Nosotros solemos hacer las cosas que pensamos que tenemos que hacer pues sería imposible creer que hiciéramos algo porque otros, y no nosotros, sintiésemos que debamos hacerlo.
Y cuando quizás pensemos que hemos hecho algo errado es porque no estuvimos preparados, pero quizás en un segundo intento o si seguimos intentándolo lo lograremos, sin embargo, en ocasiones luego de haber intentado bastante decidimos rendirnos.
Quizás si entendiéramos que con nuestras propias fuerzas no logramos nada; mas con las fuerzas de Dios se logra todo.
Siendo sincero ahora, lo diré de este modo, solía pensar que lo que hacía es porque estaba indicado realizarlo así y siempre lo he hecho porque es la decisión más acertada, no hacer lo que otros sienten que deba hacer yo porque al hacer lo que yo realmente siento no le importará a nadie y es la mejor forma que puedan aceptar algo mío los demás.
Sin embargo, Jesús nos dijo que debemos hacer el bien a nuestros enemigos porque eso tiene realmente mérito, no solo a quienes son nuestros amigos que es lo que solemos hacer.
Entonces me he percatado que debo hacer algo doblemente meritorio porque cómo hacer el bien a mi enemigo sin sentir estar haciéndome un poco de daño pues mi enemigo espera verse superior en todo y en cada cosa que haga.
Y eso si es muy laborioso, porque en cierta medida debo ceder a las pretensiones de él y deponer mis intentos de no perder la esencia de mí.
El impulso de ser yo mismo se termina con eso y empieza el sentido de ser un poco más como Jesús.
Pues Jesús siendo el hijo único de Dios dejó de lado este hecho, de estar sentado en su trono a la derecha del Padre, dejó este hecho para venir y hacernos ver que lo verdaderamente importante no es ser uno mismo para notar cómo es que Dios nos coloca su voluntad.
Jesús vivió y se crio como mucha gente humilde pues nació en un pesebre, es donde nacen los terneros, las crías de las vacas.
Supo encontrar la misión que se le había designado desde lo alto, logró saber cuál era su misión, al igual que todo ser humano creyente descubre la misión que tiene en este mundo. No vino alguien a decirle y nadie vendrá a nosotros a decirnos claramente cuál es la misión que tenemos en la tierra. Jesús no tenía la Biblia con Él allí aún.
Tenía los libros del antiguo testamento y encontró que Él era la persona que vendría para salvar a la humanidad, pero no era como Jesús, el hijo de José el carpintero, Él debía ser bautizado para nacer del Espíritu Santo, fue tras hacerlo que estuvo completamente encomendado y resuelto; tanto que Dios Padre encontró su predilección en Él.
Poco después de este acontecimiento cuando estaba en la sinagoga como regularmente lo hacía; cogió un libro del profeta Isaías (en ese tiempo el libro era un rollo de papiro) y luego de decir «El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para anunciar libertad a los prisioneros, para devolverles la vista a los ciegos, para rescatar a los que son maltratados y para anunciar a todos que: “¡Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación!”». Entonces, los que estaban con Él en la sinagoga y habían puesto sus ojos fijos en Jesús y notándolo dijo “hoy mismo se ha cumplido esta profecía y comenzaron a seguirlo”.
Sin embargo, poco después de haber proclamado ser el enviado de Dios querrán desbarrancarlo desde un peñasco en Nazareth; esto por mencionar que el profeta no es reconocido como tal en su propia tierra; Elías no acudió a ninguno del pueblo elegido después de una hambruna de tres años y medio sino a una de viuda en Sarepta de Sidón y el profeta Eliseo limpió a un enfermo de lepra que no era de Israel sino a Naamán el Sirio.
Estaba diciéndonos que su reino vendría prontamente en quien menos lo esperaban, su reino tendría destino en los que más alejados se sintieran del pueblo elegido.
Su carga es ligera y su yugo llevadero, puede ser exigente, sí, pero irá abriéndonos paso pues su Padre trabaja, así como Él también.
“El que quiera seguirme que cargue su cruz y me siga” no se ve muy alentador llevar una cruz sobre nuestros hombros; pero la respuesta está en Simón de Cirene o Simón el Cireneo que cargó la cruz cuando los soldados se lo pidieron cuando a Jesús se lo llevaban a morir crucificado.
No es nada alentador llevar la cruz de un condenado a muerte y el peso de llevarlo cuesta arriba también quita el interés a cualquiera, pero quien iba delante, de Simón de Cirene, era Jesús y si Jesús tiene un significado en nosotros pues es un honor ir al momento más solemne de todo el libro sagrado para cumplirse lo que había sido anunciado desde el inicio de los tiempos por los profetas y por Él mismo.
Hoy entiendo lo mucho que puede costar dejar nuestras pretensiones y dejar de lado los anhelos del corazón por colocar la misión de Dios por delante o primero que nosotros.
La voluntad de Dios está por sobre nosotros y si hemos entendido esto pequeño podremos entender que allí está la realización más grande que puede tener un hombre. La cumbre de nuestros anhelos es Dios.
El hombre se realiza plenamente asintiendo la voluntad de Dios en cada momento de nuestras vidas.
Era necesario que Jesús muriera pues así entendemos la voluntad que todo padre tiene por sus hijos el de recobrar el sentido de nuestra existencia a través del padre. Aun siendo malos podemos hacer cosas buenas por nuestros hijos.
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Editado: 27.01.2024