El asesino de Alpha Gamma

01. Astrid I

―Por los crímenes acontecidos el día veinticinco de febrero del año pasado declaramos al acusado Víctor Black. ―El juez hizo una pausa para tragar saliva―: culpable ―en cuestión de segundos la sala del juzgado se llenó de murmullos, exclamaciones y un ligero llanto femenino que por más que intentó controlarse, no pudo. El juez golpeó su mazo― Silencio. ―Otro golpe.― Silencio por favor. ―La sala volvió lentamente al silencio que predominaba antes―. Se le declara culpable de la muerte de Johana Merryweather, de la desaparición de sus dos hijos y de la menor de edad Linda Merryweather. La condena serán dieciséis años de prisión. ―Inmediatamente después de pronunciar esas palabras un sector de la sala volvió a murmurar―. Silencio en la sala por favor ―dio otros dos golpes más―. ¿Algunas de las partes se encuentra en disconformidad con la sentencia que ha sido dictada en este tribunal?

  En ese momento la sala se llenó de silencio. Hasta el mínimo aleteo de las moscas golpeando el vidrio de las ventanas queriendo entrar al caluroso tribunal se dejó de oír; hasta los llantos y respiración entrecortada de la señora Black se habían silenciado.

  ― ¡Yo! ¡Yo estoy en disconformidad, su Señoría! ―gritó el acusado poniéndose de pie abruptamente. Ese movimiento ocasionó que el abogado defensor también se pusiera de pie y que los policías presentes en la sala se llevaran las manos a las porras que colgaban de sus cinturones― Le ruego por favor clemencia, Señor, le juro que soy inocente, no tuve nada que ver en esto por favor esto es una trampa.

  ― ¡Mentira! ¡Desgraciado! Tú te llevaste a mi pequeña, me arrebataste lo que más quería ―exclamó abruptamente desde los asientos que estaban detrás la madre de Johana poniéndose de pie siendo precedida por su esposo que le sostenía de los hombros evitando que se desplomara en llanto o saliera corriendo envuelta en furia hacia el acusado.

  Los murmullos de antes se volvieron gritos, más voces fueron sumándose al alboroto y más personas se iban poniendo de pie hasta el punto que casi todas las personas estaban de pie algunas incluso queriendo llegar a los puños. La madre de la joven había vuelto a llorar abrazada a las piernas de su esposo. Entre todos los gritos el acusado volvió a mirar al juez a los ojos y siguió hablando.

  ―Señoría le pido se apiade de mí. Yo ―continuó mientras salía de su asiento e intentaba caminar ― soy inocente, tiene que creerme ―dijo pero inmediatamente sus piernas lo traicionaron y cayó de bruces frente a todos y su voz se silenció. Entonces dos policías se abalanzaron sobre él y lo tomaron de los hombros obligándolo a ponerse de pie.

  ― ¡Suficiente! ―exclamó el juez con un claro tono de molestia en su voz dando reiterados golpes con el mazo logrando calmar a la multitud y devolviendo la sala a su silencio―. Esto es algo que no pienso permitir que pase en mi corte así que sin más que decir. ―Otro golpe.― Despejen la sala.

  Todas las personas se pusieron rápidamente de pie intentando salir lo más ordenado que podían: primero salieron los padres de la víctima junto a su abogado y los familiares que habían ido a presenciar el juicio; después de eso salieron algunas personas de menor importancia, algunas personas que habían ido a prestar testimonio; las siguientes en salir fueron las compañeras de hermandad de la difunta Johana y tras una larga cantidad de personas, a lo último salió el condenado escoltado por el cuerpo policial y su abogado.

  Cuando Astrid y sus demás hermanas salieron del tribunal, la luz del sol le pegó abruptamente en los ojos obligándola a detener un segundo para adaptarse. Habían pasado tranquilamente cuatro horas sentadas presenciando ese juicio, viendo a cada testigo pasar y viendo al acusado defenderse, viendo los diferentes intentos de disputa que se habían iniciado y aplacado por el juez. El sol empezaba a aclarar a las nueve de la mañana y el rocío sobre el césped recién estaba secándose cuando entraron y cuando estaban saliendo el sol ya estaba en lo más alto alumbrando y calentando todo en el día más caluroso que podía haber en octubre.

  En el momento en que pusieron un pie afuera, ellas, al igual que los que habían salido antes y los que saldrían después, fueron bombardeadas por las cámaras de los noticieros locales y nacionales que buscaban saber qué había pasado allí dentro.

  El caso, por algún extraño motivo, había tenido una gran cobertura por parte de los medios pero, caso contrario era el deseo de los padres de la joven que no querían que la imagen de su hija saliera difundida por diferentes medios después de que se supo cuál había sido el fatídico final que tuvo. Durante las últimas semanas con motivo de celebrarse el juicio muchos medios habían traído el tema otra vez y las diferentes opiniones volvieron a escucharse no solo del homicidio de Johana sino también con respecto a la desaparición de Linda y de los dos hijos de la primera. Por un lado se encontraban los diferentes grupos que consideraban que la culpa no era de las hermanas sino de Víctor y por otro lado estaban las personas que condenaban a las jóvenes por el crimen cometido.

  Astrid, al igual que sus compañeras, intentó esquivar las cámaras y los micrófonos que le ponían en la cara para seguir caminando hasta que de repente una reportera tiró del brazo de la joven y empezó a preguntarle cosas.

  ―Hola, soy Susan Lloyd del Canal Ocho. Dinos, ¿tú eres compañera de la joven Linda? ―Astrid no atinó a responder que la reportera soltó otra pregunta―. ¿Tienes alguna idea de dónde puede encontrarse la joven? ¿Crees que el acusado tuvo algo que ver con esa desaparición? ¿Llegaste a conocer a Johana?



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En el texto hay: muerte, misterio suspense, desaparición

Editado: 02.05.2020

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