La revolución de emociones que llevo a cuestas ha hecho un torbellino de ideas en mi cabeza, estoy entre hacer lo correcto o esperar hasta el próximo encuentro para de una vez por todas saber si estoy haciendo mal o continuar en esta nube que me eleva en un sentimiento de felicidad y dejarme arrastrar por esa tormenta que se avecina, todo esto lo pienso mientras cruzo hacia la isla. Este tropiezo me hace sentirme en evidencia y casi puedo sentir que las personas me miran distinto, que saben lo que acaba de suceder.
La noche ya ha caído, no sé que excusa podré utilizar al llegar a casa. Observo mis manos constantemente para cerciorarme que sigo igual y en efecto, no hay ningún cambio físico aparente solo este mundo de ideas que recorre en mi cabeza.
Al llegar a la isla Levante tengo la sensación de que algo no marcha bien, el silencio es abrumador, enciendo el móvil casi sin batería y me doy cuenta que tengo varias llamadas perdidas de mamá, de papá, incluso de Dan, París, algunos compañeros de la universidad y Alison, me desconcierta un instante que de ella tengo muchas más, recuerdo que me dijo que tenía algo importante que decirme, veo un mensaje de Lucas y me olvido un instante de todo lo demás; “gracias por esta tarde” decía, sonrío levemente y observo de nuevo culposo de que nadie me vea hacerlo pero cada persona va sumergido en su mundo, de pronto siento como la soledad en las calles emanan un temor descomunal y regreso a mis pensamientos, quizá después de lo sucedido en el muelle los gobernantes dieron toque de queda al terminar de sonar la alarma, un tanto exagerado me parece para lo que ocurrió, tengo claro que yo he provocado probablemente una redada pero no soy consciente de que hubiese sido tanto para provocar un toque de queda en la isla. El temor crece cada día más entre los habitantes y el régimen, eso sin duda se puede sentir y eso hace que se tomen medidas drásticas.
La calidez del aire emana preocupación, soledad y miedo. A eso huele la brisa.
Intento regresar la llamada a Alison principalmente, pero la interface lo registra apagado. Lo intento un par de veces más, pero es inútil.
Al llegar a casa, trato de abrir la puerta con cautela, para evitar que me escucharan entrar, pero apenas y pongo medio cuerpo dentro, observo a mis padres y hermanos sentados sobre los sillones de la sala, pude alcanzar a escuchar que decían algo antes de quedar totalmente en silencio al mirarme llegar, por un instante no sé ni cómo empezar a hablar, hubiese sido tan fácil llegar como siempre, saludar a todos y subir a mi alcoba sin sentir culpabilidad, pero esta vez algo me hace sentir un traidor, sucio, enfermo y al mismo tiempo feliz.
- Al fin llegas –recriminó Dan de inmediato que intenta abalanzarse sobre mi - ¿Dónde demonios te has metido?
- ¡Basta Daniel! – mi madre lo detiene.
- ¿No le dirás nada?
- ¡Que te calles ha dicho tu madre! –intervino mi padre.
- … - Dan golpea la reposadera del sofá con el puño.
Todos me observan detenidamente, lo que menos quería era haberlos encontrado esperándome para lanzarme un largo sermón, aunque esta vez siento que merezco mucho más que eso. Dan en realidad está molesto y espera ansioso con un gesto grotesco.
Me poso frente a ellos un momento, tengo miedo de estar allí, verlos y que me vean y noten algo diferente en mí, algo que ni siquiera yo pudiera notar y me delate ante ellos que demuestre que les he fallado, que traigo suciedad en mí y al mismo tiempo que eh traído la peste a la casa. No quiero hacerles daño. De pronto me siento impregnado en todo mi cuerpo casi como si algo recorriera mi sangre, pero al mismo tiempo hay algo que me hace sentir completamente purificado, un beso en la mejilla que limpió todo mi ser.
Mi madre se abalanza sobre mí casi al borde del llanto, apenas y logra cruzar sus brazos por mi espalda y mi padre la increpa y le ordena que me suelte, ella se aleja de nuevo y se abstiene a solo observarme.
- Nos tenías preocupados Jacobo –dice sin más – ¿ya has cenado?
Muevo negativamente la cabeza.
Me siento en el apoyabrazos al lado de Nathaniel y le sacudo el cabello. Casi puedo notar la felicidad en sus ojos por verme de regreso. Mi madre va a la cocina el tiempo que dura el silencio y vuelve a la sala con un tazón de garbanzos y un vaso de agua, me lo entrega y vuelve a posarse frente a mí al lado de mi padre.
En realidad, no tengo nada de hambre, pero lo menos que quiero es disgustarlos más despreciando la cena, le doy un sorbo al vaso, el sabor de limón y la sensación de la chía se mezclan en mi boca, me saben a nada, quizá la enfermedad me ha hecho perder el sentido del gusto y quizá me hará perder mucho más si no lo soluciono, siento de pronto un pequeño temor de que esto, la transformación apenas esté empezando
- ¿Dónde has estado Jacobo? –mi padre coloca los codos sobre sus rodillas y entrelaza sus dedos como tratando ve ver mejor cualquier anomalía en mí.
Sé que algo malo se avecina, así que dejo el plato y el vaso sobre la mesa de centro, tiempo suficiente para pensar en que responder, lo primero que pude haber dicho era que me encontraba con Paris o Alison, pero para este momento ya habrían hablado con ellas, con todos, las llamadas a mi móvil lo constataban.
- En la Siroco, fui a la playa.
- ¿Estás tratando de verme la cara? –enfoca su mirada para ver mis reacciones.
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es una utopía, luchando por la libertad, motivado por el amor
Editado: 09.10.2024