¡el amor es una mierda!

Capítulo 31 Te sigo en la oscuridad.

—No puedo vivir sin ti.

Busco en el bolsillo de mi chaqueta la cadena que él me regaló y veo como se sorprende al verla. Me la pongo y acaricio la margarita.

—Y tú tampoco puedes vivir sin mí —le digo.

Él me lo dijo y ese sentimiento no pudo evaporarse de la noche a la mañana. Lo sé por qué mis sentimientos hacia él no lo hicieron. Pero Ian no me dice nada, ¿por qué no me habla? Tan enfadado esta que no me quiere hablar. En este momento el silencio me resulta violento, me desespera.

Nuestra relación es como un pequeño pájaro herido, que no tiene seguro que camino debe tomar y con su ala rota no puede volar. Queda en nosotros salvar la relación, pero incluso cuando el pájaro pueda volar quedará el miedo a volver caer. Se que él tiene miedo a que yo me vaya de nuevo, sé que está esperando que eso suceda.

—Me equivoqué, fui muy impulsiva en mis decisiones y también sé que debería cambiar eso, pero a veces no quiero hacerlo porque veo todas las cosas buenas que he conseguido al ser impulsiva. Te conseguí a ti.

Guardo silencio, me gusta hablar, pero también sé callar y ahora es un momento donde las palabras sobran. Miro la ciudad y no puedo evitar volver a sentirme triste, pienso en lo solo que debe estar Ian aislado aquí, en la oscuridad de este lugar. Está bien aislarnos un momento, porque todos necesitamos algo de paz, pero no está bien vivir así de aislados.

—¿Te vas? —me pregunta.

Respondo sin mirarlo.

—Aún no, me quedaré a ver el amanecer contigo.

Este será nuestro nuevo comienzo.

Nos quedamos ahí de pie mirando la ciudad, al principio no dijimos nada y después la conversación simplemente fluyó. No recuerdo quien la empezó, si él o yo, pero ya no importa. Me sentía feliz de poder estar ahí con él hablando como viejos amigos. Me siento feliz al ver que sí hay esperanza para nosotros, que de alguna forma puede que la historia de Annie sobre el hilo rojo sea cierta.

—Nunca hablamos sobre cómo te sentiste cuando te enteraste que no puedes tener hijos.

No, es verdad, a veces incluso me llego a olvidar sobre eso. Creo que una parte de mí, quiere creer que fue sólo un sueño. A veces los planes mejor trazados se desasen en nuestras manos y no podemos hacer nada. Y tampoco podemos culpar a nadie, solo nos queda aceptar lo inevitable.

—Me sentí mal, fue extraño porque antes no quería tener hijos, estaba segura que no quería hijos y de pronto un día me despierto y anhelo tenernos y me dicen que eso no es posible. Que aquel niño igual a ti que yo había imaginado jamás va a existir. Por eso creo que me dolió bastante el saber que Eleanor te iba a dar un hijo.

Y también me sentí muy feliz al saber que no es así.

Ian se acerca a mí, veo como duda al principio y después se acerca y me abraza. Cierro los ojos y me siento tan frágil ahora.

—Hope, si hubiera tenía una niña me hubiera gustado que se llame Hope.

Pero ella no va a existir. A veces incluso hay noches que sueño con esa pequeña, Hope, ella corre por un valle y su risa cantarina me hace sonreír. A veces solo nos queda soñar, aunque sabemos que algunos sueños jamás se harán realidad.

—También podríamos adoptar, si tú quisieras. No me importa si no podemos tener hijos propios, yo sólo quiero verte feliz.

Es la primera vez desde que llegué, que Ian habla de un futuro juntos y me siento tan dichosa. A él solo le importa mi felicidad, me ama tanto que deja a un lado su dolor para calmar mis penas. Pero yo también haría cualquier cosa por él, incluso seguirlo en la oscuridad, incluso aislarme aquí en la soledad de este lugar.

—O podríamos adoptar un perrito, me gustan los perros —le digo y él se ríe—, un lobo siberiano, le podríamos poner fantasma.

—Lo que quieras Emma, menos un gato, no me gustan. Annie tenía uno de pequeña y siempre me estaba aruñando, me odiaba.

Me rio.

—Tampoco me gustan los gatos.

Lo amo, nunca deje de amarlo. ¿Cómo podría? Siempre nos decimos que no podemos vivir el uno sin el otro, pero si podemos, en estos casi dos meses lo hicimos, pero en este tiempo me sentí incompleta, incluso vacía por momento. Me faltaba él, yo lo sabía y trataba de alejar ese pensamiento. Me asustaba cuanto lo amo y lo que su ausencia me dolía, me estaba muriendo por dentro al no estar con él y sé que suena dramático, pero así me sentía.

—Ian, te amo.

No sé porque lo digo, quizás a veces solo necesitamos decirle a la persona que amamos, te amo.

No esperaba que él me diga algo, pero lo hizo.

—Emma, yo también te amo.

Después de ver el amanecer me despedí de él, Ian no me pidió que me quedara y yo tampoco esperaba que lo hiciera, pero si quería que me bese, aunque tampoco lo hizo.

Cuando llego a mi apartamento veo a David dormido en mi sofá. Cierro la puerta despacio para no despertarlo, pero las llaves se resbalan de mis manos y él se despierta. Se sienta en el sofá y cuando me ve me mira de esa forma que me da a entender que hice algo malo. ¡Vaya, ya hice algo malo! Y recién son las ocho de la mañana.

—Buenos días —le digo mientras camino hasta él con una sonrisa— ¿Cómo dormiste?

Esa es la pregunta equivocada, me doy cuenta en el momento que la digo al ver la forma en la que David me mira.

—Pero que bonitas horas de llegar, de la niña, y ni un mensaje se dignó a mandar para uno saber si estaba bien.

Ya veo porque está molesto. Lo conozco bien para saber que en realidad está molesto por no contarte el chisme de que pasó entre Ian y yo.

—Estoy bien, más que bien. Hable con Ian...

Se acerca a mí y me huele, yo lo empujo.

—Deja el show David, si dormí con él, también hablamos y me pidió tiempo. Me dijo que no iba a ir a ningún lugar.

Mi teléfono suena, es un mensaje de Ian preguntándome si llegué bien. Le respondo que sí y le pregunto si ya va a desayunar.




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