Observo la perilla por más tiempo del que quisiera, puedo oír su voz al otro lado dando órdenes a sus seguidores, respiro hondo sosteniendo la perilla con fuerza, la giro por fin entrando de nuevo a su despacho. Levanta la mirada detrás del escritorio, una sonrisa se asoma en sus labios en cuando me ve entrar.
—Váyanse—ordena sin apartar la vista de mí.
Los demonios salen del cuarto sin cuestionar, el último se encarga de cerrar la puerta otorgándonos algo de privacidad.
—Regresaste—se acerca dejando lo que sea que estaba haciendo.
—Te dije que lo haría—atrapa mis caderas pegándome a él. —Aunque estoy molesta contigo, no me dijiste que sería así de difícil.
Me aparto de él, sus manos me aferran a él sin intenciones de dejarme ir.
—No estaba seguro de que dirías, además, mi padre fue quién me lo confesó después de tu partida, yo no sabía que tendrías que buscar a un ángel para abrir el portal, de saberlo no te habría arriesgado—sus labios acarician mi cuello, pongo mis manos en su pecho separándolo de nuevo.
—Adam.
—¿Qué? —pregunta fastidiado, sostiene mi mentón con fuerza frustrado por detenerlo otra vez, sus ojos se concentran en los míos. —¿Te arrepientes de algo?
—No.
De no ser por esto no hubiera conocido a Julian o a Maia, tampoco Archer y yo nos hubiéramos vuelto tan cercanos como lo somos ahora.
Exhala más calmado, dejando ir de mi rostro para regresar su mano a mi cintura, siento su pulgar acariciar el hueso en mi cadera.
—¿Entonces que pasa? ¿Por qué te siento tan distante? Estoy aquí Eve, ya no soy un espejismo.
Atrapa mis labios con los suyos, comprobando sus palabras.
—Pam, Stephan y Travon murieron hace unos días—lo detengo, se aparta un poco para verme.
—Tú la mataste—asegura muy convencido, me quedo callada esperando su reacción. —Tardaste más de lo que creí.
Esboza una sonrisa orgulloso.
¡¿Qué?!
—¿De qué hablas?
—Pamela se estaba convirtiendo en un problema, necesitaba deshacerme de ella—se encoje de hombros con indiferencia, regresa a su tarea de besar mi cuello, aspirando mi aroma en el proceso.
—¿¡Y decidiste que lo mejor era que yo lo hiciera?!
Este demonio me utilizo, vaya pedazo de...
—Sabía que no ibas a fallarme, nunca lo haces.
No lo entiendo, creí que tenían algo entre los dos, un amorío.
—Pamela se encargó de hacerme saber que había algo entre ustedes antes de que muriera—digo para detener sus manos que empiezan a subir la tela de mi blusa, pero no logro detenerlo por mucho, una sonrisa se dibuja en su rostro, mientras escabulle sus dedos por debajo acariciando mi piel, buscando más contacto conmigo.
—¿Celosa?
—¿Entonces es cierto? —digo sonando más molesta de lo que pretendía.
—No, mi dulce pecado, ella era la que me pretendía, yo nunca la correspondí. Tal vez hubo uno que otro beso, pero nada más. Tú sabes que desde que bajaste al infierno captaste mi atención. Tu eres la única que me importa—me besa de nuevo con vehemencia, no puedo devolverle el beso, no se siente bien porque no es mi ángel el que está besándome.
La puerta se abre detrás de nosotros, Adam no detiene sus besos ni sus caricias, me aparto de él para ver al demonio en la puerta, mi corazón sube a mi garganta.
¿Qué diablos hace aquí?
Por primera vez en mi vida siento vergüenza, esta no es la situación en la que esperaba verlo de nuevo, Archer me mira pidiéndome una explicación, pero soy yo quién le exige una.
Debería estar cuidando de Maia en este momento.
—Adam—lo aparto de nuevo cuando siento sus manos ganar más confianza con mi cuerpo.
Gruñe con fuerza, sus ojos siguen los míos viendo al demonio en la puerta.
—¡Archer! —Adam saluda como si nada.
—Señor—mi amigo contesta tomando su postura de guardaespaldas, evadiéndome lo mejor que puede.
—Me alegra que estes aquí. Quiero felicitarte por el buen cuidado que hiciste con mi ángel caído del cielo —Adam me pega a su cuerpo posesivamente, acaricia sin nada de disimulo mi cuerpo —Ahora que estoy aquí regresas a estar bajo mi mando.
Adam me aparta, se acerca a mí amigo con una mirada llena de amenaza, sostiene su hombro aplicando presión, mi amigo se esfuerza en disimular el dolor, pero su rostro se torna rojo.
—Quiero que bajes a los calabozos y te encargaras de los humanos—acerca su rostro a su oído para que lo oiga claramente. —Te quiero lejos de mi mujer, ¿te queda claro?
—Si señor.
—¿Si señor qué?
—Me mantendré lejos de su mujer.
—Así me gusta—palmea su rostro complacido —Ahora vete, que quiero estar solo con ella.
Archer se gira para salir, pero un demonio entra apurado impidiendo que lo haga.
—Señor, lo necesitamos afuera.
—¡AHORA QUE MIERDA PASA! —brama.
—Es urgente—se limita a contestar el demonio.
—Si me interrumpes por otra estupidez juro que haré de tu miserable vida aún peor—su voz se torna oscura y grave.
—Es urgente—repite seguro.
Sus ojos conectan conmigo, maldice entre dientes, se acerca a mí pegando sus labios en los míos. Sus manos acarician mis glúteos sin importarle que esos dos demonios estén aquí. Nunca le ha importado que vean como me hacía suya, en cambió a mí sí, por eso siempre era yo quién lo arrastraba a un lugar privado, donde nadie podía vernos.
—No tardo—dice con la respiración entrecortada. Deja otro rápido beso en mi boca antes de alejarse hasta la puerta. —La tocas y te corto la mano—le advierte a mi amigo saliendo de la habitación.
Ninguno de los dos habla, nos miramos con demasiadas preguntas en nuestras mentes, puedo ver lo contrariado que esta, sus ojos no me engañan.
—¿Qué diablos haces aquí? —soy la primera en hablar, cruzándome de brazos.
Me alegra saber que está bien, pero no quiero verlo, no aquí, no es seguro para él.