

Yo: ¿Mi madre está bien?

Desconocido: (Se queda en silencio por varios segundos). Por favor venga lo más rápido posible.

Colgué y rápidamente entré al salón, lo cual llamó la atención de mis compañeros y el maestro.

— ¿Está bien señorita Rebeca?– preguntó el maestro.— Está muy pálida.

— Algo le pasó a mi madre, por favor déjeme ir— respondí preocupada.

— Claro, claro. Vaya con ella, no se preocupe— dijo preocupado.

Salí corriendo y desde lejos pude notar que Fer, Kareli, Ximena, Silvana y Brayan veían como me alejaba mientras sus miradas reflejaban preocupación.

Rápidamente tomé un taxi, y cuando llegué al hospital pagué y entré corriendo.

— Buenas tardes, busco a la señora Samanta Smith, por favor dígame dónde está— dije desesperada.

—Señorita por favor tranquilícese— dijo la enfermera. 

—¡No! ¡Dígame dónde está mi madre!...

En ese momento apareció un doctor...

— ¿Eres la señorita Rebeca?— preguntó.

— Así es— respondí. Sentía un nudo en la garganta, no podía hablar más.

— Ven conmigo— dijo. Su cara me lo decía todo.

Lo seguí hacia una habitación, entonces ví a mi madre, acostada en una camilla...

— Su madre acaba de fallecer, señorita Rebeca— dijo el doctor.— Ella, al parecer tenía mucho tiempo excediéndose en el trabajo, no dormía y tampoco comía, eso provocó que se desmayara y...

— No diga nada más— interrumpí. En ese momento caí al suelo arrodillada.

Quería llorar y no podía. Sólo me quedaba gritar, gritar sin parar, gritar desesperadamente.

Porque mi luz se apagó, mi felicidad se había ido, mi madre me había dejado y mi vida no mejoraba, todo empeoraba y yo, me iba desmoronando poco a poco. La felicidad se fue y llegó la tristeza, las amistades por fin mostraron su verdadero ser, y la hipocresía se entrometió, porque el amor no existe, sólo el dolor.

 



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En el texto hay: romance drama juvenil amistad

Editado: 01.03.2020

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