–Si yo hubiera sido ella, te habría dado una cachetada sin pensarlo –me dijo Carlos llegando detrás de mí.
–Tu comentario no es de mucha ayuda.
–Pensé que no estabas interesado en ella.
–No lo estoy, me quise disculpar por lo que hice en la clase. Pero es tan terca que no me dejó.
–Y tú eres más terco que mañana lo vas a intentar de nuevo.
Carlos tenía razón, lo iba a intentar de nuevo. Solamente porque me gustaba verla enojada.
Pasaron los días y no coincidí con Catalina en ninguna clase. La veía pasar por el aula donde yo estaba pero ignoraba totalmente a quienes estuvieran ahí.
–¿Cómo te fue? –Preguntó mi mamá cuando llegué a la casa.
–Supongo que bien, no esperaba quedarme después de primera hora.
–Y aun así, entraste a todas. Espero que ahora que estés estudiando puedas madurar.
–Mamá, ¿por qué la necesidad de que vaya a estudiar? No recuerdo haberte causado tantos problemas.
Dejó de cocinar, le ayudé a poner la mesa, sirvió los platos y nos sentamos a comer.
–Eduardo, más de tres veces las vecinas me pidieron que te controlara porque habías hecho desastres con sus coches, sus jardines y sus casas.
–Eso no es cierto.
–Estabas tan borracho que nunca te diste cuenta. La última vez le quebraste el vidrio al coche de la vecina de enfrente, no tuve otra opción que pedirte que fueras a inscribirte a la escuela.
–No lo sabía, perdón en serio, te prometo no causarte más problemas durante el tiempo que vivamos aquí.
–No lo prometas, hazlo por favor.
Me sentí mal por todos los problemas que le causé a mi mamá gracias a las borracheras que tenía. Era un inconsciente que sólo buscaba divertirse sin importar los demás.
Al terminar de comer le ayudé a lavar los platos mientras ella guardaba lo que había quedado.
–¿Tú cómo supiste que querías a alguien?
–¿Hablas de tu papá?
–No, o bueno, no sé. ¿Cuándo te diste cuenta que estabas enamorada de él?
–Pues de la noche a la mañana no sucedió –tu papá me hacía la vida insoportable, sobre todo cuando estábamos en la escuela. ¿Por qué? ¿Te gusta alguien?
–No, sólo me entró esa duda. Me tengo que ir, tengo entrenamiento a las 4.
Llegué a donde entrenaba todos los días, fue lo único que hice de provecho mientras no estudiaba, el fútbol siempre me ha gustado gracias a mi padre, es de los pocos recuerdos que tengo con él.
–Escuché que harán una fiesta este sábado. Tal vez podríamos ir –dijo Carlos mientras corríamos.
–No lo sé, por ahora no tengo el humor de asistir a ningún lado.
–¿Quién eres y qué hiciste con Eduardo?
–Sólo digo que por lo menos en dos meses no pienso asistir a ningún…
–Mira, ¿no es la chica con la que peleaste? –Me interrumpió y señaló a alguien de sudadera azul y pantalón de mezclilla.
–¿Quién?
–La niña de la escuela.
–Ahora vuelvo.
–Oye pero ya vamos a comenzar.
No le hice caso y corrí detrás de ella para ver si era Catalina. Le grité dos veces antes de que cruzara la calle pero no me hizo caso. Esperé a que pasaran los carros y corrí para alcanzarla. Dio vuelta a la derecha y la perdí de vista, seguí caminando buscándola entre los locales y restaurantes pero no la encontré.
–¿Me estás siguiendo? –Dijo alguien detrás de mí haciendo que me asustara.
–Yo no definiría esto seguirte.
–Llevas más de tres calles caminando junto a mí, es obvio que me estás siguiendo.
–¿Tan importante te crees que piensas que seguirte es algo que yo haría?
–Bueno, entonces si no lo estabas haciendo, me voy y tú continúa con lo que sea que planeabas. –Se dio la vuelta y avanzó poniéndose un audífono.
–No, Cata espera.
Se frenó en seco, apretó un puño y regresó hacia mí con una cara de enojo.
–Ya te dije, que no me llames así.
–Dijiste que así te llaman tus amigos, yo quiero ser uno de ellos.
–De ti no me interesa ni saber tu nombre. Y creo que te deberías ir ya, se te hará tarde para tu entrenamiento.
–¿Cómo sabes que entreno?
–Traes el mismo uniforme que mi hermano y siempre lo acompaño a que entrene. –Se dio la vuelta y ésta vez ignoró que la estaba llamando.