RAYNARD
Cogí del brazo de nuevo a Davina impidiendo que entrase en el comedor. Esta me miró totalmente frustrada por mi acción, pero no podía permitir que entrase ahí y se comportarse mal con Irina. Nosotros tuvimos nuestra historia hace mucho tiempo y aun con todo la considero buena amiga y alguien de fiar. Podía entender porque Davina desconfiaba de aquella jefa de la mafia, pero debía confiar en mí.
Sus ojos, que en aquel momento eran como dos llamas ardiendo, fueron cambiando de expresión. Con su brazo en mi mano di unos pasos hacia atrás para separarnos de la entrada de nuestro comedor, donde la gente nos estaba esperando.
Recuerdo perfectamente el día que Irina nos contó todo aquello, se me pusieron los pelos de punta solo de escucharlo.
Porque vamos, Davina Morris estaba cediendo, y era la persona más cabezona que podías cruzarte.
Me guiño un ojo y comenzó a andar hacia el comedor, hipnotizado como un estúpido le seguí los pasos. Era la única que conseguía que me comportase así, Davina Morris podía tenerme a sus pies con solo chasquear los dedos, y yo estaría encantado de arrodillarme ante ella todas las veces que fuera necesario.
Entre al comedor sentándome a su lado, Irina hablaba animadamente con Jakob sobre el padre de esta. El cocinero junto con sus dos ayudantes que habíamos contratado comenzó a repartir los platos con la cena. De centro teníamos un picoteo y unas ensaladas, y el principal era un rico estofado de ternera con patatas. Comenzamos a comer todos, charlamos un buen rato entre bocado y bocado, estaba siendo muy agradable todo. Irina y Davina no cruzaban palabra, alguna que otra mirada, pero nada más. Estaba más que agradecido, hübsch charlaba animadamente con Aria sobre ir a ver cunas para su futuro bebe, y yo me reía de las ocurrencias de Molly.
La cordialidad no duro toda la velada, pues Irina se dirigió a Davina por primera vez en la noche.
Hübsch levanto la cabeza de su plato con una suave sonrisa, demasiado relajada para mi gusto. Aria miraba de reojo a su amiga con el mismo miedo que yo, la conocíamos y estos días ha estado mucho más irascible de lo habitual.
Miré realmente mal a Irina por lo que acaba de decir, ese tema no era de su incumbencia. Davina y yo había hablado sobre esto meses atrás, habíamos superado y seguido adelante con nuestra vida juntos.
Ambos cometimos errores.
Un silencio sepulcral se hizo en la sala, mi mujer se estaba conteniendo demasiado y no podía permitir que Irina le estuviese haciendo eso delante de todos. Estaba provocando a Davina metiéndose por completo en nuestra relación, en su vida privada.
Mi amiga me miro con una sonrisa voraz, de una completa víbora. Porque si, mi amiga podía ser una víbora cuando se lo planteaba.
Escuche como soltaba aire mi mujer lentamente de sus pulmones, echó su silla atrás y soltó la servilleta con dureza en la mesa. Aquello lo hacía por mí, porque veinte minutos atrás se lo había pedido, pero lo cierto es que ahora mismo podía lanzarle un vaso a la cabeza a la rusa que no me importaría.
Se giró bruscamente, pues había empezado a salir de la sala. Aria, que estaba a su lado, le miró temiéndose lo peor.