El amuleto de Dalkarén

1

Amanecía sobre Pádaror, y los primeros rayos del sol de primavera, al colarse por las ventanas un poco desvencijadas de la granja, despertaron a Harl. Se levantó, se vistió de una manera automática, adquirida tras más de cuarenta años de rutina, y se dirigió a la jofaina del otro lado del cuarto para continuar con su ritual mañanero y lavarse cara, manos y torso. Durante el trayecto no le hizo falta dirigir la mirada a la otra cama que se encontraba en el cuarto, sabía que su hijo, Riss, hacía más de una hora que se había levantado y seguramente ni siquiera había desayunado para acabar pronto con sus tareas diarias. Así, se dirigió a la cocina y, avivando las ascuas de la noche anterior, puso a calentar agua para preparar el té, mientras sacaba a la mesa carne seca y queso, y partía dos grandes rebanadas de pan que habían comprado el día anterior en el mercado. Las untó con miel; normalmente guardaban este preciado manjar para cuando alguno de los dos caía enfermo, pero aquel día no era un día cualquiera y Riss necesitaría un aporte extra de energía.

Dejando la tetera apartada mientras el té reposaba, se dirigió al establo donde encontró a Riss y, por un momento, reparó en su hijo. Hacía más de ocho años que su mujer había muerto de unas fiebres desconocidas y, desde entonces, él se había ocupado. Al principio, pensó que no sería capaz de hacerlo solo, pero, ahora, al contemplarlo detenidamente, se dijo a sí mismo que no lo había hecho tan mal. Hacía dos meses que había cumplido los dieciséis años, era de los más altos del pueblo y el trabajo de la granja hacía que todos sus músculos se marcaran ante cualquier movimiento. Tenía el cabello castaño y unos ojos negros como la noche, heredados de su madre. Pero, lo que a Harl le hacía sentirse más orgulloso, era la gran bondad que irradiaba.

Harl encontró a su hijo en el granero colocando la paja.

—Como sigas a ese ritmo con la horca, te vas a quedar sin fuerza para el campeonato y te eliminarán en la primera ronda. Anda, deja eso para otro día y vente a desayunar antes de que se enfríe demasiado el té.

—Un segundo, ya mismo voy. Es que quería dejar a las vacas arregladas. Vaya usted yendo delante —contestó Riss.

A los pocos minutos, se encontraban ambos sentados frente al suculento desayuno, preparado por Harl.

—¿A qué se debe este banquete? Parece que sea su cumpleaños —preguntó Riss.

—No seas tonto, ya sabes por qué es. Hoy comienza el campeonato de primavera y, como participante, supongo que querrás tener suficiente fuerza para aguantar todo el día combatiendo, ¿verdad? —respondió Harl.

—Pues claro, pero sabe igual que yo que eso es bastante difícil, cada año se presentan más luchadores y, además, nadie ha accedido a la guardia con menos de diecinueve años, y usted piensa que justamente yo, el hijo de un simple granjero, va a batir nuevos récords. Seguramente, ganará el hijo de algún noble, ya que muchos de ellos no hacen otra cosa que entrenar durante todo el año y, además, algunos incluso tienen un maestro de armas a su disposición, cuatro y cinco días a la semana. ¿Se imagina, padre? ¡Un maestro de armas! —Bajando la mirada a sus pies, continuó con cierto tono de anhelo y resignación al mismo tiempo—: Yo entreno mucho cuando tengo tiempo, y no soy malo del todo, pero para ser sincero, no tengo muchas oportunidades.

Harl, ante este comentario, se levantó lentamente y, con la misma parsimonia, se dirigió a la ventana, la abrió y el frescor de la brisa de la mañana inundó el comedor. Riss, arrebujándose en la camisa, cogió una pequeña manta junto a una banqueta y se dirigió hacia su padre, donde le cubrió los hombros para que esa brisa no calara en sus viejos huesos. Harl no pudo contener una pequeña sonrisa de orgullo por aquel acto, pero enseguida se recuperó, se puso serio y comenzó la reprimenda:

—Riss, no deberías hablar así, ¿te he hablado alguna vez de la ley de la tracción...?, ¿o era de la traición...?, ¿o atracción...?, ¿o...?, bueno, da igual, te la explico, a mí me la contó un gran mago del fuego, que pasaba cerca del huerto un día que estaba recogiendo nabos, y como se había perdido…

—Padre, por favor, vaya al grano que ya se me está dispersando, como hace siempre, y se nos va a enfriar el té —interrumpió Riss.

—Sí, tienes razón. El caso es que, según esta teoría, si piensas algo con mucha fuerza, esto tendrá más posibilidades de realizarse, así que, además de desear algo, hay que creer que se puede alcanzar todos los sueños y repetírselo todos los días, pero no en forma de petición, sino como una realidad que va a suceder en el tiempo. Además, si tu pensamiento es negativo, atraerás esa negatividad y todo te saldrá mal. Así pues, vamos a hacer un pequeño ejercicio que vas a repetir todos los días de hoy en adelante. —Cogió por los hombros a su hijo desde atrás y, colocándolo frente a la ventana con parte del cuerpo fuera, le dijo—: Ahora quiero que grites con todas tus fuerzas tu gran deseo a la naturaleza.

Riss, por muy absurdo que creyera que fuera eso, sabía cómo era su padre y que no tenía escapatoria, así que sin prestar resistencia gritó:

—¡Quiero ser integrante de la Guardia Real!

Al volver la vista a su padre, se quedó de piedra, pues este le miraba con cara socarrona mientras movía la cabeza de lado a lado como si lo hubiera hecho mal.

—Veo que no me escuchas. En primer lugar, tiene que ser una afirmación y no un deseo y, en segundo lugar, ¿eso es un grito? Ya te he dicho que tanto trabajar de buena mañana y sin desayunar te iba a dejar sin fuerzas. Sé un hombre y no me avergüences más —dijo, mientras que señalaba a la ventana. Esta vez, Riss, con todas las fuerzas de sus pulmones, gritó:

—¡Voy a ser integrante de la Guardia Real!

—Bien, bien, bien, eso está mejor. Pero hay algo que falla, yo ya tengo claro que tarde o temprano vas a ingresar en la Guardia Real, y está bien reforzar este aspecto, pero ya que somos bastante pobres, no lo vamos a ser también a la hora de pedir, así que quiero que pidas ese deseo, ese gran anhelo que tienes en tu interior. No sé, seguro que has soñado rescatar a alguna princesa, derrotar tú solo a un ejército... Dime, ¿qué has soñado últimamente?, o mejor, ¿con qué no te atreves a soñar?



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En el texto hay: fantasia y magia

Editado: 27.11.2020

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