El Arte de Amar

CAPÍTULO 03

Los vínculos que se crean en los momentos menos esperados son los que marcaran tu vida para siempre.

 

AMALIA

Jugué con el esfero en mis manos intentando por todos los medios mantenerme despierta, pero me era una tarea titánica en ese momento, los días sin dormir me estaban pasando factura, una de muy alto valor.

Respiré hondo, cerré un poco mis ojos y me concentré en prestar total atención al jefe de mercadeo, Edwin. Quien se encontraba a mi izquierda.

Pero solo veía como su boca se movía sin poder entender que salía de ella, fui consciente de que había culminado su presentación cuando las luces se volvieron a encender dejándome momentáneamente ciega. Todos aplaudieron y sin poder ver muy bien, también lo hice.

No era que mi profesionalismo fuera tan escaso como para no prestar atención, simplemente me era tedioso poder concentrarme en este tipo de reuniones, estudie leyes y me especializo en varias ramas del derecho, no en diseño de modas y lo referente a ello. Mis conocimientos para planear, aceptar o descartar diseños para una colección no van más allá del gusto. Hablar sobre fichas técnicas, materiales de las telas o la forma de producción es algo de lo que vagamente sé. Si la conversación se basara en mi campo, mi energía sería diferente.

Ahora, sé que tengo que opinar y asesorar en lo que digan o propongan, pero, aunque cueste hacerle un cumplido, sabía que Aiden estaba totalmente capacitado para hacerse cargo y su padre lo sabía, mi presencia aquí solo era para tener un seguro y estar tranquilo. Además, mi principal trabajo era la expansión y todo su proceso, encargarme de las importaciones y exportaciones y, estar atenta a las ventas y demás. Si me tenía que someter a todas estás reuniones y a la mágica reestructuración de la parte legal de la empresa, solo era porque el hacerme la vida cuadritos se había convertido en una pequeña meta personal para Aiden.

Todas las miradas se dirigieron hacia él, quien estaba frente a mí, ambos ocupamos los extremos de la mesa de reuniones, pero aún así algunas otras se posaron en mí, como era de esperarse, cualquier decisión que se tomara tendría que pasar por mí también, y eso, creo yo era lo que más le molestaba a él.

Carraspeó antes de hablar y tomó la atención de todos en la sala. Incluyéndome.

—Sé que la proyección de ventas es algo elevada, pero...

Mi teléfono vibró en mi regazo y se robó toda mi atención.

Soulmate: ¿Falta mucho? Muero de hambre.

Yo: Creo que se alargará un poco más, ve a almorzar.

—¿Cierto, señorita Adams? —su voz me trajo a la realidad y mi atención volvió a él, entre abrí mi boca, pero nada salió de ella. Con cuidado apagué el teléfono.

No le estaba poniendo atención, él lo sabía, ¿Y si anunció mi renuncia y yo como idiota solo decía que sí?

No tenía más remedio, preguntar de qué estaba hablando me dejaría mal frente a ellos y si me negaba, tampoco sabría a qué le diría que no.

Después de unos segundos de silencio y ante la atenta mirada de todos los presentes asentí. Tentando a mi mala suerte, que últimamente había decidido quedarse en mi vida sin boleto de salida.

Aiden sonrió con arrogancia y fue suficiente para saber qué me había metido en la boca del lobo.

Él prosiguió con la reunión y por más que deseaba poner toda mi atención en su discurso, no lograba retener más que unas cuantas palabras sueltas. En cambio, las palabras de Sam llenaron mi mente.

—De hecho, fue un once de diez.

¿De verdad podría ser tan bueno? no es por alardear, pero cuando una mujer dice que fue taan bueno es porque si fue taan bueno.

Sin poder evitarlo mis ojos viajaron por su dorso, aquel traje negro que llevaba se ajustaba perfectamente a los lugares correctos, remarcando sus, al parecer bien ejercitados, brazos y la amplitud de su pecho donde reposaba su corbata, su cabello era digno de un muy buen trabajo frente al tocador, ni un solo bello decoraba su rostro.

Volví a bajar mi mirada y me descubrí preguntándome qué se sentiría ser estrujada por aquellos brazos que buscaban alguna escapatoria de aquel traje tan elegante, me preguntaba si tenía algún tatuaje o que tan suave o áspera sería su piel, o si-

Tragué saliva, me incorporé en mi asiento y mandé a volar aquellos pensamientos.

En definitiva, las horas sin dormir me habrían hecho pensar cosas que jamás debía pensar.

Volví mi mirada hacia él y solo se limitó a mantenerse en silencio cuándo Matías -de contabilidad- debatía sobre algunos costos extras y no sé qué más, luego tomó el vaso y se lo llevó a los labios sin apartar la mirada del contador, absorto de la psicópata que se lo comía con la mirada frente a toda la junta. Dejó el vaso en su lugar y pasó la lengua por sus labios, enviando – inconscientemente – una ráfaga de electricidad por mi espina dorsal.

Carraspeé algo fuerte para mi gusto y sin quererlo llamé la atención de ellos.

—¿Algo que opinar, Amalia? —me miró y yo negué.

—No, para nada, solo que tengo una molestia en la garganta, no es nada.

Matías asintió y prosiguió, pero esta vez su mirada no volvió a él. Se quedó fija en mí, me escudriño con cuidado y, para mi desgracia, debió de haber encontrado alguna señal de lo que viajaba por mi mente, pues me recorrió con la mirada, deteniéndose en la piel que mi camisa discretamente desabotonada dejaba ver.

Hace calor aquí, ¿no?

Inquieta tomé el vaso de agua frente a mí y su atención viajo de mi pecho a mis labios, cuando devolví el vaso a su lugar, al igual que él –y siendo muy consciente – lamí mis labios dando una leve sonrisa y pude ver como sus ojos destellaban un brillo que no logré distinguir porque rápidamente desvió su atención a los documentos que tenía enfrente.



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En el texto hay: arte, romance, amistad

Editado: 18.08.2024

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