IAN
Estoy completamente enamorado de ella y mañana será mi esposa, mañana, tan sólo en unas horas. Hace siete meses nos comprometimos, ella no quiso esperar mucho, tampoco quiso una boda extravagante. Quiso algo sencillo en el bosque, similar a una película que vio. Sus hermanas, Annie y David la ayudaron a organizar todo.
—¿Me estas escuchando? —me pregunta.
Suena algo molesta, no la ignoro a propósito, a veces me resulta inevitable perderme en ella, en su mirada o en la suavidad con la que habla.
—Sí —le digo mientras me acomodo en el sillón de mi escritorio—, nada de desnudistas, lo entiendo.
Ella está molesta con Erick por decir que abra mujeres en mi despedida, sé que en fondo ella sabe que Erick solo lo dijo por molestarla. En realidad, yo no quería una despedida, pero tanto Erick como Alan insistieron en una despedida así que terminé aceptando. Pero ella no tiene que preocuparse por nada, no quiero ver a otras mujeres, mis ojos solo son para ella, igual que mis pensamientos. Pero guardo silencio y dejo que ella hable, me da un poco de risa verla celosa.
—Ian, si yo me llego a enterar de algo, te mato —me señala con su dedo mientras me mira muy seria—. O mejor aún, te castro.
No puedo evitar reírme, pero al ver como se molesta aún más de lo que ya está, trato de recobrar la compostura.
—Emma, te prometo que no va a pasar nada.
Ella me mira y después de un momento suspira y asiente. Se para y camina hasta mí. Toma mi rostro entre sus pequeñas y suaves manos, se sienta en mis piernas y recuesta su mejilla en mi pecho. Me resulta tan frágil cuando la tengo así entre mis brazos, tan delicada, tan pequeña.
—Te das cuenta que nos casamos mañana —me dice con incredulidad.
Es en todo lo que he podido pensar. En ella, en nuestra boda, en nuestro futuro juntos.
—¿Tienes miedo? —me pregunta mientras se hace aún más pequeña entre mis brazos— ¿Te arrepientes?
A lo largo de mi vida me he arrepentido de muchas cosas, cosas que debí hacer, cosas que debí decir, que no debí hacer, pero jamás podría arrepentirme de estar con ella, de pedirle que sea mi esposa. Pero puedo sentir sus miedos, puedo sentir sus dudas, quizás cree que todo está pasando muy rápido, quizás sus sentimientos cambiaron. ¿Es eso posible? No lo creo, el amor no se desvanece tan fácilmente, pero la siento dudar entre mis brazos.
Pienso en la forma correcta de responder a sus preguntas, yo obviamente no tengo miedo o me arrepiento, pero si ella sí, no me importa, lo entiendo y está bien.
—Contigo nunca podría tener miedo, a veces tú me das miedo, pero eso es diferente —ella se ríe y no puedo evitar sonreír—. Pero si tú sientes lo contrario a mí, está bien, no pasa nada Emma. Yo te amo, solo no me dejes plantado en el altar como Eleanor.
Lo digo en son de broma, ella ha bromeado sobre eso antes, pero ahora no se ríe y no puedo evitar pensar que quizás lo ha pensado y descarto esa idea con la misma rapidez con la que aparece, Emma jamás me haría una cosa así.
—No seas tonto, es solo que... A veces tengo miedo, mi sueño de por fin tener una familia se está cumpliendo y me da miedo que algo lo destruya o impida que suceda. Ya sabes que yo no crecí en una familia normal, mi mamá era la amante de mi padre y él jamás me amó. Siempre quise una familia y ahora la voy a tener y me da miedo.
Para ella fue muy difícil contarme eso, recuerdo el temblor en su voz y como en algunos momentos no le salían las palabras. Recuerdo las lágrimas y el dolor en su mirada, la amargura con la que hablaba de su papá y de la esposa de él. Lo avergonzada que estaba de contarme que ella era una bastarda, como si a mí me importará eso, nada podría hacerme cambiar mis sentimientos por ella, no podría amarla menos por haber nacido fuera del matrimonio. Ojalá tuviera el poder de eliminar todos sus miedos, ojalá pudiera alejar todas sus inseguridades. Pero no puedo y me siento mal por no poderla ayudar como ella merece, como ella necesita.
Emma se remueve en mis brazos y me conmueve la manera que busca sentirse protegida, segura. Cierro los ojos y beso la base de su cabeza, respiro el olor suave de su cabello.
—Emma, no dejaré que nadie te impida ser feliz. Vivo y seguiré viviendo para hacerte feliz. Tu felicidad es lo único que me importa.
Siento como se relaja entre mis brazos, no dice nada, me da un suave beso en mi mano mientras la aprieta suavemente entre la suya y mira su anillo de compromiso. Después de un momento suelta una suave risa y siento que va a estar bien.
—¿En qué piensas? —no puedo evitar preguntarle.
—En que deberíamos irnos y casarnos en las Vegas.
Sé que no lo dice en serio, está muy emocionada por la boda. Por la decoración y especial por su vestido. No deja de hablar sobre su vestido de novia. Tampoco deja de preguntar a donde iremos de luna de miel, yo no le he dicho nada, es una sorpresa y a ella le cuesta mucho no enfadarse por tener que esperar para saber. Pero sé que le va a gustar mucho.
—No, creo que David te mataría si haces eso, está más emocionado que tú sobre esta boda.
Ella vuelve a reír, una suave y dulce risa que es como música para mí.
—Sí, me tiene un poco loca con todo eso de la boda.
Lo sé, yo he tenido que calmarla cuando estaba perdiendo los nervios.
Ella se pone de pie y me da un corto beso en mis labios.
—Te dejo trabajar un poco, iré arreglarme para la noche. Te amo y no te arrepientas de casarte conmigo.
Se ríe neutras empieza a caminar hasta la puerta.
—Te espero en el altar.
—Te amo —me dice antes de cerrar la puerta.
—Yo también te amo —le digo, aunque ella ya no me puede escuchar.
Emma
No me gustan las sorpresas, al menos no las que preparan David, Annie y Sophie. Me da miedo saber que organizaron para mi despedida, yo pedí algo tranquilo y relajante porque lo último que quiero es verme fatal en mi boda. Mi boda, suena tan irreal, aún hay momentos en donde veo el anillo en mi mano y no creo que estoy comprometida con Ian.
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Editado: 12.07.2022