JULIAN
—No me estas escuchando Julian, estuvo aquí—repite.
Remueve su cabello nervioso, todo su cuerpo tiembla, posa sus manos en la mesa buscando controlar el mar de sentimientos que lo agobian.
—¿Quién Tobías? —me esta preocupando.
Nunca lo había visto así, ni siquiera la primera vez que se enfrento a un demonio y ejecuto su primer exorcismo.
—No lo sé—admite con pesar. —Me dijo que hablo de ella todo el tiempo y aún así no puedo reconocerla. Sea lo que sea no es un demonio, no del todo...
—¿Un demonio?
Recuerdo las voces que escuche el día que me atacaron y me llevaron a la playa, había otra mujer aparte de Evelyn ahí.
—Te digo que era diferente, logró salir de la trampa como si no fuera nada.
En el fondo algo me dice que fue aquel ángel caído con ojos azules y cafés, fue ella quién lo atacó y lo dejó inconsciente.
—¿Qué quería?
—Vete tú a saber, tal vez venía a ver cómo quedo el cuerpo de su víctima.
Esas heridas no son de un demonio, ni de un ser humano, esto lo provocó otra cosa.
Tobías sostiene un vaso con agua, el líquido se mueve de un lado a otro por la culpa de su mano temblorosa, ni siquiera puede ingerir bien la bebida.
—Necesitas calmarte.
—Lo que necesito es saber cómo detenerla. No puede ir por ahí agrediendo gente, porque eso fue lo que me hizo, estoy vivo de milagro Julian.
Esta vivo porque así lo decidió ella. No sé cómo sentirme respecto a eso, sigue manteniendo su palabra de no herir a los pueblerinos, aunque haya dejado inconsciente a mi amigo y regalado un susto de muerte, no llegó a dañarlo.
¿Será verdad que cambió?
No.
Ella no puede cambiar.
Ella te engaño.
¿Para que vendrías Evelyn? ¿Qué buscas?
—Yo me haré cargo de ella—le aseguro a mi amigo.
*_*_*_*
Había postergado este encuentro lo más posible, quería tener una solución antes de enfrentarme a él, pero el tiempo esta corriendo, entre más tiempo conserven la daga más oportunidad tienen de abrir el portal.
Si lograron capturarme a mí estoy seguro que pueden capturar a uno de mis hermanos, tengo que ponerlos bajo aviso.
—Estoy esperando Julian—Miguel me mira impaciente.
—Ya no tengo más la daga en mi posesión.
—¿Cómo? —acomoda la cabeza para oírme mejor.
—Unos demonios subieron a la tierra, me capturaron y me la arrebataron—me limito a decir lo esencial.
Su cuerpo se tensa, la vena de su cuello resalta, aprieta la mandíbula con tanta fuerza creo terminara rompiendo sus dientes.
—¿Cómo permitiste que esto pasara?
Por idiota.
—No sabía de su presencia, ocultaron muy bien sus poderes.
Evelyn le enseño bien. Miguel le hace señas a los demás para que se acerquen.
—¿Cuántos?
Debería decirle la verdad, dejar que ellos se encarguen de recuperar la daga, pero no puedo traicionarla, no me importa que me haya hecho daño, yo aún la quiero, la quiero cómo nunca imagine poder hacerlo. No mentí cuando le confesé que me importaba, que solo quiero ayudarla.
Sé que cuando mis hermanos den con ella la mandarán de nuevo al infierno y eso es algo que no puedo permitir, la regresarán al lugar dónde no es feliz, lo sé porque he visto la forma en que observa el cielo, a las personas que habitan aquí, ella no pertenece ahí abajo y la idea de no volver a verla es algo que no puedo concebir por mucho que este enojado con ella en este momento.
—Julian.
—No pude verlos a todos, me abandonaron en la playa después de atacarme.
Omito todo detalle de ella. La frente de mi hermano se arruga sin creer lo que escucha.
—¿No te hicieron nada?
—Nada de lo que no pudiera recuperarme.
—¿No escuchaste nada, o algún olor que nos diga en dónde podemos encontrarlos? —Nith me pregunta.
—La playa.
Miguel entrecierra los ojos dudoso, se voltea a ver a mi hermanos listos para escuchar sus órdenes.
—Búsquenlos, no deben ser muchos, saben que hacer cuando los encuentren.
Mis hermanos salen de la casa en busca de los demonios.
—Miguel, hay otra cosa. Anoche murió un hombre, por las marcas en su cuerpo creo que fue una entidad de nuestro mundo.
—Me haré cargo de él tan pronto pueda—se acomoda en su lugar.—Primero tengo que hablar con nuestro padre.
Desaparece igual que mis hermanos, seguro el castigo que me voy a llevar por perder lo único que puede matarnos va a ser severo.
Abandono la casa yendo al único lugar en dónde me importa estar en este momento, tengo que advertirle que mis hermanos saben de ellos, que debe mantenerse alejada si no quiere salir herida.
Paro en seco al llegar a su puerta, no sé si estoy listo para verla otra vez.
Debí regresarte al infierno cuando tuve la oportunidad.
Esas palabras resuenan en mi cabeza martiriándome. No hay un segundo que pase que no me arrepienta de haberlas dicho, no importa lo enojado que estaba, no debí decirlas porque no es lo que siento. Estaba furioso y herido por su traición, pero nunca sería capaz de obligarla a regresar a ese lugar.
Remuevo mis manos nervioso, toco la puerta mientras un nudo se forma en mi garganta, no sé cómo reaccione a mi visita, si acepte verme de luego. Vuelvo a tocar esperando que abra.
—¿Eve? ¿Podemos hablar?
Nada.
Giro la perilla de la puerta, entro sin invitación a su casa. No está.
—¿Dónde estás mi tormentoso ángel?