El Expreso Polar
Luego de creer que ser posesionada por un ángel era ya suficiente, y que nada a partir de ahora me sorprendería tenía que aparecer el tren. El maquinista era alto y fornido, llevaba un gorro azul, un saco gris topo encima de su overol manchado de aceite de motor, su barba larga descuidada y enmarañada, estaba achicharrada. Su rostro era redondo y curtido, nariz torcida, llevaba sus manos cubiertas por guantes y sus ojos eran iguales a ascuas.
—Buenas noches, servicio de transporte a sus órdenes—dijo con voz tomada. Bajo de un salto la plataforma y mostró sus dientes torcidos en una sonrisa—. Veo que está día muchos jóvenes salen a misiones peligrosas—miro a los mayores.
—Hola Otto, alguien aquí presente no creía que vinieras—hablo Anthony que miró a Amelia con suspicacia, ella soltó un suspiro exasperado—. Bueno te encargo a estos jóvenes, necesito que los lleves a Howlong.
—¡No inventen, yo vengo de ahí!—exclamó Otto, sacó de su abrigo una petaca y bebió—. Llevé a un grupo de cuatro que se dirigían ahí, junto con tu hermana, Adriano. Y uno de ellos estaba grave, y mancho mis asientos con sangre, pero nada que no pueda solucionar—le resto importancia cómo si eso pasara siempre.
—Debemos apresurarnos—dijo Amelia, mirando su reloj de mano, pero en realidad era el Magicometro. El artefacto para detectar presencias sobrenaturales—. Los esbirros de Cordelia andan por esta zona, y no tengo ganas de reformar sus mentes.
—Tiene razón—agregó Adriano—. Muy bien, suben a bordo, y lleven esto con ustedes—sacó de su chaqueta un pergamino atado en un listón dorado—. Es un permiso que proviene del despacho de la Ministra, tiene su firma y del presidente. Lo robé, y me sentí bien, ahora todas las misiones, ya sean de vida o muerte deben pasar por ella primero. Debe corroborar si es relevante.
—¿En serio?—artículo Matthew.
—Sip. Por cierto, esto va para todos, no usen la teletransportación—contestó Adriano, los músculos de su mejilla se tensionaron—. Ya que ella puso sortilegios y encantamientos de rastreó. A todo medio de teletransporte, la moneda y la daga Matthew, mala idea ya sabrá dónde estarás e irá en tu búsqueda. El tren es el único medio de transporte que sus medidas no detectan.
El tren sonó su silbato y Otto ya estaba en su puesto, nos despedimos de los mayores y subimos al primer vagón.
El interior parecía un pequeño salón con asientos mullidos aquí y allá, siendo una araña de cristal la que iluminada todo ese vagón, que parecía hecho para los de clase alta. El tren rechino, dió una sacudida y comenzó a andar. A medida que aumentaba la velocidad, las figuras de los mayores se iban fundiendo en la penumbra, dejando atrás Washington. A continuación, las lámparas que estaban sujetas en cada esquina brillaron y, de ellas salieron unos fuegos, eran del tamaño de una pelota de tenis. Se movían eufóricas y soltaban melodías, como nanas. Matthew y Malcolm miraban los fuegos entre divertidos y atentos, los fuegos danzaban alrededor de nosotros, sin dejar de soltar melodías. En un momento dejaron de cantar cuando Otto entró al vagón.
—Veo que conocieron a los ayudantes del tren—dijo y unos de los fuegos revoloteo en su cabeza, Otto solo sonrió—. Ellos son Fuegos Fatuos, y fueron muy amables conmigo al dejarme entrar al tren, así que los ayudó a mantenerlo en movimiento.
—Espera un momento—dijo Malcolm haciendo con sus manos la señal de tiempo fuera—¿Quieres decir que hay personas en el tren?
—De niños, en realidad, son espíritus que se perdieron y tratan de buscar el camino a casa. Este tren fue uno de los más conocidos, ¿saben del Tren de los Huérfanos?—asenti, vimos informe sobre la red ferroviaria que iba de New York hasta el Medio Oeste y también en partes de Europa—. Bueno algunos de esos niños, no lograron llegar hasta sus hogares, muriendo de hambre o de enfermedades de las calles y esto fue lo último que recordaron antes de morir. Así que viven aquí, y me hicieron a mi su mecánico, para que este tren fantasma funcione.
—Tren fantasma—balbuceo Matthew—. Pero… no eres una figura transparente y plateada… Pareces vivo del todo como este tren es muy sólido.
—Bueno, imagino que conocen del Velo y de su poder para tapar lo sobrenatural—replicó, un Fuego Fatuo pasó por debajo de su barba y una pequeña flama apareció, Otto se apagó la flama despreocupado—. Además estoy cumpliendo una condena—llevó una mano a su camisa y sacó una cadena rodeando su cuello, con un candado en forma de calavera.
—¿Qué hiciste?—pregunté.
—Nada del otro mundo, era maquinista de un rico en Rusia y digamos que saque el tren de las vías. Una tragedia muy fuerte. Todavía tengo la sensación en mi estómago, de estar atravesado por una barra—comentó llevando ambas manos a dicho lugar—. En fin, iré a ver cómo vamos en dirección correcta a la Ciudad de Hielo Eterno. Casi lo olvidaba, ellos les darán lo que necesiten.
Sonrió e inclinó un poco su cabeza con el Fuego Fatuo danzando en ella. Desapareció apenas cruzó la puerta, entre los chicos cruzamos miradas, no hacía falta que los conozca de años para entendernos en segundos; «de todos los medios de transporte posible, justo usamos el que está operado por un asesino, y espíritus de niños mozos». Dejamos las mochilas arriba de un sillón y nos juntamos a una mesa, de forma rápida, un fuego nos trajo el menú.
—Bueno, al menos tenemos servicio—dijo Malcolm leyendo la carta—. Pero todo son dulces, papas, malteadas, nachos, hamburguesas y burritos—rei por lo bajo y leí la carta, tenía razón todo el menú era comida chatarra. Apareció un Fatuo con una libreta y un lápiz, la escena hubiese sido graciosa si mi mente no estuviera tan ida. Lo único que no era chatarra era café y té.
—¿Qué creen que haya en Howlong?—pregunte, Matthew pidió un batido de banana y entrelazo las manos.