Su casa esta más lejos de lo que me dejó creer el día en que logro tumbarme en la playa. Abre la puerta permitiéndome entrar primero, mis ojos recorren todo el lugar, es de un solo piso, un sofá con una mesa de centro nos recibe. Julian se mueve por el lugar encendiendo las luces.
Julian pasa a mi lado desapareciendo por un pasillo, mis pies se mueven por el lugar, todo luce pulcramente limpio, aunque pareciera que ha estado en este lugar por años, tiene marcos de fotos con sus amigos, asumo que es para aparentar.
Sostengo una foto para verla mejor, está en un lago junto con otros humanos, tiene puesto únicamente un short, tiene el cabello mojado y un vaso en la mano, su sonrisa es tan grande que achica sus ojos.
—Puedes usar esto.
Dejo el marco en su lugar, volteo a verlo detrás de mí, extiende sus manos para que tome la camiseta, la acepto con gusto pasándola por mi cabeza y brazos, me queda enorme.
—¿Así que aquí vives?
—Sé que no es mucho, pero estoy bien con esto, no necesito nada más—suspira. —¿Tienes hambre? No tengo mucho, pero algo podemos hacer.
—No, solo quiero descansar—asiente.
—Ahí puedes encontrar mi cuarto, puedes quedarte el tiempo que necesites y agarrar lo que ocupes.
Giro para ir a su habitación, me detengo al ver que él se queda en su lugar.
—¿No vienes?
—Yo... No sabía si...
—No quiero estar sola, no esta noche.
Asiente con una dulce sonrisa, dejo que él guie el camino, es el primero en entrar acomodando la cama para los dos. No despego la vista de él en ningún momento absorta en sus movimientos. Me deshago de mis pantalones para estar más cómoda, quedando únicamente con su camiseta, puedo ver cómo su cara cambia de color, sonrojándose, sus movimientos se vuelven torpes.
Deslizo mis pies a la cama envolviéndome en la sabana, lo miro esperando que él haga lo mismo, se mete entre las sabanas con la ropa puesta, dudo que este cómodo así, sin embargo no digo nada.
Tiene la mirada fija en el techo tieso como una piedra, me acerco a él, su cuerpo se tensa aún más por mi cercanía, envuelvo mis brazos alrededor de su abdomen, acariciando su piel desnuda, apoyo mi cabeza en su pecho escuchando el martillear de su alocado corazón, no puedo evitar sonreír al escucharlo, me alegra saber que no soy la única a la que estar así de cerca le afecta.
—¿Julian?
—Mmmmm—murmura.
—¿Porqué?—no necesito decir nada más.
—No lo sé—admite en un susurro.—Pero me importas Evelyn, mucho. Nunca había sentido algo así en toda mi vida y vaya que he vivido varios años.—su mano se desliza inconscientemente por mi espalda para acariciarla.—Eres toda una caja de sorpresas—sonríe.—No esperaba encontrarte, pero desde que te vi todo cambio, no puedo dejar de pensar en ti, no puedo aliviar este sentimiento de estar cerca tuyo. Lo único que quiero es ayudarte, quiero que sepas que puedes contar conmigo. Lo que dije el otro día es verdad, no estás sola, me tienes a mí. Puedo ayudarte en lo que necesites, si me dejas.
No digo nada, no puedo hacerlo, en nudo en mi garganta me lo impide. Ofrece su ayuda porque no tiene idea de lo que me atormenta, cuando se lo diga sé que se va a arrepentir y se deshará de mí tan pronto como pueda, mi corazón se estremece con la idea.
No quiero hablar ahora, quiero quedarme aquí, segura en sus brazos, unos minutos más. Cierro los ojos envolviéndome en su aroma, en el calor que desprende su cuerpo, el cual empieza a relajarse, sube la mano hasta mi cabello acariciándolo con cariño. Espero a que el sueño llegue, pero no lo hace, mi mente sigue dando vueltas. La respiración de Julian se vuelve lenta indicándome que él ya esta dormido, levanto la mirada para confirmarlo.
No entiendo cómo dio con mi familia, pero se lo agradezco. Mi pecho se hincha de cariño por este gusano, nunca pensé que alguien se volviera tan importante para mí tan rápido, mucho menos alguien como él. La charla que tuvimos en el carro persiste en mi mente sin tregua, por más que busque alargarlo o postergarlo sé que necesito hablar con Él.
Con sutileza me deshago de los brazos de Julian que descansan alrededor de mí cintura, se remueve un poco, me quedo quieta esperando no despertarlo, se acomoda en su lugar regresando a dormir profundamente.
Salgo de su casa en silencio, aún es de noche, las farolas iluminan la calle para mí. Camino y camino hasta que lo encuentro, cómo es de esperarse esta abierta, entro a la iglesia con un nudo formándose en la boca de mi estómago. Lo primero que veo es la cruz colgada en lo alto de la pared, aparto la mirada a otro lugar, algo dentro de mí no me permite mirarlo, cómo si no tuviera derecho a hacerlo.
—No sé que estoy haciendo aquí—admito en un susurro. —Ni siquiera sé que decir.
Me armo de valor para mirarlo, el nudo se aprieta hasta subir a mi garganta, mis ojos comienzan a picar.
—Reconozco que no tienes razón para escucharme y no te culpo, después de todo yo provoque todo lo que pasó.
Cierro los ojos recordando la pelea que tuvimos, las cosas horribles que le dije, el dolor que le causaban mis palabras, lo defraudado que estaba de mí.
—¿Porqué?—sollozo.
No hay palabras suficientes que puedan expresar lo que siento, en el fondo siempre supe que mis familia terminaría en el cielo lejos de mí, pero ese escenario parecía tan lejano. Me molesta que se hayan ido tan pronto, que mis padres no pudieron ver crecer a mi hermano, que Él no le diera la opción de experimentar en la vida, de formar su propia vida. Entiendo que Él tenía planes para ellos, pero porque tuvo que quitármelos de esa manera tan atroz. Las imágenes llegan a mi mente repitiéndose como una mala película.
—¡PORQUE!—abrí las puertas de golpe haciendo el mayor ruido posible. Estaba tan enojada que ni el mismo Dios podía detenerme. Miguel hizo el intento de acercarse para calmarme, lo mire con advertencia, si se le ocurría tocarme no me hacía responsable de mis actos.