Diciembre 9/2023
Una ducha caliente y una taza de chocolate fue lo único que Tarana necesitó para
entrar en calor luego de haber hecho su carrera matutina de cada día. Hoy había caído más nieve que los días anteriores y por más que ella hubiese estado abrigada no le sirvió de mucho, el frío caló hasta sus huesos y no pudo finalizar su carrera.
Lavó la taza, la dejó en su lugar y salió de la cocina; agarró su abrigo y salió de su
casa con Boticas tras ella. Caminó hasta la puerta de la casa de su tía Monick y pulsó el timbre, segundos después Patricia, su prima abrió la puerta.
– Hola, Pato –abrazó a su prima y entró.
– Hola, Tara, ¿a dónde vas tan arreglada?
– A la casa comunitaria –dijo ella–. Me toca decorarla con Marcela y Max, sabes que
hoy es el encendido navideño y todo debe estar listo.
– Uf, que flojera eso. No sé cómo le hacen para tener tanta energía.
– Es espíritu navideño, Grinch. No tenemos culpa que el tuyo este medio encendido.
– Mejor así la verdad –Tara puso los ojos en blanco al escucharla.
– En fin. Vine acá para que cuides a mi bebé mientras estoy en la casa comunitaria,
ya le di de comer así que no te preocupes por eso. Igual puedes ir a mi casa por si quiere algo –le entrega un bolso azul con el nombre de su perro–. Aquí están algunos juguetes y galletas de merienda.
– Bieeeeen.
– Chau mi negrito bello, te portas bien –deja un beso en la cabeza de Boticas y sale
de la casa.
La casa comunitaria está a unos quince minutos de ahí por lo que decide irse
caminando, algo que Tara ama hacer, para ella caminar es la mejor opción para todo. Camina una cuadra, pasa la calle y dobla a la izquierda y emprende el camino que la llevará directo a su destino. Mientras va caminando va saludando a todas las personas que pasan por su lado, la mayoría son padres de sus estudiantes, quienes la adoran por la forma en que enseña a sus
hijos.
Entre saludo y saludo ella llega, pasa la calle y da algunos pasos hasta la casa. La casa
comunal fue construida gracias a las donaciones que todas las personas del pueblo hicieron, esto para tener un lugar donde el grupo de lideres del pueblo tuvieran donde reunirse, también es el lugar donde hacen el pesebre ya que es un lugar grande y caben todos los niños que asisten; es por eso que escogen un grupo que adorne la casa y otro más grande que arme todo el pesebre.
– Hola, hola –dijo alegre. Su hermana la voltea a ver y le regala una sonrisa–. Y Max ¿no ha llegado?
– Nop, me llamó para decirme que se tardaba como media hora más porque tuvo que ayudarle a su papá en algo.
– Oh, bueno.
– Ah, también me dijo que va a traer una mano extra.
Tara no prestó atención a las últimas palabras de su hermana y se dispuso a ayudarla a sacar las cajas que tienen las luces guardadas. Sacó tres cajas rojas de la bodega y las puso en el salón que estaba fuera de la casa, las abrió y fue sacando una por una. Las dividió por colores hasta que finalizó, las limpió e iba probándolas para saber cuáles servían y cuáles no; tiró tres instalaciones dañadas.
Marcela sacó las mallas de las cajas y después de revisarlas las fue poniendo en los postes del salón, al terminar de ponerlas, Tara colocó arriba de ellas las luces. Arreglaron así todos los postes y pasaron a poner la de las ventas y puertas. Al terminar volvieron a guardar las cajas en la bodega y dieron llave, al salir una camioneta negra se estacionó en la acera. Tara sonrió al ver que Max había llegado, pero esa misma sonrisa se le borró al ver quien era su acompañante.
>>Maldición, no puede estar el idiota aquí ¿no tiene nada qué hacer es?<< Pensó al
ver a su enemigo riendo con su mejor amigo, quien daba la casualidad de que también era mejor amigo del idiota.
– Hola, chicas, disculpen la demora –habló Max frente a ellas–. Aunque también traje
una mano extra.
La castaña se cruzó de brazos y miró a su mejor amigo con rabia, este la volteó a ver
y sonrió tenso ante la impotente mirada de ella.
– Hola –fue lo único que Dareck dijo al ver el ambiente volverse tenso.
– Dareck, hola –lo saludó Marcela–. Que bueno que viniste, una ayuda siempre es
necesaria y si nos pones en marcha acabaremos más rápido y mi tiempo es limitado.
Tras las palabras de Marcela todos se pusieron manos a la obra. Max sacó la escalera y se subió en ella para empezar a poner las luces en el techo de la casa y del salón, mientras que Dareck ayudaba a Marcela en las luces que iban dentro de la casa. El lugar era lago grande, por lo que les tomaría algo de tiempo decorar todo. Tara en cambio llamó a su abuela para que les mandara chocolate caliente y algunas galletas para merendar.
Max esperó que su mejor amigo y Marcela se fueran para poder hablar con Tara.
– Tar…
– ¿Por qué lo hiciste, Maximiliano?
– Pasó por la arboleda a saludarme y cuando le comenté que venia me dijo si podía ayudar ¿cómo querías que me negara?
– Fácil, diciéndole que no.
– No tenía por qué decirle que no, Tarana, que tú no quieras hablarle no significa que
yo también lo haga. Es mi mejor amigo y ese odio que dices tenerle es mentira y lo sabes muy bien, tus ojos brillan al verlo y por tu orgullo y terquedad lo perderás de nueve,
entiéndelo.
– ¡Cállate! –Lo chistó ella–. No sabes lo que dices, Max y te prohíbo que vuelvas a repetir eso o que me hables de él.
No dejó que su amigo respondiera, lo dejó ahí de pie y se fue a votar la basura.
Dareck salió de la casa y al ver a la mujer que ama sola decidió acercarse a ella y hablarle, la extrañaba tanto que estaba dispuesto a todo por recuperarla. Él sabe que fue su culpa que ella le dejara de hablar y lo odiara, pero aun así no se iba a dar por vencido. Su corazón empezó a latir frenéticamente en cada paso que daba hacia la castaña que tanto amaba.
Editado: 28.12.2023