Pasó el tiempo, y me faltaba poco para terminar la preparatoria. Mi madre se la pasaba trabajando para poder salir adelante, yo quise meterme a trabajar a medio tiempo, pero ella no lo aceptó. Mi madre, está envejeciendo muy rápido, eso me preocupa.
Si soy sincera, mis notas bajaron notablemente, mis maestros incluso mandaron a hablar a mi madre, pero ella, debido a que se la pasaba dentro de su oficina, no podía ir. Quizá se pregunten por mis "amigos", me dejaron de hablar, pocas personas se acercaban a mí, ¿Brayan?, consiguió novia y no van a creer quién es, mi ex amiga, Ximena. Mi madre había entrado en depresión por 1 mes, después de que mi padre se fue, se ecxedió con su trabajo y hasta ahora sigue ecxediéndose. Yo ya no tenía la misma confianza en mí misma, ya no sentía el mismo amor por mí que sentía antes, me miraba a un espejo y no podía sonreír. ¿Saben qué es lo peor?, querer llorar, y no poder.
— Mamá, quiero entrar a la universidad— dije mientras tejía.
— ¿En serio?— preguntó mientras buscaba el estambre.
— Si, ya lo pensé, quiero estudiar administración en recursos humanos— respondí.
Me había interesado esa carrera desde hace bastante tiempo.
— Ya veo— dijo y sonrió.— Tú eres muy buena en muchas cosas Beca, estoy segura que podrás entrar.
— Pero...— dije.
— No te preocupes por el dinero— interrumpió mi madre.— Yo me haré cargo.
— Pero mamá, ya haz hecho tanto por las dos— dije y la miré preocupada.
—Tranquila Beca, aún soy una mujer joven y puedo aguantar muchas cosas— dijo y sonrió.— Ahora, deja de tejer y ya váyase a la escuela.— dijo y reí.
— Si mamá, nos vemos al rato— dije, tomé mi mochila y salí corriendo.
— Que te vaya bien— gritó mi madre feliz.
Mi mamá y yo nos las arreglamos para salir adelante, mientras ella trabajaba, yo estudiaba y hacía los queháceres de la casa. Éramos un gran equipo, y ella era lo que me daba paz y felicidad.
3:00 pm. En clase...
Mi celular sonó a la mitad de la clase. Era un número desconocido. Pedí permiso al maestro para contestar.
Yo: ¿Bueno?
Desconocido: Buenas tardes, ¿eres Rebeca Smith?
Yo: Si, soy yo, ¿quién habla?
Desconocido: Ya veo, estoy hablando desde el hospital, ¿qué parentezco tiene con la señora Samanta Smith?
Yo: Soy su hija, ¿le pasó algo a mi madre?
Desconocido: Llamo para decirle que su madre se desmayó cuando manejaba, lo cual ocasionó que el auto chocase, y en este momento está grave en el hospital–
Dejé caer mi teléfono sin pensarlo antes de que terminara de hablar la persona, estaba temblando y mi mente se pusó en blanco rápidamente.
¿Por qué estas cosas me tienen que pasar a mí?, pensé.
Recogí mi teléfono para proseguir con la llamada.
Yo: Lo lamento, ¿sigue ahí?
Desconocido: No se preocupe, entiendo la sorpresa. Le mandaré la dirección del hospital, ya que es el único familiar que pudimos encontrar.
Yo: ¿Mi madre está bien?
Desconocido: (Se queda en silencio por varios segundos). Por favor venga lo más rápido posible.
Colgué y rápidamente entré al salón, lo cual llamó la atención de mis compañeros y el maestro.
— ¿Está bien señorita Rebeca?– preguntó el maestro.— Está muy pálida.
— Algo le pasó a mi madre, por favor déjeme ir— respondí preocupada.
— Claro, claro. Vaya con ella, no se preocupe— dijo preocupado.
Salí corriendo y desde lejos pude notar que Fer, Kareli, Ximena, Silvana y Brayan veían como me alejaba mientras sus miradas reflejaban preocupación.
Rápidamente tomé un taxi, y cuando llegué al hospital pagué y entré corriendo.
— Buenas tardes, busco a la señora Samanta Smith, por favor dígame dónde está— dije desesperada.
—Señorita por favor tranquilícese— dijo la enfermera.
—¡No! ¡Dígame dónde está mi madre!...
En ese momento apareció un doctor...
— ¿Eres la señorita Rebeca?— preguntó.
— Así es— respondí. Sentía un nudo en la garganta, no podía hablar más.
— Ven conmigo— dijo. Su cara me lo decía todo.
Lo seguí hacia una habitación, entonces ví a mi madre, acostada en una camilla...
— Su madre acaba de fallecer, señorita Rebeca— dijo el doctor.— Ella, al parecer tenía mucho tiempo excediéndose en el trabajo, no dormía y tampoco comía, eso provocó que se desmayara y...
— No diga nada más— interrumpí. En ese momento caí al suelo arrodillada.
Quería llorar y no podía. Sólo me quedaba gritar, gritar sin parar, gritar desesperadamente.
Porque mi luz se apagó, mi felicidad se había ido, mi madre me había dejado y mi vida no mejoraba, todo empeoraba y yo, me iba desmoronando poco a poco. La felicidad se fue y llegó la tristeza, las amistades por fin mostraron su verdadero ser, y la hipocresía se entrometió, porque el amor no existe, sólo el dolor.