Julian
Respiro hondo, embriagandome con su aroma, que es un compuesto tan opuesto como nosotros mismos, por un lado me tranquiliza y me brinda paz, mientras que por otro lado acelera mi corazón y revoluciona todo mi interior.
Atraigo aún más su cuerpo al mio, sin querer despegarme ni un centímetro de ella, me gusta sentirla cerca de mí, un frío me asota haciéndome fruncir el ceño, busco a tientas la sabana para cubrirla, sin embargo su cuerpo sigue frío.
Abro los ojos esperando encontrarla, la almohada insipiente y carente de vida aparece frente a mí, el sentimiento de vacío y dolor se asienta en mi pecho, como lo hace siempre que despierto y recuerdo que ella no esta.
Cierro los ojos para regresar a dormir, esperando que el sueño me invada y pueda volver a verla. Unos insistentes golpes evitan que pueda hacerlo, aunque intento ignorarlos, puedo escuchar sus voces y pasos por toda la casa, aunque intentan, fallando estrepitosamente, no hacer ruido.
Me obligo a arrastrarme fuera de la cama resignado a tener que presenciar otro día. Salgo de mi habitación para encontrar mi casa patas arriba, pareciera que un duende navideño vino a invadir mi hogar.
Maia aparece detrás del árbol con decoraciones de esferas de diferentes colores y tamaños, envuelta en luces y brillantina que no sé de dónde saco.
—¡Despertaste! —grita alegre, asiento sin decir nada.—¿Te gusta? —pregunta viendo su gran obra maestra.
—Parece que un duende le vómito encima.
—¡Oye! —arruga la frente, mirándome ofendida.
—Es la verdad, creo que esto es...
—¿Hermoso? ¿Grandioso? ¿Novedoso?
—Demacido. Esto es demacido.
—¿No te gusta?—su voz toma un matiz triste.
Rasco la parte trasera de mi nuca, pensando como explicarle que no tengo ánimos para festejar este año.
—No es eso, es que.... no pensaba celebrar la navidad.
—Entiendo—deja las cosas a un lado, poniendo su atención en mí.—Jul, han pasado meses desde que ella se fue, no podemos detener nuestras vidas por eso, ella no lo hubiera querido así...
Mis ojos comienzan a escocer por su recuerdo, lo sé, sé que ella odiaría saber que estuve triste y llorando por extrañarla, pero no puedo evitarlo, la extraño más cada día que pasa, y esta ansiedad que siento sin saber cuando regresara aumenta con el paso del tiempo, y el dolor en mi pecho se intensifica al despertar cada día y no tenerla a mi lado.
Estaba molesto, enojado por haberme quitado lo más preciado para mí, que son mis recuerdos con ella. Desde que la vi mi corazón comenzó a latir por primera vez desde que fui creado, fue entonces que entendí lo que se siente estar vivo, amar en cuerpo y alma, sentir ese deseo de estar cerca de ella, querer compartir tu vida junto a alguien más.
Por eso no entendía cuando decía que no se arrepentía de nada. ¿El tiempo que paso conmigo fue tan fugaz e insignificante que no le dolía? ¿Pudo olvidarse de mí tan fácil como me hiso olvidar? ¿Ya no me amaba? Todas esas preguntas se esfumaron cuando sus ojos me miraron con tanto amor, mientras su alma dejaba su cuerpo.
Estaba enojado, pero amo a esa mujer más que a nada en este mundo, la quiero de vuelta, la quiero conmigo....
—¡Esta listo el desayuno!—grita el demonio metido en mi cocina.
Hace unos meses acepte que se quedara a vivir conmigo, no tenía lugar en dónde quedarse, y honestamente no me hace mal su compañía, aunque a veces quiera golpearlo por lo sarcástico y molesto que es, juro que a veces le gusta sacarme de quisio por mera diversión.
Maia y yo entramos a la cocina para encontrar al chef con un delantal sucio y moviendo el sartén como todo un profesional. Mi corazón se estruja con fuerza, lastimando mi pobre pecho al ver lo que prepara. Pancakes. El recuerdo de Eve llegando con las bolsas llenas para preparalos, reclamando que ahora era su nueva adicción, me asalta de golpe.
La idea de que alguien le preparará su comida favorita, y la tuviera así de feliz me hiso sentir los famosos celos por primera vez en mi vida. Quería ser yo quien la consintiera, que le diera a ella todo lo que quisiera. No esperaba que la bolsa de harina se fuera a romper y terminará más de la mitad en mi cara.
