Sabía que algún día volvería a verte, ahí estabas. Varios años sin hablar, pero allí estabas de nuevo, cambiada, sonriente, vi sus brazos rodear tu cintura, vi sus labios susurrarte algo al oído, algo que te hizo sonreír, vi el fruto de los dos y parecías feliz. Quizás olvidaste como era que nos mirábamos y la razón que te hizo sujetarme la mano, quizá yo jamás comprendería cómo pudiste partir y hacer otro vuelo matando a tu paso mi corazón, te vi y comprendí que habían quedado en el ayer cada lugar donde te amé. Éramos parte del ayer, nos habíamos perdido para siempre. Te vi y sentí un gran vacío en mi pecho, en tus ojos estaba escrito aquel adiós que había partido en mil pedazos lo que alguna vez fue de dos, ese nudo que desnudó mil voces, me vi, estaba solo mientras tu vida perfecta pasaba frente a mis ojos, parecías feliz, tuve tanto miedo por volverte a ver, la distancia en su momento parecía demasiada, pero no como ahora que el pasado había quedado en eso, en pasado. Entendí que yo jamás sería feliz, no así como lo había sido contigo. Miré atrás y no sabía ni lo que veía, desde la última vez que te vi lo único que había hecho era recordarte, el silencio que habías dejado era lo único que podía oír, perdido en la confusión como si fuese una ilusión. Me viste, te vi, no pudimos aguantar los recuerdos, no supiste sostener la mirada, lloré, lloré mientras pensaba en todo lo que viví junto a ti, lo difícil que fue, había estado fumando para llevar lejos el dolor, desearía ser yo el hombre de tu vida porque en mí nada había podido reemplazarte. Te había dado todo, todo lo que nunca tuve en mi vida y me forzaste a alejarme, sabías que me había acostumbrado a ti, supongo que eso era el pasado, que habíamos sido fuego y no duramos, que por siempre serías mi imposible. Quizás el desamor era difícil papá, quizá la traición era peor mamá, creyendo que todo lo que necesitas está allí confiando en el amor y las palabras, las promesas vacías y los corazones rotos. Me viste, te vi, ya habías terminado de avergonzarme, desapareciste como mis ganas de vivir, escribiendo en el horizonte aquella despedida que no habías sido capaz de darme.
Caminaba por las calles, uno que otro cigarrillo, llegué a un bar, copa tras copa, ¿qué podía decirle al corazón?, siempre había sido preso de mis inseguridades, no sé cuántas veces repararé a mis ilusiones, debía darle nombre a mi dolor, podía vivir sin ti, pero la cuestión a veces no es de poder. Se sentía como un puñal que se hundía en mi carne al compás del dolor que naufragaba por mi sangre. Sí, podía vivir sin ti la cuestión era que no quería.
Pasaron varios días, varios tragos, uno que otro cigarrillo, unas cuantas noches, a esta altura ya no sufría de insomnio, lo disfrutaba. A este punto vivía en el olvido de olvidarte.