De regreso a casa

Aunque ambos chicos notaron que en esta ocasión, a causa de su oposición, que los grilletes y el anillo brillaron para encerrar a Kalila, Laerte lo ignoró al estar convencido que si dejaba a la Ifrit fuera del anillo, su abuela moriría tal como la propia Dafne le dijo al despedirse.

—¿Por qué la devolviste? —preguntó Valerio— No investigamos nada.

—Y así nos quedaremos —afirmó Laerte— No volveré a llamarla.

—Pero...

—Ya no me interesa. Lo que investigamos y lo que ella dijo, es que no puede salir del anillo sin mi orden ¿no? Pues ya decidí que si quedándome con el anillo sin volverla a llamar jamás, puedo evitar mi infortunio y por sobretodo evitar que le haga daño a mi abuelita, entonces me quedaré con el anillo hasta mi muerte —afirmó Laerte— Y ahora y aquí mismo quiero que tu me jures que si muero primero que tu, verás que me entierren con el anillo puesto. No dejaré que esta mujer cause mal a nadie más.

—Creo que te estás precipitando. Deberíamos seguir investigando y...

—¡Júramelo! —exclamó Laerte con un gesto muy duro, el cual, Valerio no pudo ignorar, mucho menos cuando su amigo le extendió la mano.

—De acuerdo hermano, te lo juro —Valerio le dio un apretón de manos y ambos, sosteniendo el apretón, se dieron un abrazo golpeando sus hombros derecho a modo de sellar el juramento.

—Si es el caso, de ahora en adelante no volveremos a hablar del tema ¿de acuerdo?

—De acuerdo, pero qué vamos a decirle a Aly cuando pregunte sobre lo que le pedimos —cuestionó Valerio— Yo no tengo problema en mentirle pero ¿qué hay de ti?

—No le podemos decir nada. No quiero mentirle y tengo miedo de que note la mentira porque me conoce bastante bien, pero si se llega a enterar, estoy seguro que ella querrá continuar con este tema.

—Digámosle que estábamos jugando o algo así —proponía Valerio— Si nota que mientes, entonces tendremos que buscar un regalo para ella —decía no contento con la idea— Uno sobre Ifrits, para que piense que sólo era para que supiera algo de ellos porque le daríamos ese regalo.

—¿Te das cuenta que es un plan muy estúpido?

—¡Ey! Yo no veo que tengas una mejor idea —replicó Valerio indignado.

—Quizá funcione aunque sea absurdo —dijo Laerte después de un rato de pensarlo— A ella le gustan las sorpresas y seguro que se distrae con un regalo.

Laerte y Valerio volvieron a la casa para dormir mientras discutían sobre el regalo para Alysa, sin embargo, aunque Laerte había declarado que no volvería a sacar a Kalila, no podía dejar de sentirse inquieto por la salud de su abuela.

Al día siguiente, tal como el maestro se los había advertido, los chicos encontraron un entierro justo a dos días de volver a casa lo que provocó que esos últimos días de trabajo fueran más pesados, no sólo porque debían terminar rápido con el registro y el levantamiento del entierro, sino que para que el tiempo les alcanzara, tuvieron que quedarse en el cerro algunas horas más.

Gracias a aquél encuentro, Laerte pudo distraerse para no pensar demasiado en el anillo, además, no dejó de llamar a su abuela para asegurarse de que ella estaba bien y para el día en que tenían que volver a casa, Laerte se sentía más tranquilo de saber que su abuela se sentía bien y que Kalila permanecía cautiva en el anillo.

Todos los alumnos ya se encontraban abordando el camión que los llevaría de regreso a Ambrosía, su ciudad y Valerio y Laerte ya se encontraban sentados esperando que el maestro diera la indicación para que el camión echara a andar.

—Viejo, de verdad te ves mal —comentó Valerio mirando la cara de Laerte que se veía pálido y ojeroso, que si bien eran síntomas de todos los alumnos, incluído el maestro a causa del trabajo duro, Laerte parecía el más demacrado de todos.

—He dormido poco, aún tengo pendiente por mi abuelita —contestó Laerte.

—No has sacado a Kalila del anillo ¿por qué temes? —preguntó Valerio en voz baja para no llamar la atención de sus compañeros.

—Porque las cosas que han pasado estos días van fuera de la lógica, temo que la predicción de mi abuelita se cumpla y le pase algo antes de que llegue a casa contestó Laerte también en voz baja.

—Hermano, no creo que debas preocuparte. En primer lugar Kalila no ha vuelto a salir del anillo desde hace dos días y en segundo, ya vamos de regreso. A decir verdad hay más probabilidad de que nosotros muramos de camino a casa gracias a que viajaremos tres horas por carretera a que le pase algo a tu abuelita que está en casa, seguramente aún reposando.

—Sé que tienes razón, pero no puedo quitarme la inquietud.

—Escucha, tienes una cara de muerto viviente que si tu familia te ve así, se preocuparán por ti más de lo que deberían. Necesitas dormir —insistió Valerio— ¿Por qué no te echas una siesta en el camino? Yo vigilaré tu celular, si te llaman o tu mamá envía mensaje, te despertaré.

—No lo sé. Aún así no creo que pueda dormir.

—Deberías intentarlo, porque aún si estuviera pasando algo con tu abuelita, no podrías hacer nada desde aquí, igual tendrías que viajar 3 horas para llegar.

Las palabras de Valerio no le dieron mucho alivio a Laerte, por el contrario, lo inquietaron más de pensar que en efecto, estando tan lejos no podría hacer nada, pero tampoco podía negar que se sentía mal a causa del cansancio.

—Llamaré a mi madre para informarle que vamos de regreso y preguntaré por mi abuelita —comentó Laerte— Si todo está bien te tomaré la palabra.

Valerio soltó un suspiro pesado ante la necedad de su amigo aún cuando estaba acostumbrado a verlo tan enganchado cuando de problemas de su familia se trataba, así que sin más esperó a que su amigo hiciera la llamada.

—¿Y bien? —preguntó Valerio convencido de que todo estaba bien, de lo contrario, su amigo se habría alterado durante la llamada.

—Mamá y mis hermanos me recogerán en la terminal de camiones —contestó Laerte— Dice que mi abuelita está bien y que ella también quiere recibirme en la terminal.