Todos me esperan adentro impacientes, sus ojos siguen mis movimientos con detenimiento. No cruzo ni la entrada cuando Pam empieza a hablar.
—Archer dijo que querías decirnos algo—parlotea con cierto tono hostil.
Para este punto todos saben que no vivo con ellos, por eso esas miradas de intriga, dudas y desconfianza, aunque sé que no se atreverán a decirme o preguntarme algo. Sigo siendo su líder y he dejado bien claro lo que pasa cuando mis decisiones se cuestionan.
—Adam me contacto anoche—empiezo a decir sin rodeos.—Ya sabemos lo que necesitamos para subirlos.
—¿Qué?—Travon se acomoda en el sofá para verme mejor.
—Una daga.
Se miran entre ellos como si quisieran asegurarse que escucharon bien.
—¿Dónde la encontramos?—Stephan pregunta parado a un lado de su novia.
Me mira expectante, listo para recibir ordenes. Siempre a sido un buen y servicial demonio, aunque sea igual de sumiso y tenga un lado ciego cuando se trata de Pam, solo basta ver como lo maneja a su antojo y él obedece sin apenas cuestionar.
—No lo sé—respondo recibiendo varias miradas intrigantes.
—¿Al menos sabes cómo es?—Pam achica sus ojos, ladea la cabeza a un lado.
Volteo a ver a Archer detrás de ellos apoyado en la pared, buscando su ayuda, su ojos están perdidos mirando un punto fijo en el suelo, no sé mueve absorbido en sus propios pensamientos.
—Tampoco lo sé—me atrevo a contestar al ver que estoy sola en esto.
Pam pone los ojos en blanco. Respiro hondo controlando el coraje que empieza a ebullir en mi sangre. No me gusta que me vea cómo una tonta inútil, porque claramente no lo soy, aunque no me costaría nada hacerle una clara demostración de mi poder, me mantengo calmada, no puedo perder los estribos ahora, no con ella.
—Lo sabré cuando lo vea.
—¿Cuándo lo veas...?—resopla.
—Si tienes algo que decir, hazlo—la reto, mi paciencia pendiendo de un hilo.
Abre la boca para responder, Stephan pone una mano en su hombro deteniéndola. Sabe lo que le puedo hacer a su noviecita si no se controla.
—Buscaremos cualquier daga que llame nuestra atención, te la llevaremos cuando las encontremos.
—Esto va a ser una maldita pesadilla—Trevon niega con la cabeza imaginando todo lo que le llevará encontrar el objeto misterioso.
—Es mejor que empiecen ya si queremos terminar con esto pronto.
Asienten no muy contentos, salen de la casa sin decir nada más, aunque la mirada de Pam me lo dice todo, no esta nada contenta. Lastima por ella, porque ese no es mi problema. Por mucho que le pese tiene que seguir mis ordenes.
Espero a que desaparezcan para hablar de nuevo, me acerco a Archer llamando su atención.
—Estás demasiado callado—me cruzo de brazos esperando una respuesta.
—Yo...—parpadea regresando a la realidad.—Voy a buscar la daga.
Se mueve para salir, sostengo su brazo deteniéndolo.
—Tengo que decirte algo primero—se endereza en su lugar esperando que hable.—Cuando encontremos la daga debemos bañarla con sangre de un ángel.
—¿Cuál es problema con eso?
—La sangre tiene que ser pura—su cuerpo se tensa.—Dudo que el ángel me deje tomar su sangre tan fácil.
—Entiendo—asiente lentamente.—¿Sigues cerca de él?
—Si.
—Bien. Preocupémonos de encontrar la daga primero, luego nos preocupamos por obtener su sangre. Por más que me pese y me preocupe debes seguir a su lado, no podemos perderlo de vista.
—Lo sé.
Yo tampoco disfruto de esto, pero sé que tengo que estar cerca del ángel, es mi único vinculo para subir a Adam.
—Arriesgando mi pellejo aquí, estamos juntos en esto, no estoy aquí solo para protegerte, también estoy aquí para ayudarte a cumplir tu misión.
Alzo la ceja no muy segura que le pasa. ¿Por qué de pronto esta todo servicial?
—Gracias—respondo sin saber que más decir, me tomo completamente desprevenida sus palabras.
Sonríe con la boca cerrada, se despide con un movimiento de cabeza, lo observo desaparecer detrás de la puerta.
¿Qué diablos fue eso?
Creo que estar en la tierra empieza a afectarlo un poco.
*-*-*-*
Cierro la puerta detrás de mí deseosa de un poco de paz mental.
—Hola—salto del susto al escuchar su voz.
Llevo mi mano al pecho recuperandome del susto. Julian se levanta de la silla para acercarse con una sonrisa ladeada. Mi traicionero corazón empieza a latir con velocidad, culpo al maldito por eso.
Respiro varias veces queriendo controlarlo, pero este no cede, sigue martillando contra mí pecho sin control.
—¿Qué estás haciendo aquí?—trato de hablar sin que la voz delate lo nerviosa que estoy.
No esperaba verlo tan pronto, mucho menos en mi casa.
—Tenemos que acabar el proyecto—avanza otro paso obligándome a dar uno hacia atrás.
Su cercanía me afecta y parece ser que el gusano lo sabe porque su sonrisa se ensancha. Sin poder evitarlo, repaso mis ojos por él, detallando su trabajado cuerpo, la forma en que sus músculos se marcan, en sus tonificadas piernas que puedo ver gracias a que lleva puesto un short, luego sus brazos que juro pueden sostener el mundo entero si quisiera, pronto me encuentro imaginando lo que hay debajo de esa playera sin mangas que tiene puesta.
Quiero que me abrace, que me sostenga a mi en sus brazos, quiero oler su exquisita fragancia y embriagarme con el sabor de sus labios, aquellos que lograr nublar mi mente y solo me permiten enfocarme en él y en sus acertadas caricias que no hacen más que convertirme en un manojo de gelatina sensible.
El calor sube hasta mis mejillas, aparto la mirada antes de que mi imaginación siga jugando conmigo, antes de que mi sonrojo sea tal que no pueda seguir ocultandolo de él.
Evito su mirada viendo el lugar dónde estaba sentado esperando a que llegará, no hay nada, ni siquiera sus libros dónde se supone lleva todo anotado.