¿Qué está pasándome?
Aún puedo sentir su aliento en mis labios. Esos profundos ojos de color celeste y marrón manteniéndome cautivo, apareciendo cada vez que cierro los ojos. Nunca había sentido algo así de intenso, tengo esa tentación irrefutable acercarme, de sentirla, de besarla.
Toda ella en una tentación andando, sus ojos, su boca, su delgado y trabajado cuerpo, sus largas piernas que se mueven con una agilidad impresionante, que en momentos pareciera estuviera flotando, y esas caderas.
¡Dios!
La manera en que las mueve, pavoneandose de un lado a otro, como solo ella sabe hacerlo, provocandome cada vez que se acerca a mí, y lo sabe. La tramposa lo sabe.
Si ella no se hubiera alejado yo hubiera dejado que ese beso sucediera.
¡Cielos!
¿Soy un tonto por querer que suceda?
Si.
Tengo claro que yo no soy santo de su devoción, me lo ha dejado claro tantas veces. Pero no puedo evitarlo, hay algo en ella que me atrae. Niego con la cabeza desechando la idea.
No, no, no Julian. No puedes acercarte más de lo necesario, solo lo suficiente para mantenerla vigilada. Si, le diste una segunda oportunidad, pero no deja de ser un ángel caído.
En cabello de mi nuca se eriza, todos mis sentidos se ponen en alerta, un cambio de energía llama mi atención, observo mi alrededor en busca de algo fuera de lo normal.
Nada.
Todos siguen su curso cómo si nada. Sigo mis instintos dejando que estos me guíen. Alzo la vista para ver el letrero del “Bar Malverde”. Entro pasando la mirada por todo el lugar. Todo está bien, dentro de lo normal.
Antonio alza la mano llamando mi atención, me acerco a él y a su grupo de amigos conversando en la mesa.
—¡Julian! ¡Qué haces aquí! —saluda con un apretón de manos.
—De paso. ¿Ustedes?
—Tarea—rueda los ojos—¿Por qué no te quedas con nosotros? Ya vamos a terminar y después vamos a comer.
Mi amigo suplica con la mirada, sé que ha tenido un día pesado, me ha hablado sobre la pelea con su padre esta mañana y las calificación que recibió en historia y geografía no le mejoraron el día. He intentado ayudarlo, pero hay un límite en el que podemos interferir. Lo mejor que puedo hacer en este momento es ayudarlo a distraerlo, ha ofrecerle unos momentos de felicidad antes de la tormenta.
Acerco una silla hasta su mesa para sentarme a su lado. Los demás me saludan con un movimiento de cabeza. Espero a que terminen lo que sea que están haciendo.
Busco distraer mi mente teniendo una pequeña conversación con los chicos, pero no puedo apartar de mi mente de esos ojos de colores que parecen atormentarme desde la primera vez que los vi.
—Tierra llamando a Julian—Maia agita su mano en frente de mí llamando mi atención. —¿Estás bien? Has estado muy callado.
—No. No estoy bien—admito. La miro de reojo a mi lado.
—¿Es por Eve?
¿Tan transparente soy?
—¿Quieres hablar de ello?
—Creo que me gusta.
—No me digas—rueda los ojos—Nada más mírate, es más que obvio. Tu no has demostrado estar interesado en nadie, nunca. A pesar de que muchas, unas más que otras, se acercan descaradamente a ti, tú siempre las alejas con respeto. Que te hayas acercado a ella y la hayas llevado a comer es algo muy grande y claramente importante para ti.
Si tan solo supiera.
—Ella es…
—Diferente, cautivadora, misteriosa…—empieza a enumerar con los dedos. Sonrío como un tonto.
—Si.
—Al igual que tú, no la conozco mucho, pero creo que es alguien que vale la pena tener como amiga—me mira unos segundos debatiendo entre decirme o no.—Me ha dicho que en su antigua escuela era difícil tener verdaderas amistades.
¿Qué? ¿Cómo que en su antigua escuela?
¿Ella ha estado en la tierra más tiempo del que creí?
—Ella se cierra mucho a veces, pero cuando se atreve a abrirse un poco llega a ser divertida. Puedo ver que en el fondo tiene un buen corazón, uno que protege contra todos por miedo a que salga herido. Yo no pretendo juzgarla y mucho menos molestarla con preguntas que no se siente cómoda en contestar, así que solo estoy a su lado, ayudándola en lo que necesite y lista para escucharla cuando esté lista para compartir su historia.
Asiento comprendiendo sus palabras. Es cierto, Eve se muestra fría, distante, desinteresada, y pone varios muros alrededor de ella que son imposibles de derribar, impidiendo a las personas acercarse, a verla, pero yo lo he hecho. La veo.
Puede actuar indiferente y cruel conmigo, pero sus ojos me dicen otras cosas, cosas que su boca y su cuerpo no pueden evitar, de vez en cuando destellan alivio, emoción, preocupación, miedo, dulzura, excitación... Ella es más de lo que deja ver.
Maia ladea la cabeza a un lado pensativa.
—Tal vez tu puedas ayudarla, ¿sabes?
—¿Yo?