La luz del sol se escabulle entre las paredes y la calle iluminándolo todo poco a poco. Oculto lo mejor que puedo las manchas de sangre en mi ropa. Entro por las puertas encontrando a los alumnos dormitando por los pasillos, la campana no tarda en sonar iniciando el día. Aunque mis ojos lo buscan sé que no está aquí, no siento su energía.
Camino hasta el salón donde sé está Archer, me paro afuera de la puerta llamando su atención, le dice algo a sus alumnos para después reunirse conmigo.
—¿Qué sucede?
—¿Dónde esta Maia? —su expresión se descompone unos segundos, como si llamarla lo lastimara de cierta forma.
—No lo sé, no la he visto desde la fiesta. ¿Puedo saber para que la buscas? —se cruza de brazos.
—Necesito su ayuda, necesito encontrar a alguien.
Se queda callado pensativo.
—Se dónde vive—dice sorprendiéndome. No sé si quiero saber cómo tiene esa información. —Espera, les anunció a los alumnos que me voy y regreso.
¿Qué?
Espere que solo me diera la dirección.
—Tengo algo que hablar con ella—aclara.
—De acuerdo, te espero aquí.
Asiente regresado al salón, me remuevo de un lugar a otro buscando matar un poco de tiempo, mi mente regresa a la pelea con Julian a pesar de que trato de evitar esos pensamientos.
Mi cuerpo puede ser herido y sangrar un sinfín de veces, pero nada se compara con el dolor que siento en el pecho, es lo único que no puedo curar con mis poderes y eso me resulta frustrante.
Una lágrima logra escapar de mis ojos, resbalando por mi mejilla, la aparto enseguida. Una mano se posa en mi espalda, volteo a ver a Archer a mi lado.
—¿Nos vamos?
Lo sigo afuera de la escuela, dejo que guie el camino hasta la casa de Maia, para mi sorpresa no esta lejos. Subo las escaleras del pórtico tocando la puerta de madera con insistencia. Archer inspecciona el lugar, asegurándose de que nadie nos siguió. Unos pasos se acercan a la puerta, Maia nos recibe vistiendo un pijama de conejos, se queda estática al vernos, creo que deja de respirar.
—Hola, Maia—saludo viendo que sigue sin moverse.
—¿Eve? ¿Qué te pasó?
—Estoy bien, no es mi sangre—miento para su tranquilidad.
—¿Qué hacen aquí? —sus mejillas se ruborizan al notar la presencia de Archer.
—Necesito tu ayuda.
—¿Mi ayuda?
—Has convivido con tus compañeros más tiempo que yo, quiero saber si has notado algo extraño en alguno de ellos.
—¿Extraño cómo qué?
Abro la boca para hablar, Archer me interrumpe antes de que pueda decir algo.
—Creo que podremos conversar mejor si entramos, ¿nos permites pasar?
Maia lo duda unos segundos, pero termina aceptando moviéndose a un lado para dejarnos pasar.
Paso la mirada por todo el lugar admirando su casa, una foto llama mi atención.
Es ella.
La mujer que me encontró en el suelo después de mi pelea con los espectros.
—¿Ella es...?
—Mi madre.
Pero que pequeño es este mundo. Con la luz de la casa puedo verla mejor, se parece mucho a Maia, tienen el mismo color de cabello, los ojos y la misma sonrisa. Hay algo en su madre que me resulta familiar.
—¿Eve?
—¿Sí?
—Hablabas de alguien comportándose extraño—me recuerda.
—Claro, has visto a alguien que se aleje de los demás, que se comporte de una manera fría...—menciono recordando lo que evocar a un daeva puede provocarle a los humanos. —Que hayan aparecido cortes de un día para otro, puede que algo sombrío los envuelva, su energía cambia a ser uno negativo.
Analiza mis palabras, pensando en alguien con esas descripciones.
—Para serte honesta, Eve, no he regresado a la escuela desde la fiesta—evade a toda costa la mirada de Archer. —Pero... puedo decirte que Quinn encaja en algunas de tus descripciones, la he visto distante desde hace días, no es la misma de siempre.
Quinn.
Tenía que ser Quinn.
—¿Sabes dónde está ahora?
—Supongo que en el funeral de su padrastro, murió ayer por un ataque de animal.
Ese no fue ningún animal.
Conecto el rompecabezas en mi mente, ella tuvo algo que ver con su muerte, estoy segura.
—Fui a verla esta mañana, era como si no le importara que hubiera muerto.
Por supuesto que no le importa.
—Gracias, Maia.
—Si puedo ayudarte en algo más puedes pedírmelo.
—No es necesario, ya me has ayudado bastante.
Paso a su lado yendo hacia la puerta, espero que Archer me siga, se queda parado en su lugar con las manos en sus bolsillos.
Te alcanzo después, tengo que hablar algo con ella.
Asiento con discreción.
—Te veo después, y de nuevo, gracias—me despido de Maia saliendo de su casa.
Marcho hacia el único lugar en dónde pueden estar haciendo un funeral en este momento, la bendita iglesia del pueblo.
*_*_*_*
Las campanas suenan resonando por todo el lugar, entro contra mi voluntad a la iglesia, todos visten de negro, guardan asiento en silencio, escuchando las palabras que el sacerdote le dedica al alma del señor Romero, lo oigo mencionar como el alma va a un mejor lugar cuando deja este mundo.
En realidad, lo que pasa cuando el recipiente del alma, en este caso el cuerpo, termina con su funcionamiento es que el alma pasa a deambular por la tierra hasta ser reclamada por el ángel de la muerte y es llevado a ser juzgado al más allá.
El sacerdote habla y habla como si en realidad supiera del tema, en verdad cree que cada palabra que sale de su boca es cierta sin cuestionarla por un momento, vaya iluso, la sorpresa que se llevara cuando su momento llegue.
Capto a Quinn sentada en frente de la iglesia, junto a la señora de ayer, supongo que es su madre. Amber y Layla están sentadas en la banca detrás de ella ofreciendo su apoyo. Alzo las banderas rojas al ver el vendaje en la mano de Amber, eso definitivamente me interesa, creí que había sido Quinn quien había invocado al daeva.