No veo a Julian en todo el día, no sé si esa es una buena o mala señal. Temo que lo de ayer haya afectado todo.
¿Y si descubrió mis razones para estar en la tierra?
¿Y si sabe más de lo que me deja saber?
O lo que es peor. Esta preparándose para atacarme cuando menos me lo espero. La voz de Archer me regresa a la realidad.
—¿Eve?
—¿Ya encontraron algo?—pregunto impaciente.
—Nada aun. Lo malditos escondieron muy bien el arma.
El tiempo corre, en estos momentos los ángeles pueden ya saber de nosotros. Tenemos que hacer esto rápido. Aprovecho que el gusano no esta cerca para usar mis poderes. Sostengo a la primer victima que mi mano pesca y lo obligo a mirarme a los ojos.
—Dime dónde está el cementerio del pueblo.
—En el centro del pueblo, cerca del parque.
—No recordaras nada de esta conversación.
Lo suelto regresando a Archer. El chico parpadea varias veces saliendo de la compulsión. Confundido, sigue su camino por el pasillo.
—Ahí esta nuestra respuesta.
—¿En un cementerio? ¿Estás segura?—frunce el ceño.
—Saben que es el último lugar en dónde buscaríamos. Vale la pena intentar—observo a los humanos asegurándome que nadie nos esta escuchando.—Esperaremos hasta que sea de noche para ir, avísale a los demás.
Asiente no muy convencido. Desaparece saliendo por las puertas de la escuela. La campana suena dando inicio a las clases. Sin ningún ánimo, arrastro mis pies hasta el salón.
¿Qué estoy haciendo?
Sin Julian aquí vigilándome puedo hacer lo que sea, ir a donde yo quiera. No tengo que fingir querer estar aquí.
*-*-*-*
La gente camina por el parque frente al cementerio. Algunos corren con sus mascotas, otros solo platican de cosas entre ellos y los niños juegan entre ellos sin parar. Me siento en una banca de madera esperando que la noche llegue.
Observo a cada hombre, mujer y niño que hay aquí. Todo parece estar tan calmado. Un perro corriendo con su dueño capta mi atención.
¿Me pregunto?
El perro empieza a ladrar como loco, el dueño trata de calmarlo, pero es inútil, ahora lo controlo yo. Veo lo que él ve, siento lo que él, ahora yo soy aquel animal.
El perro se suelta de su dueño para correr descontrolado por todo el parque, se acerca cada vez más a un bebé que está sentado en una carriola con juegos en sus manitas. Nadie está viendo. Esto será muy fácil y que mejor que un alma inocente y pura como la de él para obtener. Puedo ver a través de los ojos del perro que estamos cada vez más cerca del pequeño, un carro de juguete es lo único que nos separa.
Estoy cerca cuando algo dentro de mí me obliga a detenerme, hay algo en los ojos de ese pequeño que logra desestabilizarme, lucen tan familiares. Sus orbes me miran con asombro y diversión, una dulce risa escapa de su boca, alza sus manitos hacía mi intentado alcanzarme, una nueva y cálida sensación llena mi pecho.
Hago que el perro se siente frente al bebé, ladeo la cabeza a un lado hipnotizada con él. No sé como lo hizo, pero logró que detuviera mi ataque, que detuviera al perro. Nos mira por un momento esperando a que algo pase, su sonrisa se hace aún más radiante cuando me acerco, sus pequeñas manitas apenas tocan mi cabeza dándole pequeños golpecito, su rostro se ilumina emocionado. Siento como mi corazón se aprieta al escuchar su risa. Lágrimas invaden mis ojos sin aviso, murmura cosas que apenas logro entender.
—Boito—logra decir.—¡Boito, boito!—grita emocionado.
No puedo.
No puedo hacer esto.
Hago que el perro regrese con su dueño lejos del bebé. Vuelvo a mí dejando la escena atrás. Tan pronto lo hago siento un cambio dentro de mí, un cambio que no me gusta para nada. En mi pecho se expande un fuerte ardor dificultándome respirar. Levanto la vista buscando alguna explicación, pero no encuentro ninguna. Cierro los ojos concentrándome en mi respiración, inhalo y exhalo hasta que lentamente regresa a la normalidad. Por un momento sentí que estaba asfixiándome.
Me alejo de este lugar sin ver atrás, no puedo estar aquí, no quiero estar aquí. No entiendo que me pasó, y no quiero averiguarlo, no quiero volver a sentir eso en mi vida, por un momento sentí que estaba muriendo.
Camino y camino hasta que la noche al fin llega. Con un nudo en el estomago regreso al parque, ahora deshabitado. Todos están aquí esperándome. Por mi bien espero que la escena de esta tarde no se repita.
—¿Listos?—les pregunto a todos. Asienten mirando el cementerio con una interrogante en sus rostros.
Nos acercamos a la puerta la cual, para nuestra suerte, esta abierta. Mausoleos y tumbas aparecen conforme nos adentramos.
—¡¿Qué buscamos exactamente?!—Trevon pregunta tan fuerte para que todos oigamos.
Lo miro de mala forma para que guarde silencio.
—Perdón—susurra encogiéndose de hombros.
Una silueta capta mi atención, una niña me observa detrás de una lápida, se esconde detrás de ella temiendo que la vean, me acerco a ella sutilmente. Rodeo la lápida para verla, pero ella desapareció. La busco con la mirada, alcanzo a ser su oscuro cabello alejarse. Aparezco frente a ella deteniéndola, sus ojos se abren en sorpresa. Intenta escapar, pero la detengo una vez más.
—¿Vienes por mí?—su voz tiembla, veo el miedo impreso en su rostro.
—No, no he venido por ti.
—Oh—deja salir un suspiro de alivio, se relaja un poco, sus ojos avellana miran a los demás aún buscando algún indicio de la daga.
—Pero si necesito algo de ti.
*-*-*-*
Me acerco al mausoleo que la niña me indico.
—¿Eve?—Archer se acerca a mí lado.
No lo dudo, golpeo la puerta tan fuerte que se abre con fuerza. Entro observando el sarcófago de cemento en medio del lugar. Los demás no tardan en unirse observando todo a su alrededor. La tierra cubre todo el lugar, una cruz con Él colgado descansa en la pared frente al sarcófago, el olor a encerrado no tarda en llegar a mis fosas nasales.