El árbol de los 1000 ojos

Capítulo 51

Pascal rodeó el árbol y fue hacia donde estaba Nerol, al igual que con Franny nuevos invitados arruinaron sus planes. Pascal sintió como su estómago se llenaba de piedras y se hundía hasta llegar a su pelvis. Roberta y Oliver acompañaban a Nerol. Este no estaba contento de esa repentina compañía porque le habían dejado el rostro como el mapa de un lugar accidentado.

—Pascal, ya estoy harto de ser yo el que reciba las golpizas.

Oliver le dio un fuerte golpe en el estómago que lo obligó a callarse. Nerol ocupó su tiempo en escupir sangre.

—Te dije que no hablaras, estoy harta de escuchar tu voz — le ordenó Roberta con una voz tan cansada como siniestra. Levantó la cabeza y vio al asustado Pascal quien, desde sus ojos, parecía una criatura perdida que estaba buscando a su mamá —. Tengo a alguien más importante con quien hablar.

Pascal estaba quieto, sin saber qué hacer. Nerol no estuvo perdiendo el tiempo mientras esperaba a que Pascal regresase. Introdujo la bomba dentro del árbol, por el agujero de la explosión para ser más exactos. Que buena idea, pensó Pascal. Ahora solo tiene que entrar y activar la bomba. Pascal sabía que esos dos no se lo iban a permitir. Pascal estaba cerca del agujero, podía correr, pero Oliver era más fuerte y rápido. Lo alcanzaría y se lo impediría a base de golpes en la cara.

Tenía que pensar en algo.

—¡Esta bien! — exclamó Pascal —. Dejaré que hagan conmigo lo que quieran. Desquítense, desahóguense. Lo que quiera, pero por el amor de Dios que algunos de los dos entre al árbol y active la bomba.

—Voy a activar la bomba — dijo Roberta —. Pero lo voy a hacer con la manada de ratones mirándome. Quiero que vean quien es su salvadora y quien de todos nosotros tiene verdadera madera de líder.

Roberta estaba perdiendo la razón y era imposible razonar con Oliver. A Pascal se le estaba secando la boca.

—¿Cuál manada? Todos se fueron. Se hartaron de nosotros — Pascal sintió una fuerte melancolía mientras le explicaba eso a Roberta —. Si quieres ser un líder, adelante. Vas a ser un líder de un grupo conformado por nadie.

Pascal no tuvo tiempo de ver la expresión destrozada de Roberta. Era verdad. Esos cuatro eran los únicos ratones que quedaban de la manada. Pascal se dirigió al agujero del árbol.

—No te muevas — le ordenó Roberta —. Todo es tu cumpla. Tú y tus estúpidos planes alejaron a la manada — Roberta esbozó una sonrisa perversa y felina, a Pascal le recordaba a Franny cuando la conoció por primera vez -. Bueno, voy a tener que volver a reunirlos.

—¿Entonces te irás? — preguntó Pascal con un pequeño ápice de esperanza.

—Oliver, mátalo — ordenó Roberta sin un ápice de emoción — Primero los mataré y luego iré a reunir a la manada. Sin ellos no hay nada aquí que valga la pena salvar.

—Roberta, por favor.

Oliver se acercó a Pascal con una ansiedad palpable. Oliver no necesitaba ordenes, darle la paliza de su vida a Pascal era algo que quiso hacer desde hace mucho tiempo. Le dio el primer golpe, uno suave. Pascal sintió como los huesos de su hocico se astillaban, fue un milagro que no haya escupido un par de dientes. Lo que si escupió fue sangre. Pascal estaba aturdido en el suelo, deseando por no desmayarse. Oliver sonrió al ver a Pascal tumbado en el pasto muerto con una expresión adolorida y suplicante.

“¿Esas son lagrimas? Espero que sí”, pensó Oliver.

Oliver deseó que Pascal se quedara con esa expresión por los últimos minutos que le quedaban de vida. Pero Pascal cambió esa expresión patética por una de auténtico terror. Una sombra gorda y de gran tamaño cubrió a los dos ratones.

Romanov los miraba con unos ojos hambrientos. Oliver volteó para ver a Romanov, un gato más gordo, peludo y sanguinario que Franny. Los ojos de Romanov transmitían una satisfacción que Pascal encontró envidiable y una maldad que Pascal encontró aborrecible. Romanov amaba que sus presas le tuvieran miedo. Oliver será fuerte, pero su fuerza no se comparaba con el tamaño, ni con los dientes de Romanov.

El enorme gato marrón no tuvo ningún problema en hacérselo saber. De un mordisco levantó por los aires a Oliver y lo puso dentro de su boca, con la mitad de su cuerpo fuera de la misma. Los golpes del ratón desesperado apenas conectaban con sus encías, y los que si conectaban no le causaban dolor. Romanov se río ante los intentos de Oliver.

El monstruoso felino notó a Roberta tratando de escapar, usando el mondadientes como bastón, cojeando sin parar. Se le lanzó encima impidiéndole el paso. Puso su garra encima de ella.

—Pobrecita, ¿Estás lastimada? Descuida que el doctor Romanov te va a curar.

Romanov le arrancó la pata con sus dientes, sin soltar a Oliver.

—Pata equivocada — Romanov se tragó la pata sana de Roberta —. ¿Sabes algo? Mejor acabo con tu miseria de una vez.

Con sus garras Romanov comenzó a arañar a Roberta arrancándole trozos de piel dejando su estómago en carne viva. Con el siguiente arañazo le dejó la mitad de las costillas. Romanov continuó descuartizando a Roberta hasta convertirla en una mancha amorfa de sangre. Oliver lo vio. Vio con su líder era masacrado por esa bestia. Continuó golpeándole.

—¿Sigues vivo? — preguntó Romanov genuinamente sorprendido —. Tengo que reconocer tu tenacidad, pequeñín, pero esto se acaba ahora.



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En el texto hay: cultos, gato negro, monstruosidades

Editado: 20.09.2024

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