Escuchar su risa me hiso sentir pleno, feliz, tenía un nuevo propósito en mi vida. No me importó terminar como mono de nieve si eso significaba oírla reír de nuevo. Sus ojos brillaron por primera vez desde que la conocí, por un instante se veía contenta y relajada.
Puedo ver el recuerdo de como se escabulle de mi para evitar que la ensucie de huevo, como usa toda su fuerza para detenerme, pero hice un poco de trampa para lograr estrellar el huevo en su cabeza, sorprendiéndola.
Recuerdo todo como si fuera ayer, cierro los ojos suplicando regresar a ese día, ese momento, en el que fui feliz a su lado...
—No lo sé, Maia. ¿Tu que piensas ángel?—Archer voltea a verme esperando mi respuesta.
Suspiro regresando al presente.
—Pienso que se te está quemando el desayuno—apunto cuando empiezo a oler a quemado.
—¡Mierda!—sin dudarlo, retira el sartén del fuego, arroja el pan quemado a un plato vacío para evitar que se queme todavía más, aunque no creo que esa cosa sea comestible.
—Entonces, ¿que dices Julian? ¿Vienes a mi casa para la cena?
Ahora entiendo porque de pronto Archer se puso todo nervioso, es la primera vez que conocera a los padres de Maia. El demonio me mira con suplica, esperando que niege la invitación, no soy un ser de mal, pero admito que me gustaría ver como se comporta bajo ese nivel de estrés, será algo divertido de ver.
—Esta bien, Maia. Acepto la invitación—digo tratando de ocultar mi sonrisa al ver la cara molesta de Archer, entrecierra los ojos negando con la cabeza.
Mueve los labios sin emitir palabra, pero entiendo perfecto lo que quiere decir, traidor. Se para erguido, fingiendo la inocencia que no tiene cuando Maia voltea a verlo.
—¿Vez amor? Hasta Julian acepto venir.
—Por qué ya ha pasado por esto antes, yo nunca he festejado la navidad, y mucho menos conocido a los padres de mi novia.
—¿Cuantas novias has tenido?—cuestiona ella usando un tono de voz normal para no sonar celosa, pero falla, con su mirada es más que suficiente para saber que lo esta.
Archer me mira en busca de ayuda, como del pancake en mi plato dejándolo solo, gracias grandioso karma por vengarme.
—No he tenido nunca una novia...—empieza a explicar rascando su nuca nervioso, Maia lo mira seria, segura que hay más.
—¿Pero?
—Se podría decir que tenía amigas con derecho.
—¿Amigas con derecho? ¡Ni siquiera sabías lo que la palabra amiga significaba!
—No, pero Eve...
—¡¿No me digas que entre Eve y tu hubo algo!?
Dejo de comer para prestar atención, si afirma que entre ellos hubo algo estoy seguro de lo que haré, lo correré de mi casa en seguida, después de tirar sus cosas por la ventana, y darle unas cuantas patadas en el trasero.
—No, por supuesto que no, te recuerdo que estaba con Adam...—se calla de golpe al escuchar el nombre que sale de su boca.
Adam.
Mi sangre hierve de coraje al recordarlo, por su culpa el amor de mi vida murió, por su culpa ahora estoy solo, en espera del posible retorno de la mujer que amo, si es que regresa. La idea de que no vuelva me quita el sueño el las noches y atormenta todos mis días.
Eve me repitió una y mil veces que no podía morir, aunque yo lo hiciera ella no podría seguirme porque permanecería en la tierra por toda la eternidad.
¿Si eso es cierto porque no has regresado amor? ¿Porqué sigo llorando tu partida? ¿Porqué no te tengo a mi lado?
—Esta bien, iré—termina por aceptar el demonio al ver que la regó.
—¡¿Enserió?!
—Es importante para ti, así que es importante para mí.
—Gracias—Maia lo abraza con fuerza.
—Me gusta cuando te pones celosa, aunque no tienes porque hacerlo, solo te he amado y te amaré a ti para siempre—murmra y besa a su novia.
Los envidio, quisiera no hacerlo, pero lo hago.
—Los veo a las ocho en mi casa. Si llevas unas galletas de chocolate mi hermano y mi mamá te amarán, y unos pistachos para mi papá, esos son sus favoritos.
