¡el amor es una mierda!

Capítulo 34 Justo ahora que empezaba a volar.

Él me sonríe mientras me dice que todo está bien, que no tenemos que hacer esto. Pero yo quiero hacerlo, quiero de alguna forma mostrar que su amor me marcó, me transformó. Que su amor me hace sentir que puedo volar y tocar las estrellas con las puntas de mis dedos. Quiero un tatuaje que nos una para siempre igual al amor que nos tenemos.

—¿A ti te dolió? —le pregunto.

—Sí, o eso creo, ya no recuerdo. Tenía diecisiete y estaba pasando por una etapa rebelde, un tatuaje en el brazo en esa época era algo genial y yo era un idiota.

Estiro mi mano para tomar la suya.

—A mí me gusta tu tatuaje, me parece sexy.

El hombre que me va a tatuar se sienta en su silla mientras sujeta una extraña máquina con una aguja. Me dice que me va a doler, agradezco su brutal sinceridad y cuando la aguja perfora mi piel, admito que no se equivocó, me duele y mucho. Pero no al punto de hacerme llorar, en realidad es un tipo de dolor placentero, por extraño que suene mientras el tatuador, cuyo nombre no recuerdo, hace su trabajo el dolor se vuelve cada vez más soportable y casi hasta agradable.

Cuando termina de hacerme el tatuaje sonrío al verlo, es sencillo, una pequeña mano en mi hombro izquierdo sosteniendo un hilo rojo, Ian se va hacer el mismo tatuaje. Así siempre estaremos sujetos por el hilo rojo del destino.

—Ahora, siempre estaremos unidos por el hilo rojo del destino —le digo cuando terminan de hacer su tatuaje.

Mi primer tatuaje, aún no me lo puedo creer. De la emoción incluso quiero hacerme otro, pero Ian me dice que mejor en otro momento. Que tenemos otras cosas que hacer. Que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer todo lo que nos plazca. Eso suena realmente reconfortante, imaginar un futuro, soñar con un felices para siempre.

—Ya adiviné la música —me dice.

Lo miro sin entender nada y después recuerdo sobre que música habla. Hace tiempo le dije que me casaría con la persona que me la dedicara, pero dudo que ya sepa cuál música es.

—No te creo.

Él me mira un momento antes de mirar de nuevo la carretera.

—Créeme, ya sé cuál es.

—Canta, si la sabes canta.

Ian  sonríe y niega con la cabeza.

—Paciencia, tornado, paciencia.

Nunca he sido muy paciente, pero ahora sinceramente, esperar no me importa mucho. Como dijo él, tenemos todo el tiempo del mundo.

—Sabes, no hemos tenido sexo en este auto.

Pongo mi mano en la pierna de Ian y siento como él se tensa ante mi caricia.

—Emma, estoy manejando —me dice, pero puedo ver el deseo en sus ojos y aprieto su pierna ligeramente.

Pero entonces recuerdo que Annie tuvo sexo en este auto y aparto mi mano de inmediato, Ian se da cuenta de mi reacción y me pregunta con la mirada que va mal.

—Es solo que, después de todo no tengo tantas ganas de sexo en el auto.

Él obviamente no me cree, me conoce y sabe que hay algo más.

—Promete que no te vas a enojar —le digo, pero aún no comento nada por un largo momento—, es que Jazper...

Él me interrumpe.

—Emma no me gusta para nada como va esto.

Suena un poco molesto y veo como aprieta el volante con mucha fuerza. Ya entiendo lo que él piensa.

—Dios, Ian, claro que no me acosté con Jazper, bueno yo no.

Me mira de reojo muy confundido.

—Annie lo hizo.

Ian se orilla y detiene el auto y me mira entre incrédulo y molesto.

—¿Qué hizo qué? —me pregunta.

—No te enfades conmigo —le digo—, yo no fui la que se acostó con Jazper.

Veo como Ian respira para controlar su coraje y después retoma el camino hacia mi apartamento.

—Jazper, Annie y Jazper —repite Ian aún sin creerlo—, y en mi propio auto. ¡En mi auto! Cuando la vea me va a escuchar.

Mientras estamos los dos acostados en el mueble de mi sala no puedo evitar sentir miedo y me pregunto si es normal, creo que sí. Creo que es normal cuando algo realmente bueno te está pasando tener miedo de perderlo, trato de no pensar en eso, pero el miedo está ahí. Quizás se deba a que Eleanor y De Luca están ahí afuera tratando fastidiar nuestras vidas. Ian no deja de repetirme que todo va a terminar pronto, que la calma volverá a nuestras vidas. Pero yo no puedo dejar de mirar el reloj, mi corazón se acelera cada vez que las manecillas marcan una hora más y cuando el reloj marca las cuatro me dice que se tiene que ir a recoger a Sophie.

—¿Podemos volver a los buenos momentos del pasado? —le pregunto.

Él toma mi rostro entre sus manos y niega con la cabeza.

—No cariño, no podemos. Pero este momento y los que vienen también serán buenos.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Me besa y se va. No quiero que se vaya, tengo un mal presentimiento, pero no quiero ser pájaro de mal agüero. Me quedo sentada mirando la puerta blanca por la que se ha ido y deseando que el tiempo pase rápido y él regrese y me diga que todo está bien.

No puedo dejar de dar vueltas por mi apartamento y corro hasta la puerta cuando el timbre suena.

Espero que sea Ian, ojalá sea Ian.

No es Ian, es Annie y David.

—¿En serio, Emma? Al menos finge que te da gusto vernos. Di algo como: David que hice para merecer que me honres con tu presencia, me siento dichosa de verte, ha y hola Annie. O algo así.

Annie le pega en el brazo a David. Ellos caminan hasta la sala y se acomodan en los sofás, Annie como siempre se sienta en el sofá individual.

—¿Va todo bien? —me pregunta Annie.

No, nada va bien. Ian no me llama y no sé nada de él desde hace cuarenta y cinco minutos. Quiero gritar de la desesperación, retroceder el tiempo y detenerlo. No, no voy a pensar en cosas malas.

Me siento en el sofá junto a David y suelto un suave suspiro.

—Sólo algo preocupada —le digo a Annie.

Ella me sonríe de manera dulce dándome a entender que esta igual que yo.




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