Gajes del oficio
—No me iré a ningún lado contigo—resalte poniéndome en guardia. El chico no se mostró sorprendido, sino que comprensivo, camino hasta sentarse cerca de la ventana—¿Quién eres?
Sabía su nombre pero quería cerciorarme que no lo cambió.
—Matthew Vaunder, coincidimos en el museo—extendió su mano para que la estrechara, viendo que no la tomó la apartó—. Fuiste una Mortal bastante alucinante para destruir a un Monstruo Cazador. Nos ocasionó problemas, a todo el Parlamento mejor dicho, buscando algo llamado la Lanza del Destino. Y por casualidad, todas nuestras investigaciones nos llevaron aquí. Pero nunca creíamos que una Mortal se quedaría con la mejor parte.
—En primera: no entiendo porque me dices Mortal a mí, si tú eres igual de normal que yo. En segunda: estoy igual de sorprendida que tú, porque no sé qué es esa cosa—afirme, viendo como el tamborilear los dedos en su colgante en forma de pluma dorada despreocupado.
—La Lanza del Destino es otra Arma de Armagedón. Con las cinco de ellas reunidas, te transformas en un Amo del Apocalipsis. Desconocemos la función de las tres restantes. Y en cuanto a tu primera pregunta, es verdad, antes lo era, pero ahora soy un poco diferente. Bueno… un poco mucho.
—¿Armas de Armagedón?
—Sip, como la que tengo-en su mano apareció una daga, era plateada de doble filo, Mide 28 centímetros, el mango estaba rematado de cuero—. Esta es una de las peligrosas que tengo en mi poder.
—No se ve tan amenazante. Y por cierto, que buen truco de magia—agregue, él sonrió haciendo que la cicatriz pálida de su mejilla se arruga.
—Ahora no, pero cuando haya algún monstruo, créeme que te sorprenderá—su pluma brillo tenue, retrocedí alarmada, recordando cómo se transformaba en espada, un cosquilleo en mi oreja me detuvo.
El Rey de los Condenados. Creí que solo era un rumor susurrado en el viento—comentó Ariel sorprendida.
—Mi pluma detecta algo cerca, algo entre familiar y nostálgico. ¿Es raro?, jamás la sentí de esta forma. A veces no la entiendo y muy rara vez hace cosas sin mi consentimiento.
¡Es porque estoy yo cerca, tonto!—dijo escandaliza Ariel—, ¿no sabes detectar el poder de un ángel?
—Y… tu amigo rubio ese... ¿está aquí?
—No. Está en clases, cubriéndome con un nuevo profesor. Aunque sospecho que tiene una pizca de monstruo—contesto, cambiando su peso a la otra pierna—. Últimamente todo está saliendo de control. Apenas termina una guerra y se está formando otra.
—¿Guerra? ¿De qué hablas?—lo miré atónito.
—Es una larga historia, pero el resumen corto, es que soy el Rey de los Condenados por derrotar a mi padre. Lo cual es una porquería, dado que controlo a una amplia cantidad de monstruos y demonios.
—Si claro, y la reina de Inglaterra me quiere como su próxima heredera al trono—replique, me volví a Leila que estaba despertando. Matthew puso una mano en mi hombro y como acto de reflejo se la torcí—¿Qué quieres?
—Auch, si que eres fuerte. Solo quería decirte que te espero después de clases para charlar como es debido—musito, con paso resuelto se posesionó en una esquina, con su daga aún en mano hizo un corte abriendo una brecha—. Que tengas linda tarde Jessica—cruzó la brecha cerrándose detrás.
—¿Jessi? ¿Qué pasó?—interrogó Leila. Le conté como fue que Maggie la tumbó de un pelotazo y quedó con la nariz inflamada. También cuando le devolví el pelotazo con el doble de potencia. Ella me acuna las mejillas y deposito un beso en mis labios-. Mi justiciera, que hubiera hecho sin ti.
—Creo que le hubieses roto el brazo y después la nariz, si fuera un ataque hecho por tu mano—comentó, encogiéndose de hombros, tratando de simular el sonrojo repentino por el beso. Ella enarcó una ceja riendo—. Es solo un decir, sé que eres letal. Te estás retrasando en decorar el gimnasio—eso la hizo pegar un brinco saliendo de la enfermería, como una liebre. Sus pasos se oyeron de vuelta, me miró e hizo una seña para que la siguiera.
—Me prometiste que me ayudarías, Martínez—me señalo con los ojos entrecerrados—. Ahora ven y ayúdame en terminar este arduo trabajo—sin ninguna réplica nos encaminamos directo al gimnasio.
Apenas terminamos con Leila salimos y el cielo caía una llovizna leve. Inmediatamente desvié la mirada a una esquina, Matthew estaba ahí, con su móvil, tal vez enviando mensajes. Entre la oscuridad del pequeño lugar, solo iluminado por la pluma que descansaba en su cuello. “Te espero después de clases”, por más que tratara de ignorarlo si o si, necesitaba respuestas. Las tendría, después de que Leila esté segura, y mienta una excusa a mis padres por el motivo de llegar tarde. Una vez que Leila se fue en un taxi, volví a Matthew que sonrió de lado.
—Muy bien hablemos—me crucé de brazos. Guardó su móvil, e hizo una seña para que lo siguiera, me quedé en mi lugar con una ceja arqueada.
Confía en él—hablo Ariel— si pasa algo, juro solemnemente que lo partiré en dos con la lanza.
Solté un suspiro y lo seguí hasta la esquina de un callejón, apareció su daga y cortó el muro mostrando al otro lado una cafetería. Cruzo primero seguido de mi persona, estábamos al frente de una cafetería llamada Golden Sunrise. Estaba decorado con adornos de navidad. La gente entraba y salía con café para llevar, la nieve caía y cubría las aceras con una fina capa blanca. Entramos y nos sentamos al lado de las vidrieras.
—Bueno, como sabrás, descubriste el Mundo Sobrenatural. Aunque no de la mejor manera. Y ahora, hablemos del tema que nos compete—entrelazo ambas manos encima de la mesa—¿Cómo es que obtuviste el control de algo de suma importancia?
Le hice un resumen corto de lo que me paso con Ariel y la excursión. También de mi encuentro con ese monstruo cazador de hace rato.
—Ok, en la escala de rareza, la tuya es superior. Además que es un ángel quien ronda en tu cabeza—deliberó—. Yo tuve la “suerte” de cruzarme con algunos—una chica se nos acercó, con una libreta y su vestimenta negra estaba cubierta por un delantal.