—Galletas de chocolate y pis... pis...
—Pistachos—repite la morena.
—Pistachos, anotado.
—Bien, los veo en la noche chicos—dice saliendo de la cocina.
—¿Qué hay del pino?—pregunto recordando que lo dejo a medias.
—¡Tendrán que terminarlo sin mí!—grita desde la sala.
—¡¿Cómo?!—grita Archer de vuelta.
—¡Trabajo en equipo!—segundos más tarde se escucha la puerta de la entrada cerrarse.
Nunca me he quedado con él demonio solo, siempre estaba Eve o Maia con nosotros, o ambos estábamos ocupados en nuestras habitaciones ignorando la presencia del otro.
Ahora tenerlo frente a mí, sin nada que decir es extraño e incómodo.
—Ten—me pasa el plato con el pancake quemado.
—Esta tostado—lo miro incrédulo.
—Bronceado de más, y es lo único que tengo para ti—aparta el pancake bueno que deje a medias para dejarme el quemado, vengandose en muy idiota.
Se va dejándome solo en la cocina, cinco minutos después lo encuentro en la sala arreglado el desastre que dejo Maia. Es chistoso ver como se pelea con las luces para liberarlos de sus propios nudos.
—Cosa del infierno, ni siquiera ahí tenemos esta clase de tortura—masculla para si mismo, reprimo la carcajada que quiere salir de mi boca lo mejor que puedo.
Saco los listones para ayudarlo a decorar un poco la casa, luego muñecos con temática y unos cojines que me regalaron unas amables señoras de la tienda.
—Si veo otro muñeco de nieve tendré pesadillas—sentencia el demonio viendo los muñecos con horror.
Sonrío. Si son muchos muñecos.
—¿Porqué decidiste hacer los pancakes hoy?—pregunto curioso, y porque creo que si vamos a seguir viviendo juntos tenemos que aprender a llevarnos mejor.
—Maia me contó que esta fecha acostumbra a pasarla con su familia—dice relajado, continuando con su arduosa tarea de separar los focos.—Nunca he tenido una, hasta que Eve se convirtió en eso para mí.
Suspira hondo, acomodando las luces en el árbol lo mejor que puede. Vaya, el demonio tiene más sentimientos de los que pensé.
—No eres el único que la extraña, ¿sabes? Yo también lo hago, solo que tengo mis métodos para recordarla. Una mañana se los preparé y le encantaron, hacerlos hoy es una manera de recordarla y sentirme cercano a ella.
Enciende las luces iluminando el árbol, se ve bonito junto con todos los detalles que Maia le puso.
—Ella es la hermana que nunca supe que quería—admite mirando su obra maestra.
Lo miro a él con la mirada perdida entre todos los pequeños objetos que decoran el árbol, giro el rostro para ver lo que él.
—Ahora veo porqué te defendió tanto—voltea a verme con el ceño fruncido.—Yo quería deshacerme de ti, no confiaba en tus intenciones, pero ella siempre te defendió.
Sus ojos se enrojecen, puedo ver como lucha por no derramar sus lágrimas.
—Sabía lo genial que soy, claro que no podía perdérme—dice arrogante, pero escucho su voz temblar un poco, aparta una lágrima rebelde que logro escapar de sus ojos.
Eve tenía razón, este demonio puede ser una astilla de madera difícil de quitar cuando se lo propone, pero a veces puede ser tolerable y hasta agradable, a veces.
—Vamos—palmeo su espalda.
—¿A dónde?
—A que te ganes a tus suegros.
Lo ayudo a conseguir y comprar todo lo que Maia le sugirió, y hasta más. Después de todo, la primera impresión nunca se olvida, y si quiere ganárselo tiene que ser la mejor que haya hecho en toda su vida.
—Feliz navidad—se despide la cajera observandonos con una amplia sonrisa.
—Feliz navidad—respondo saliendo con el demonio que carga todas las bolsas, apenas puedo ver su rostro, camina atropelladamente sin poder ver sus pies.
—¡Auch!—escucho el golpe seco de su cuerpo contra la ventana que da a la calle.
Puedo escuchar varias risas por la tienda, incluyendo la mía, niego con la cabeza regresando por ese tonto, lo empujo guiandolo hasta el coche, seguro que no se golpee con otra cosa.
—¿Estás seguro de esto? ¿No crees que es mucho?
—Si, y no. Vamos, que seguro ya deben estar esperándonos.