Soy la primera en admitir que mi comportamiento habitual, no es lo llamado… ¿políticamente correcto? Mis profesores de primaria me resaltaron como una futura criminal con serios problemas con la autoridad, mi mama paso de llamarme hija a cruz personal. Eso sin contar las veces que mi padre declaro con total convicción y alma expuestas a mis sus deseos de dejarme en el zoológico para que los monos me criaran.
Si soy sincera con el que lea esto. Lo único rescatable en mí, es mi apariencia física. Como dice el dicho “Dios no castiga dos veces”. Desgraciadamente podría apelar a esto último, por una simple razón, mi suerte es una mierda.
Siempre lo ha sido, y me da miedo aceptar que probablemente siempre lo será. Y no me refiero a esa suerte que te hace cosas divertidas como pisar caca de perro O una lluvia sorpresa mientras vas en una moto. Mi suerte es tan horrible que no le envidia nada a las maldiciones aztecas. Y a pesar de que había tratado de ahuyentarla incluso tratando de ser monja, nada había funcionado.
De alguna manera que no alcanzo a comprender todavía, me auto saboteo. Busco los líos como las abejas a las flores, los osos a las canastas de comida en parques y mi padre al control remoto.
Pero bueno, no están aquí para leer un libro sobre mi autocompasión. Si no uno donde trato de explicarlos todo el infierno y caos que moví en mi juventud por culpa de un idiota, su poco tacto y sentido común. Y sobre todo como me enamore y termine casada, como siempre-nunca quise.
¡El amor es un desastre!
Y el mio en lo singular viene cargado de un montón de suerte de mierda y malos chistes
Y el mio trae en lo personal uno con muy mala suerte.