Tu me conoces bastante bien hijo mío, sabes que las supersticiones, fantasmas y premoniciones para mi son sólo una farza de gente ingenua, ambiciosa y crédula, pero justamente el día en que me he puesto mal, viví algo que aún ahora me es inverosímil.
Me encontraba en la sala mirando la televisión mientras tu madre echaba una carga de ropa en la lavadora. Veía mi telenovela de siempre cuando de repente todo se me nubló. Aquí hijo mío quiero aclarar que se me nubló el mundo, no la vista. Ya he tenido la vista nublada en un desmayo, sedada o incluso semidormida, pero en esta ocasión era como si todo a mi al rededor se volviera una nube borrosa como si nunca hubiera existido.
Así como todo se volvió borroso poco a poco, comencé a distinguir que todo volvía... o eso creí. En lugar de ver mi sala, mis muebles, mis paredes y mis cosas, me vi dentro de un palacio enorme y lujoso con decoraciones... ¡oh hijo mío! No conozco tanto de otras culturas o tiempos como para ser precisa, pero te aseguro que eso yo no lo había visto antes.
Miré a mi al rededor y pude ver que estaba rodeada de mucha gente que miraba hacia un hombre que sobre salía. Estaba muy asustada con lo que estaba pasando que en un principio no presté atención a lo que ocurría ni mi al rededor más allá de lo necesario para tratar de reconocer dónde estaba y aunque no sepa si lo que vi era de otro país u otro tiempo, puedo asegurarte que ese hombre que todos miraban era un Rey, pues estaba sentado en una extraña silla, sin duda era su trono y era el que más rico vestía. A un lado había una mujer, seguramente la Reina y un hombre, quizá un consejero.
Todos en la habitación dirigieron una mirada de repudio a dos mujeres de cabello negro que tenían sometidas y ponían frente al Rey y ahí me di cuenta que yo era invisible para ellos, no sólo porque nadie me miró, sino que cuando llevaron a aquellas mujeres, pasaron a través de mi como fantasmas.
—¡Silencio! —ordenó el Rey a sus súbditos que murmuraban al mirar a las mujeres y fue cuando ese hombre levantó la voz que presté más atención a mi entorno.
¡Oh hijo mío, si tan sólo pudiera recordar exactamente todo como lo vi! Lo que te cuento es sólo aquello que sobrevivió en mi mente después del infarto, porque te juro que todo lo vi como si viera una película o una obra de teatro y ya verás, mientras avanzo en mi relato cómo hay huecos en esta historia.
Volviendo a aquellas dos mujeres, las tenían encadenadas y mientras una lloraba suplicando perdón, la otra permanecía inmutable. Ambas fueron llevadas por tres hombres que las obligaron a quedar en el suelo a modo de reverencia y aunque la que no hacía ruido luchó por permanecer en pie, terminaron por someterla.
Cuando todos callaron ante la imponente voz del Rey, uno de los hombres que las llevó, sin levantar la cabeza dio un paso al frente.
—Estas mujeres fueron sometidas a la prueba, y fueron encontradas culpables de pecado —anunció el hombre que sostenía un especie de báculo— No hay perdón a sus excesos pecaminosos y deben ser castigadas.
Te preguntarás qué prueba y qué pecados, pero hijo mío, si en esa visión se mencionó, yo no lo recuerdo.
—¿Cómo se declaran? —preguntó el Rey.
—Perdóneme mi señor —insistía la que no dejaba de llorar tirada al suelo sin levantar la vista.
—Somos inocentes porque todo lo que hicimos lo hicimos por un bien mayor —aquella que permanecía tranquila intentó levantarse una vez más sin mucho éxito pero levantaba el rostro orgullosa y segura de sus palabras— Son ustedes los que merecen castigo, especialmente usted.
Aquella mujer pronunció un nombre que no recuerdo acusando al Rey y ello escandalizó a la multitud. Sin embargo, el Rey más bien miró a ambas compareciente a diferencia del resto de la gente y... No puedo decirte si olvidé lo que ocurrió después o simplemente ya no hubo más en esa visión, sólo recuerdo que de nuevo todo se me nubló y sentí como si viajara a gran velocidad sin moverme. ¡Sé que suena extraño! ¡Incluso contradictorio! Pero así fue como lo sentí y no encuentro otra forma de describirlo.
De la misma forma que las veces anteriores, aparecí en otro lugar sin ser visible a los ojos de los demás. Para mi sorpresa, esta vez el lugar era conocido ¡Era tu casa!
Sin tener que moverme del lugar donde estaba, las cosas a mi alrededor comenzaron a avanzar hasta que llegué a tu habitación, ahí, te vi a ti hijo mío vivaz y saludable, hablando con una mujer que no recuerdo, pero estoy segura que era una de aquellas mujeres encadenadas.
A pesar de que me encontraba muy cerca de ustedes no podía oír de lo que hablaban, tu parecías bastante feliz, creo que querías besarla, pero en el momento en que iban a hacerlo... ¡Esa mujer se convirtió en una serpiente que se enroscó al rededor tuyo! La vi morderte y enseguida palideciste y lánguido no caíste porque ella te sostenía con fuerza. La serpiente comenzó a reír y me volteó a ver con unos grandes ojos verdes que brillaban como focos. Ahí... ahí supe que ella de verdad me miraba a mí.
—No puedes hacer nada para cambiar el destino agónico que le tengo preparado —me dijo en una voz macabra que me hizo temblar— Esta será la última vez que lo veas.
La serpiente echó una carcajada antes de abrir el hocico para comerte y en mi desesperación por ayudarte intenté abalanzarme a ella, pero en un parpadeo ya me encontraba de vuelta en la sala con un terrible dolor en el pecho. En ese momento me dio el infarto, tu madre se apresuró a hablar a emergencia y cuando estuve mejor, lo primero que me preguntaron que estaba haciendo antes del infarto.
En otro momento seguramente les habría mentido, qué vergüenza hablar de cosas fantásticas como si fueran reales, especialmente siendo yo quien soy, pero al preguntarme lo que ocurrió, mi memoria volvió a aquél momento inverosímil y las palabras simplemente salieron de mi boca. Enseguida supliqué hablar contigo y no pude estar tranquila hasta oírte a salvo.
Editado: 30.03.2020